La fellatio, una fuente de fantasía
Entre los placeres más singulares que un hombre puede sentir está, sin duda alguna, la felación. La suavidad de la lengua lamiendo, golpeteando, jugando a subir y bajar el frenillo y deslizándose desde la base por el tronco del pene, para luego encerrar el glande entre los labios, son estímulos que proyectan innumerables fantasías centradas en los labios femeninos (para más información sobre esta parte de la anatomía masculina, vuelve al capítulo 7). Lo mismo ocurre cuando el miembro se aloja en el interior de la cálida cavidad bucal, y la lengua excita de las más diversas formas y con distintos grados de presión la zona más reactiva del cuerpo masculino.
El disfrute oral es un acto sexual completo en sí mismo, aunque también puede formar parte de los juegos preliminares, convirtiéndose en el preámbulo de la penetración.
Si el deseo es muy intenso, algunos hombres lo prefieren al comienzo del encuentro porque disfrutarán de una eyaculación más rápida y se sentirán liberados de tensiones. Incluso lo utilizan como una forma eficaz de prolongar el coito posterior, ya que su excitación crecerá luego lentamente con diversos estímulos y, cuando ella vuelva a encerrar el pene blando con su boca, generará una nueva e intensa erección.
El juego incrementa la excitación
Nada en la vida es perfecto y en cuestión de sexualidad mucho menos. Sin embargo, la meta a la que todos los amantes aspiran es a crear los juegos que mayor disfrute les proporcionen. Ciertas técnicas de sexo oral aportan las sensaciones más excitantes y placenteras que se pueden experimentar.
Aunque pueda parecer lo contrario, en una felación no sólo el pene es importante. Antes de concentrarse en los genitales, hay un camino voluptuoso por recorrer: el trazado de una senda que pasa por rincones erógenos como las tetillas, el cuello o las orejas, para recorrer con roces de la lengua. Después llega el momento de avanzar y lamer el ano, el perineo y los testículos, alcanzando la base del pene, pero sin ir aún más allá.
Cómo lograr el disfrute de ellos
Las sensuales técnicas de felación pueden ser tantas como sugiera el dictado de las preferencias de los que las reciben, pero hay algunas que hacen del disfrute masculino un superlativo erótico. Si no me crees, lee las siguientes propuestas:
Introduce todo el pene en la boca hasta la máxima profundidad, presiona y chupa sin que llegue hasta la zona en que pueda provocar arcadas o ahogos.
Toma con delicadeza la punta del falo con los labios formando un círculo. Una vez así apresado, rota la cabeza hacia un lado y hacia el otro.
Recorre con la lengua desde la base hasta el frenillo por un lado del tronco y luego lame a la inversa por el lado opuesto.
Rodea la cabeza del pene con los labios, toma a la vez el tronco con una mano y haz subir y bajar la piel, rítmicamente.
Aletea con la lengua alrededor del glande, golpetea suavemente con ella el orificio uretral y luego enciérralo en un círculo hecho con el pulgar, el índice y el mayor, para lamer el tronco de arriba abajo y por los lados.
Cubre totalmente el glande con la boca y presiona el tronco del miembro firmemente con los labios.
Ponlo en práctica y luego me cuentas cómo ha ido.
La delicadeza es el secreto del éxito
Hay que tratar con cuidado el pene en cada lamida, cada chupada, es muy importante para que él confíe en su pareja cuando está practicando una felación.
La mayoría de los hombres temen los roces bruscos, los tirones fuertes, que se lastime el frenillo al liberar el glande, e incluso les preocupa que les den un mordisco involuntario o que el filo de los dientes sobre la sensible piel del tronco les provoque dolor o heridas.
La manera de evitar estos riesgos es tomar el miembro delicadamente, cubrir los dientes con los labios, buscando siempre la presión adecuada y el ritmo preciso al lamer.
El mejor goce es el compartido
Si eres mujer, no me gustaría que pensaras que una felación es algo concebido sólo para provocar el disfrute de tu pareja masculina. La clave de una fellatio es que al mismo tiempo que él disfrute también ella lo haga. Los juegos previos son la mejor antesala del sexo oral. De allí surgen las caricias, roces y toques distintos y creativos que tienen como protagonistas las diversas partes del cuerpo masculino.
Las posibilidades son variadas y casi infinitas:
Deslizar los senos lentamente rozando apenas los genitales.
Frotar las nalgas femeninas contra el pene.
Acariciar o mordisquear los pezones de él.
Besar o lamerle todo el cuerpo, salvo el pene y los testículos.
A lo que se pueden añadir las mil caricias más que el hombre ansíe o que ella decida probar para elevar sus sensaciones.
Repetirse genera rutina
Por más excitante que sea un estímulo, pierde su eficacia una vez que es muy conocido, cuando se convierte en lo de siempre, en lo “acostumbrado”. La sorpresa desempeña un papel muy importante en la sexualidad.
El cambio en una caricia, el roce con una parte del cuerpo inesperada o en una zona no estimulada anteriormente, así como que el amante esté vestido mientras ella lo excita completamente desnuda o viceversa, son siempre mensajes estimulantes para ambos.
Antes de poneros en marcha
La práctica de sexo oral requiere de una coordinación correcta de movimientos. Al subir y bajar a lo largo del pene, debe abrirse un poco la mano cuando va en dirección a la base; por el contrario, la mano debe cerrarse y presionar cuando está subiendo hacia el glande. A la vez, si la mano está yendo hacia abajo, también debe bajarse la cabeza hacia el falo para introducirlo más en la boca.
En el hombre, el glande y el frenillo son las áreas más reactivas (vuelve al capítulo 7 para recordar qué son). A la inversa, existen un par de posibilidades distintas: alejar el pene que sólo queda aferrado por la mano o apoyar los labios sobre la punta del glande, para repetir el movimiento, un instante después. En ambos casos es conveniente que la mano y la boca vayan en el mismo sentido.
Una vez que él ha eyaculado, cuando su cuerpo aún registra el impacto del reciente orgasmo, la piel del glande adquiere su máxima sensibilidad. Si en esos momentos, la amante lame el pene o lo introduce en su boca, el disfrute masculino se redobla, prolongándose durante mucho más tiempo.
Es muy positivo que ella aprenda una cuestión fundamental sobre la sexualidad del amante: se trata de reconocer los signos que indican que él está próximo a eyacular, porque ya no puede retrasar el orgasmo. Algunos indicios reveladores son los movimientos descontrolados y muy veloces de las caderas, que él lleva hacia delante para que el pene profundice en la boca y reciba roces más fuertes; músculos tensos, respiración jadeante o contenida, y otros muchos que dependen de cada hombre en particular. Eso indica que ha llegado el momento de acompañarlo, acelerando el movimiento de la mano pero sin brusquedad, ya que la sensibilidad de la piel irritada por el estímulo es muy alta y puede causarle dolor.