Y ahora ¿qué?
Hassan me ha vuelto a llamar. No ha desistido en su intento de hacerme ir a Marruecos para trabajar con él. Le he dicho que no. Ya no quiero saber nada, entre otras cosas, porque deseo volver a disfrutar del sabor amargo de farmacia que tiene la Coca-Cola.
No he vuelto a tener novedades de Felipe. Pero sé que su empresa ha cerrado. Se ve que la historia de los trozos de vida no ha funcionado. La gente es, desde luego, muy aburrida.
Desde la ruptura de su relación con el violinista, Sonia sigue soltera.
Angelika y yo continuamos en contacto. De hecho, hemos establecido una gran amistad. El tiempo que pasamos sin vernos no importa. Cada vez que nos volvemos a ver, es como si nos hubiésemos dejado ayer. En cuanto a Susana y Sofía, no he vuelto a oír hablar de ellas.
Sé que las chicas de la casa se han ido. Manolo se estaba haciendo insoportable y han decidido trasladarse a otro sitio. Que yo sepa, todas siguen ejerciendo la misma actividad.
Carolina ha cortado definitivamente el contacto conmigo y me temo que haya vuelto a caer en los brazos de Jaime, a quien, por cierto, he puesto una querella criminal que no ha dado sus frutos hasta ahora.
En cuanto a Pedro, vive separado de su mujer, y, a la larga, nos hemos hecho amigos. De vez en cuando, salimos a tomar algo, para charlar.
Giovanni y yo ya no estamos juntos. Pero seguimos en contacto. He intentado varias veces explicarle todo mi proceso interior, reflejado en este diario. Me apoya y me dice que sí a todo, para que me sienta bien, creyéndose quizá parte de un particular psicoanálisis. Sé que lo hace con toda la buena intención del mundo. Me ha dicho que siempre podré contar con él. Pero nunca será lo mismo.
Sigo teniendo una relación privilegiada con el cuarto de baño, ese lugar donde consigo evacuar psicológicamente lo que me pesa todavía y, hasta en el mejor de los casos, lo logro físicamente. Todo fluye, todo se va, es solamente cuestión de tirar de la cadena.
No me arrepiento absolutamente de nada. Es más, si tuviera que volver a vivir las mismas circunstancias, actuaría igual, sin lugar a dudas. Quizá cueste decirlo y resultará extraño para muchos, pero los momentos que viví dentro de la casa fueron unos de los mejores de mi vida, por el simple hecho de haber conocido a Giovanni y haber encontrado a esta mujer nueva que soy yo ahora. Siento que cada día voy cambiando de piel, como las serpientes en algunas épocas del año. La mía es ahora más ligera de llevar, sutil, suave al tacto, y más impermeable a lo que me rodea.
¡Y que no se equivoque el lector! Este libro no es ni un mea culpa, ni el retrato de una víctima de un destino demasiado injusto y castigador. No pretendo nada. He escrito este libro para mí. Sólo se trata de un gesto egoísta.
He sido una mujer promiscua, si. Porque pretendía, en definitiva, utilizar el sexo como medio para encontrar lo que todo el mundo busca: reconocimiento, placer, autoestima y, en definitiva, amor y cariño. ¿Qué hay de patológico en eso?