Abril de 1999
Me he mudado bastante rápido a un piso muchísimo más pequeño, en la parte opuesta a la Villa Olímpica. He llamado a la empresa de transporte para que vengan por la mañana, y, la víspera, ha aparecido Jaime a escondidas, cuando yo estaba fuera, para sacar del piso las cosas más valiosas que teníamos en casa. Es decir, que me ha dejado con casi nada. Se lo agradezco de alguna forma ya que, en donde me voy a alojar, no va a caber todo. He pasado de ciento veinte metros a un modesto apartamento de cincuenta metros cuadrados, escondido del mundo, que he encontrado por casualidad en uno de mis varios paseos por Barcelona. También, a modo de venganza, Jaime ha destrozado —no sé cómo todavía— el mármol de la cocina. Lo que me ha supuesto un problema gravísimo con el propietario, que me está pidiendo, obviamente, que pague las reparaciones. Mi situación es absolutamente catastrófica. Ya no tengo ahorros, estoy llena de deudas por las barbaridades de Jaime con el piso y he dejado mi trabajo con Harry. He renunciado porque no puedo atender el trabajo estando tan mal. Sería una falta de profesionalidad por mi parte. Pero, por encima de todo, estoy destruida, sin nada más en el mundo que el amargo recuerdo de haberme enamorado de una persona que nunca me ha querido, que sólo se ha reído y aprovechado de mí, y que me ha estafado en todos los sentidos.
Curiosamente, no siento celos de Carolina. Creo más bien que nos solidarizamos la una con la otra desde el momento en que nos conocimos; nunca ha puesto en duda lo que yo le conté acerca de mi relación con Jaime y le agradeceré siempre el haberme abierto su casa. En definitiva, no soy más que una extraña para ella, que se ha impuesto a la fuerza en su vida y le ha hecho tambalear una parte de su mundo.
Jaime ha intentado en varias ocasiones hablar conmigo. Sabe dónde me he mudado, porque me ha seguido también a mí. Una noche, ha llamado a mi puerta, y, en un arrebato de amor, que todavía siento por él, le he hecho pasar. Ha venido borracho, pidiéndome perdón, y diciendo que ha acabado su relación con Carolina. Sé que Jaime sigue mintiendo ya que Carolina y yo continuamos en contacto. También me ha confesado que su empresa se está disolviendo y que necesita dinero. Ha vuelto a mí para intentar otra vez engañarme y le he echado a duras penas de patitas a la calle.
Todavía no entiendo realmente por qué Jaime me ha hecho eso, a mí precisamente. Tiene a todas las mujeres a sus pies, y muchas, con mucho más dinero que yo.
He descubierto que aquel pote que supuestamente provenía de una farmacia, contenía cocaína pura, y confieso que he estado tratando de justificarle durante unos días. Porque le quiero. A partir de ahora tengo que luchar contra dos enemigos: contra él y su recuerdo, en primer lugar, pero también contra mí, para no recaer.