28 de julio de 1998
Jaime se ha ido a Málaga con Joaquín como habían planeado. Me he despedido de él tiernamente, pidiéndole que tenga cuidado en la carretera. Voy a estar varios días totalmente sola, y he decidido ocuparlos en buscar nuevamente un empleo.
Ya he recibido varias ofertas (mi anuncio sigue apareciendo de vez en cuando en el periódico) y hay una muy interesante que parece prometedora. Se trata de una multinacional extranjera, con base en Barcelona, especializada en ropa, que está buscando a una mujer que se encargue de las últimas tendencias. Esto va a suponer viajar a las ferias más importantes del sector en el mundo, olfatear el mercado y ver las novedades para cada temporada. Aunque no está relacionado con la publicidad, la perspectiva de trabajar en este sector es bastante atractiva. Además, viajar no me parece un inconveniente, si tengo en cuenta que Jaime viajará también muy a menudo.
Así que me he presentado a la entrevista. Todo ha sido muy rápido y me anuncian que, en una semana, puedo empezar ya. Estoy muy feliz, porque eso supone que van a aumentar nuestros ingresos. No sé lo que gana Jaime, ni me lo ha comentado, pero parece llevar un gran tren de vida. Lleva siempre mucho efectivo encima y nunca repara en gastos ni pone pegas a nada en lo relativo al tema económico, ni para alquilar un piso en un edificio de tan alto standing. Al contrario, siempre me demuestra que quiere lo mejor. Aun así, yo quiero participar en los gastos de la casa.
Jaime me ha llamado sólo dos veces, diciéndome que está muy ocupado. Yo he intentado hablar con él en varias ocasiones, aunque sin éxito porque su móvil siempre está apagado. Por no parecer desconfiada, no le he pedido el número de teléfono del hotel.