El cunnilingus, puro intercambio
También conocido como beso francés, este intercambio sexual consiste en lamer y besar los genitales femeninos, aunque las sensaciones se perciben con todos los sentidos. Es algo especial, una sensación placentera diferente e inigualable, y cuando la mujer la siente totalmente liberada al goce se convierte en una experiencia que puede superar a la masturbación y a la cópula.
La lengua es un órgano táctil muy sensitivo que capta las
señales de placer de ella y de la misma manera que recorre la piel
voluptuosamente, puede responder aumentando el ritmo o la
intensidad del contacto con el clítoris. No hay dos mujeres iguales
y, por lo tanto, tampoco lo son sus genitales ni su manera de gozar
(sobre los genitales femeninos, puedes repasar lo que se dice en el
capítulo 8). Lo ideal, si hay una comunicación fluida, es preguntar
o compartir con la pareja cuáles son los estímulos que se
prefieren, el ritmo y las posturas que aumentan su excitación. La
mayoría de las mujeres alcanzan el clímax con el sexo
oral.
Juegos sensuales para ellas
El amante puede acrecentar las ya de por sí intensísimas sensaciones de ella, cuando estimula con la lengua la vulva y el clítoris, si añade ciertos juegos muy sugerentes. Por ejemplo:
Las yemas de los dedos juegan enredando el
vello púbico; frotan los labios mayores, juntándolos entre sí y
besándolos suavemente.
La lengua separa los labios mayores y acaricia
con ella la vulva, una y otra vez, como si fuera un
pincel.
Los labios masculinos se unen a los labios
mayores como si se besaran entre sí; mientras tanto, los dedos
recorren la vulva.
Al formar una U con la lengua se dan largas y
suaves lamidas, desde el clítoris hasta la entrada de la
vagina.
Lamer el clítoris intensamente, como si la
punta de la lengua lo delineara, a los lados, arriba y abajo y
rodeando su contorno.
Endurecer la lengua y jugar con ella en la
entrada de la vagina y en el clítoris con leves golpecitos
rítmicos.
Como en el caso de los hombres, es imposible encontrar recetas infalibles para las técnicas eróticas, incluyendo lo que atañe al sexo oral, ya que cada cuerpo femenino es un complejo universo, único en sus deseos y reacciones. Sin embargo, hay ciertas formas o modos de estimular de los que la mayoría de las mujeres dice disfrutar, por lo que al amante le merece la pena intentar recrearlos con su pareja.
De lo que no cabe duda es de que impregnar con saliva la
vulva al lamerla tiene una carga de erotismo muy potente, que se
une al ya intenso placer del sexo oral. Además, si la zona está
bien lubricada permite el ágil y delicado deslizamiento de los
dedos y la lengua, sin causar ningún roce molesto. Cuando los
lametones la han excitado hasta el punto de que ella ya se está
lubricando con sus propios fluidos, es el momento de concentrarse
en el clítoris, humedecerlo aún más y estimularlo directamente
hasta que se deje ir con el orgasmo.
Piano piano si va lontano
A un inmenso número de mujeres les complace que se las estimule lentamente, y si se demora la caricia en el clítoris, gradualmente crece su deseo. Por eso son importantes los juegos y caricias preliminares: para motivarla con movimientos, roces, besos y lamidas que recorren los puntos erógenos del cuerpo. Entre ellos, los párpados, las orejas, el cuello, las copas de los senos y los pezones, la zona interior de los muslos, y todas aquellas que erotizan especialmente a cada mujer y que el amante va conociendo: el interior de los codos, los dedos de pies y manos, o cualquier otro punto secreto. Esta “ceremonia” resulta extremadamente incitante si se realiza a la vez que se le va quitando la ropa. La excitación suele alcanzar un punto muy alto si él lame la vulva o los pezones cuando ella aún lleva puesta la ropa interior.
La zona erógena que mayores reacciones genera en la mujer es, sin duda, el clítoris: tan sólo al rozarlo con la lengua, cuando ella está excitada, provoca el orgasmo.
