20 de junio de 1998
Ha pasado casi un mes hasta que empezamos a salir juntos. Desde aquella declaración, Jaime no volvió a llamarme, excepto una vez para decirme que si lo quería, el puesto que me ofreció era mío, sin compromiso amoroso con él. Lo rechacé, porque después de aquella cena quedó claro que no iba a trabajar en su empresa, y porque voy a buscar otro empleo pues he decidido salir con él. Es una cosa o la otra. Debo admitir que me ha gustado la osadía que ha tenido al declararme que está enamorado de mí, pero también valoro mucho la discreción que me ha demostrado hasta hoy. Ha entendido perfectamente que no me gusta sentirme agobiada, y está creando, en realidad, un clima propicio para que me enamore de él. También ha visto claramente desde un principio que el trabajo no me interesa. Debe de pensar que soy una mujer autosuficiente, con ideas claras, y que sólo se puede enamorar si no están permanentemente encima. Vamos, soy la presa ideal para cualquier cazador ambicioso.
Nos hemos ido viendo en unas cuantas ocasiones, durante las cuales, él ha dado por hecho que al final voy a caer en sus brazos. Quiere que tenga muy claro que está seguro de sí mismo en este aspecto, y que tarde o temprano va a suceder. Me empieza a gustar cada vez más y más, pero no me he ido todavía a la cama con él, como suelo hacer con los demás. Quiero esperar.
Hoy hemos quedado para charlar. Jaime dice que desea contármelo todo acerca de su vida, porque no quiere tener secretos conmigo. Me va relatando la historia de su matrimonio con su ex mujer, que tiene actualmente un cáncer de mama, y me confiesa lo mucho que la ha amado, pero me explica también que nunca ha conseguido serle fiel y que ella, un día, se cansó y le dejó.
Quiere mostrarme sus debilidades como quien lee un libro abierto, de principio a final. Eso también forma parte de su elaborada estrategia. Además, su manera de contar las cosas hace que una no pueda quedarse de piedra. Con seguridad, pero también admitiendo que se siente muy arrepentido de su actitud. Me seduce su personalidad, día tras día, su lado cabrón en el fondo, y sus infidelidades con las mujeres, que se van mezclando con una ternura paterna invisible. Me va explicando que ha mantenido una relación de siete años con una ex modelo, Carolina, con quien ha tenido una pasión sin límites y que aquella relación también ha acabado por sus infidelidades con otra mujer, que era, ni más ni menos, que la mejor amiga de Carolina. En realidad, sé que me está transmitiendo un mensaje con cada palabra que utiliza: ¿Serás capaz de domarme? Así me ha enganchado. Ahora, es él quien representa un reto para mí.
Me habla extensamente de sus dos hijos, a quienes sólo ve los fines de semana, y su orgullo de padre me enternece. Supongo que es debido a una de sus facetas que desconozco todavía, y también a que mis hormonas de mujer casi a punto de cumplir los treinta, me empujan a la maternidad.