De niño a hombre
Llega cierto día en que un niño, al observar su cuerpo frente al espejo, verifica que le ha crecido vello en el rostro, al igual que en el pubis, el pecho y las axilas. Nota también que sus músculos han ganado volumen y longitud, su voz ha cambiado y el pene y los testículos han crecido. Pero, sobre todo, nota que, al menor contacto, siente una intensa excitación.
La razón es que ese niño ha llegado a la pubertad y su organismo ha multiplicado la producción hormonal: andrógenos u hormonas masculinas, pero fundamentalmente testosterona, aunque también androsterona y androstendiona. Todas ellas las segregan diversas glándulas, pero, fundamentalmente, los testículos.
Según estudios recientes realizados sobre personas adultas, se sabe que el motivo por el cual los hombres tienen menos tejido adiposo que las mujeres es porque los andrógenos impiden que se almacenen las grasas en el organismo masculino. Y según sea el nivel que estas hormonas alcancen en sangre, depende en algunos casos el grado de agresividad e incluso la intensidad de la libido de un hombre.
Aunque tanto hombres como mujeres producen hormonas sexuales, éstas cambian según el sexo. Así, la testosterona es una típica hormona sexual masculina, pero también es elaborada por los ovarios, sólo que en este caso se la llama androstendiona. Otra, también propia del hombre, el androstano, es la responsable de generar las hormonas genuinamente femeninas denominadas estrógenos.