20 de septiembre de 1999
Empiezo a sentirme cada vez mejor en la casa. Las chicas me han aceptado ya casi todas, a excepción de Isa, que sigue poniendo mala cara a cualquiera. Además del ambiente cada vez más tranquilo entre nosotras, yo empiezo a tener unos cuantos clientes regulares. Estoy contenta y ya ha desaparecido el nerviosismo de los primeros días.
Me siento a gusto con mi cuerpo y, sobre todo, con mi cabeza. No es un trabajo más difícil que otro, la verdad. Es distinto, nada más. Ahora, pasadas las tempestades del principio, se está instalando una rutina que me permite disfrutar de cada encuentro y vivir mi sexualidad liberada lo mejor que puedo.
Desde el episodio de la Barbie, David sólo quiere verme a mí. Bueno, eso es lo que dice. Pero sé que llama a otras agencias y ve a otras chicas. Porque le gusta el sexo, y yo conozco las reglas del juego. Dos veces a la semana conmigo, no pueden bastarle. Disfruto mucho con él, aunque no es mi tipo de hombre.
También he conseguido a otro cliente. Al principio, yo no era quien debía verle, sino otra chica. Se llama Pedro.