5 de enero de 1999
Jaime me está preocupando. Sus manías son cada día más extrañas. Siempre le han gustado las agendas pero nunca había sospechado hasta qué punto. Va comprando agendas de todo tipo, de piel o simplemente de papel acartonado, y cuando ya ha llenado su última adquisición con todos sus números personales de teléfono escritos con su mejor letra, la cambia por otra y traspasa toda la información. ¡Qué pérdida de tiempo! Además, no tiene ningún sentido. Aun así, trato de justificarlo diciéndome que mejor que una persona tenga un hobby, a que no le interese nada. Al menos, es una manera de conservar su salud mental en buen estado. Hay gente que colecciona sellos, pues Jaime colecciona agendas.
Hoy le he comprado una, para hacerme perdonar que me voy otra vez de viaje. Es de piel marrón clara, con anillas, muy moderna y he colocado cuidadosamente una foto mía para que se sienta bien cada vez que la abre.
La agenda parece haberle gustado y la va paseando aquí y allá.