30 de julio de 1998
Cuando llega hoy, le noto muy cansado y tenso. Se encierra en el baño en cuanto se quita los zapatos, y durante poco más de una hora permanece allí. Trato de escuchar algún ruido desde detrás de la puerta, y al no oír nada le pregunto:
—¿Te pasa algo, Jaime?
—¡Déjame en paz!
Su respuesta es corta y seca.
—¿Puedo hacer algo por ti?, cariño. Quizá te iría bien hablar. No sé. ¿Tienes problemas?
—¡Déjame en paz! —me repite—. ¡No tienes ni puta idea de los problemas que tengo!
A la hora, sale tan cansado como ha entrado, con los ojos hinchadísimos y se pasa toda la tarde y parte de la noche fumando cigarro tras cigarro, sin hablarme.
Cuando viene a la cama, ni me toca. Cada vez que hemos pasado noches juntos, hemos hecho el amor. Es la primera vez que dice no al sexo.