Oda a Afrodita
Safo, poeta de
la Antigua Grecia
(650/610-580 a. J. C.)
¡Oh, tú en cien
tronos Afrodita reina,
hija de Zeus, inmortal, dolosa:
No me acongojes con pesar y sexo
ruégote, Cipria!
Antes acude como en otros días,
mi voz oyendo y mi encendido ruego;
por mí dejaste la del padre Jove
alta morada.
El áureo carro que veloces llevan
bellos gorriones, sacudiendo el ala,
Al negro suelo, desde el éter puro
raudo bajaba.
Y tú, ¡oh, dichosa!, en tu inmortal semblante
te sonreías: ¿Para qué me llamas?
¿Cuál es tu anhelo? ¿Qué padeces ahora?
—me preguntabas.
¿Arde de nuevo el corazón inquieto?
¿A quién pretendes enredar en suave
lazo de amores? ¿Quién tu red evita,
mísera Safo?
Que si te huye, tornará a tus brazos,
y más propicio te ofrecerá dones,
y cuando esquives el ardiente beso,
querrá besarte.
Ven, pues, ¡oh diosa!, y mis anhelos cumple,
liberta el alma de su dura pena;
cual protectora, en la batalla lidia
siempre a mi lado