Privilegio de mujer
En el cuerpo femenino, las zonas erógenas primarias están claramente localizadas y se las reconoce porque tienen una aguda sensibilidad. El más mínimo roce envía a los centros nerviosos ondas incitantes que despiertan o intensifican el deseo. Pero, además, la sexualidad de las mujeres se distingue porque prácticamente no hay un solo punto de su anatomía y ni un espacio aislado de la piel que no respondan al estímulo.
No obstante, es evidente que el clítoris es el centro máximo de reacción (si quieres saber más cosas sobre él, puedes repasar el capítulo 8), que al ser estimulado envía señales de placer al cerebro, que éste reparte por todos los rincones donde habita la sensibilidad. Le siguen en intensidad de respuesta los labios mayores y menores, el orificio vaginal, el perineo y el ano. Y muy cerca de los genitales, sobre todo del pubis y la vulva, se encuentran otros puntos de especial sensualidad: el ombligo y la zona superior e interna de los muslos.
El clítoris, el receptor del placer
Además de ser el núcleo sensible por excelencia del cuerpo femenino, el clítoris tiene la cualidad de emitir mensajes de goce, como si radiara ondas que se transmiten a la vagina, cuyo tejido es menos sensible. Es por eso que en las mujeres el deseo despierta con mucha fuerza ante la estimulación que conecta ambos núcleos.
El clítoris responde al más leve roce de los dedos o la boca y si, al estar erotizándolo, el amante o ella misma penetran el conducto vaginal con uno o varios dedos, se multiplicará el efecto.
Por lo demás, se trata de dejar en libertad la imaginación, como en todo lo relativo a la sexualidad. Apresar el clítoris por ambos lados con el índice y el dedo medio, mientras el pulgar traza círculos en la entrada de la vagina; lamer la punta y entrar y salir del conducto vaginal con un dedo al mismo ritmo, o cualquier otro juego que dicte la pasión, generará más deseo y mayor excitación hasta que ella llegue al clímax.
Los senos, la vía al orgasmo
Los senos femeninos son una de las áreas donde se concentra un altísimo grado sensitivo, y ello tanto en la copa como en la areola y, en especial, los pezones. Excitarlos conduce a muchas mujeres al orgasmo, ya que lo que percibe esa área es recibido y registrado por todo su cuerpo.
El tejido de los pezones tiene una característica singular: cuando ella está excitada y está erecto, conserva las sensaciones y las va incrementando a medida que se estimulan otras zonas erógenas, manteniéndose así durante toda la cópula.
La respuesta de los pezones crece con el paso del tiempo, porque su sensibilidad se va acrecentando y sus percepciones al tacto se agudizan.
De cintura para arriba
En las mujeres se producen reacciones sorprendentemente intensas en la parte interna de los brazos, sobre todo en el hueco que coincide con el codo y, bien arriba, en la proximidad de las axilas. Lamer ese punto hace las delicias de muchísimas de ellas.
Otra área especial se sitúa en la espalda, sobre todo en la línea que recorre la espina dorsal, donde hay un entramado nervioso importante. Y, a los lados, en el límite con el torso, la caricia ascendente que roza de cerca los pechos, resulta muy insinuante para la mujer, al igual que si se resigue con las palmas la silueta de sus caderas y muslos, como también los omóplatos y, por delante, la clavícula; deben tratarse ambos con suma delicadeza, ya que son estructuras óseas de gran fragilidad.
No hay que olvidar tampoco el placer que despierta el estímulo en la zona levemente hundida donde se ubica el coxis, los glúteos, las corvas y la delicada piel entre los dedos de los pies.