Tú eres tú, y así debe ser
Para disfrutar del sexo con espontaneidad e imaginación, los mejores aliados son:
Una mente sin prejuicios.
Los sentidos abiertos a la sensualidad.
En cambio, harás bien en evitar:
Escuchar los consejos de los demás, por muy bienintencionados que sean.
Tratar de imitar fórmulas ajenas.
Esto es así porque en el sexo cada pareja de amantes comparte un código de lenguaje y también de comunicación no verbal, que cuando está bien arraigado no requiere siquiera que se comenten las sensaciones.
Los modelos eternamente válidos o las fórmulas mágicas infalibles para todos los hombres no existen, ya que ciertas prácticas o estímulos erotizan sobremanera a algunos de ellos, pero a otros los dejan completamente indiferentes.
Tú eres singular y también lo son tu mente y tus emociones, así como todas las esferas que conforman tu personalidad. De modo que reaccionas ante ciertos estímulos que consideras gozosos y que pueden haberse fijado en tu inconsciente a edad muy temprana, o en algún momento en que te hayan brindado un placer incomparable. Y todo ello es algo que ningún otro ser humano te puede transferir y de nadie puedes aprenderlo o “copiarlo”. Pero también ocurre que cierto juego erótico que en ocasiones te resultaba sumamente estimulante deja de surtir su efecto sobre ti. O, sencillamente, a veces te excita al máximo y otras te deja impasible.
Si logras comprender que tu mente y tu corazón tienen un papel importante, incluso por encima de las reacciones físicas, eso te permitirá estar sereno y bien dispuesto, lo que a su vez te abrirá un camino de sexualidad plena y profundamente libre.
La apatía no es buena compañera
La mente es tu mejor consejera, por lo que debes dejarte llevar por ella. Y si un día te sientes desganado porque has pasado por una jornada agotadora y te parece que tu cuerpo no está dispuesto a responder a estímulo alguno por más que tu amante te atraiga, no te rindas. Lo único que debes hacer es cambiar de actitud. Te sorprenderán los resultados.
Para ello, olvida el papel activo que estás obligado a cumplir según la “tradición” e invita a tu pareja a que tome la iniciativa y las riendas del encuentro sensual, sin hacer caso de las normas preestablecidas.
Porque lo que establece el papel más o menos activo, el despertar lento o veloz del deseo, el grado mayor o menor de excitación, al igual que el juego más sugerente, dependen de tus rasgos psicológicos y de tu sensibilidad, que es única.
La mente, el impulsor del deseo
En las personas saludables, el deseo es el impulsor de la sexualidad; la maquinaria que pone en marcha una serie de fenómenos naturales de índole fisiológica y hormonal. Pero a veces las reacciones no son las habituales y los hombres atraviesan un período de desgana en este aspecto.
Y ello se debe a que el auténtico órgano de la sexualidad es la mente. En ella se aloja el deseo y por esa razón, si está ocupada en otros asuntos o aquejada por las preocupaciones, el ansia erótica puede verse inhibida.
Detrás de esta circunstancia, a veces, intervienen los diferentes ritmos biológicos de los amantes; es decir, que su carga sensual se activa en distintos momentos de la jornada. En la mayoría de los casos, ellos se excitan mientras duermen si pasan la noche en la cálida cercanía del cuerpo femenino, y al despertar están muy dispuestos e incluso con el pene erecto, pero no siempre su deseo es compartido por su pareja.
Resolver estas pequeñas diferencias es fácil si se armoniza la energía erótica de ambos (vuelve al capítulo 2 para saber más sobre la armonía en la pareja). De lo que se trata es de que él tome la iniciativa de lanzarse a los juegos preliminares y erotizar a la amante, a la vez que crece su propia excitación y así poder disfrutar de una placentera sesión sexual matutina.
También puede suceder que ella quiera tener relaciones a unas horas en las que él no se siente preparado; bastará simplemente con que se relaje y se abra a los estímulos que ella pueda brindarle para que ambos lleguen a la satisfacción plena.
Aunque ellos y ellas actúan de manera similar cuando sienten deseo sexual, los estímulos que los erotizan son distintos. Pero como no todos los hombres lo perciben así, sienten que si la pareja no está tan excitada como ellos, o que su grado de pasión tarda más en alcanzar las mismas cotas, se sienten inseguros, piensan que quizá no les resultan lo suficientemente atractivos o que no responden sexualmente a sus expectativas.