La precipitación no es buena consejera
Las lamidas siguen al inicio un ritmo suave y sostenido, que se modifica o se acelera a medida que se percibe lo que a ella más le gusta en cada momento.
Si el comienzo es brusco y muy rápido, a muchas mujeres les
genera más molestia que placer, porque aún no están suficientemente
lubricadas. Se trata de que la propia lengua las despierte con
delicadeza al principio y que ellas mismas señalen cuándo quieren
más y a mayor velocidad o intensidad de fricción. Pero incluso la
transición entre una y otra cadencia debe ser paulatina y pausada,
para que un repentino roce más fuerte no reduzca su grado de
excitación, que también crece paulatinamente.
Existe también un secreto vinculado con el ritmo y que, en este caso, le atañe al hombre: es saber que la lengua es un órgano muscular y, como tal, si no se utiliza de manera acompasada, puede acalambrarse o perder fuerza en la estimulación, de modo que conviene regular las energías.
Cuando el estímulo se convierte en dolor
Si eres hombre, es importante que tengas presente que a muchas mujeres el estímulo demasiado fuerte o insistente sobre el clítoris puede generarles una sensación dolorosa, que se prolonga durante unos segundos, aunque no se lo siga estimulando. En esos casos, debéis hablar abiertamente sobre el tema para evitar que se repita.
Si no se conocen las formas en que la amante desea ser estimulada durante el cunnilingus, es preferirle consultar con ella. No obstante, a veces por falta de confianza o pudor, el hombre evita preguntar y a la mujer le avergüenza hablar sobre el tema. En tal caso, la mejor opción es comenzar con suavidad, girando la cabeza a ambos lados o moviéndola de arriba abajo, mientras la lengua recorre la vulva de forma lenta, con un contacto superficial. Luego, se trata de advertir el momento en que ella quiere que el roce se intensifique.
Posturas a la carta y otros trucos
Para la práctica del cunnilingus, cambiar la postura tanto del hombre como de la mujer provoca sorprendentes reacciones que eliminan el riesgo de caer en el tedio. Es otro de los aspectos importantes que el amante debe ir asimilando, salvo que ella se lo comunique abiertamente.
A algunas mujeres les gusta ir modificando la posición de su cuerpo, incluso estando echadas: se sientan sobre la cara de su amante, situando la vulva a la altura de su boca, u oprimen con sus piernas la cabeza masculina para intensificar el contacto entre el clítoris y la lengua; sin embargo, hay otras que prefieren estar de pie y que él las estimule de rodillas, o se sientan al borde de una superficie, poniendo al alcance de su lengua la vulva y el clítoris, mientras se acarician ellas mismas los pechos.
La suma de sexo oral y excitación con los dedos erotiza
sobremanera a muchas mujeres. Cuando están muy cerca de llegar al
clímax, por el estímulo húmedo y cálido de la lengua, el amante
puede introducir uno o dos dedos en la vagina para multiplicar el
placer. Hay algunas que participan directamente en el juego,
masturbándose el clítoris mientras él les lame la vulva o traspasa
con la punta de la lengua el umbral de la vagina. El hombre no debe
dudar si desea intentar caricias de este tipo, ya que en el caso de
que a la pareja no le resulten placenteras, lo indicará verbalmente
o por gestos; si lo hace, es conveniente cesarlas de inmediato para
no interrumpir el clímax.
Si el cuerpo femenino comienza a tensarse, es señal de que está próximo el instante del placer superior. Es el momento de acelerar el ritmo al lamer, pero controlando que sea cadencioso y suave; en ese preciso instante el punto central debe ser el clítoris, aunque con lametones frecuentes, justo cuando comienza el orgasmo. Al percibir que ella ya se está relajando, conviene aminorar la velocidad y aliviar la presión de la lengua hasta hacerla muy leve, ya que después del orgasmo el clítoris está hipersensible en casi todas las mujeres.