Lo que está oculto
Más allá de lo que se ve a simple vista, el cuerpo de las mujeres tiene muchos órganos sexuales que es recomendable conocer. En concreto, aquí te voy a hablar de:
El interior de la vagina.
El cérvix y el útero.
Las trompas de Falopio.
Los ovarios.
Vamos a ello.
El interior de la vagina
El interior de la vagina es de forma acanalada y su longitud varía de una a otra mujer, ya que va desde los 8 a los 12 centímetros. Tiene unos gruesos pliegues de piel llamados rugas y se divide en tres espacios abiertos y comunicados entre sí, las bóvedas. La última es más estrecha y profunda que las dos anteriores para facilitar que el esperma alcance el cuello uterino.
Sus paredes se rozan entre sí salvo cuando en su interior alojan al miembro masculino; entonces se separan y ensanchan para adaptarse a cualquier tamaño de pene porque su tejido fibromuscular es sumamente elástico, siempre que esté correctamente lubricado. Puede llegar a distenderse hasta los 12 centímetros de diámetro en el momento del parto.
Su mayor sensibilidad erótica se registra en la entrada y el primer tercio de su recorrido.
La cobertura interior de la vagina contiene una sustancia llamada glicógeno que origina el ácido láctico; éste sirve para equilibrar el flujo vaginal y mantener la zona siempre lubricada y a resguardo de bacterias. Estos fluidos son más abundantes cuando la mujer se excita. Su habitual temperatura cálida también aumenta con los estímulos.
Si realizas una autoexploración, introduciendo unos o varios dedos, puedes comprobar tanto la elasticidad como la temperatura y la humedad del canal vaginal. Para evitarte molestias conviene que antes de introducirlos los recubras con un lubricante suave de uso vaginal.
La mujer y el músculo PC
El músculo pubocoxígeo o, como habitualmente se lo denomina para abreviar, PC (en el capítulo 7 encontrarás más información sobre su equivalente masculino) es muy importante para fortalecer la zona pélvica y también cumple un papel destacado en la sexualidad, ya que ejercitándolo se gana en elasticidad vaginal y aumentan las sensaciones eróticas propias y del amante.
Los ejercicios que se practican con esta finalidad son los llamados de Kegel, por haber sido su creador el médico Arnold Kegel; son muy simples y puedes hacerlos de pie, sentada o acostada durante aproximadamente cinco minutos, unas cuantas veces cada día.
Se trata de que repitas un acto que haces naturalmente cuando tienes ganas de orinar pero debes contenerte por alguna razón. En esos casos, contraes ese músculo, automáticamente, sin pensarlo siquiera. Pero cuando hagas estos ejercicios, debes contraerlo y relajarlo voluntaria y repetidamente, en series de diez.
El cérvix y el útero
El cuello del útero, también llamado cérvix se encuentra donde acaba el trazado del conducto vaginal. Es una zona de forma abombada y maciza, que en su centro tiene un orificio muy pequeño; a través de éste, siguiendo un conducto estrecho, se accede al útero.
Conocido asimismo como matriz, éste es un órgano conformado por músculos muy fuertes que, en estado normal, mide alrededor de 7 centímetros y tiene forma de pera o triángulo invertidos. Sus paredes están recubiertas de una mucosa ricamente nutrida denominada endometrio cuya función es ofrecer las mejores condiciones para alojar al embrión y que pueda implantarse y desarrollarse durante los nueve meses aproximadamente que dura un embarazo.
El parto es precedido por unas fuertes contracciones que ayudan a que las mujeres den a luz; esos movimientos se producen por la contracción de los potentes músculos del útero; al principio son espaciadas, pero luego van siendo cada vez más frecuentes hasta expulsar al bebé.
Las trompas de Falopio
En el siglo XVI, el cirujano italiano Gabriel Falopio fue el primer científico que observó que en el organismo femenino existen dos conductos delgados y elásticos, de forma semejante a tubos cilíndricos que nacen de los vértices superiores del útero y evolucionan paralelos hasta llegar prácticamente a los ovarios, a los que cubren casi enteramente. Por esa razón se los denomina trompas de Falopio, en recuerdo de su descubridor.
Las funciones de estos órganos son muy diversas:
Capturan, por medio de una acción aspiratoria, al óvulo maduro que produce el ovario y que las mujeres liberan todos los meses.
Lo trasladan hasta el tercio exterior de la trompa, que se localiza en el espacio que antecede a su desembocadura en el útero.
Cuando los óvulos ya están en esta zona, permiten que se produzca el encuentro con los espermatozoides que deberán fecundarlos.
Cumplida esta función fertilizadora, el óvulo se desplaza hacia arriba para instalarse en el útero, donde madurará hasta convertirse en embrión.
Acudir a la consulta ginecológica es muy importante y no es conveniente no hacerlo por miedo o vergüenza. En este último caso, basta con recurrir a una ginecóloga. Siempre es aconsejable realizar periódicamente una citología y un examen de los senos o mamografía, sobre todo a partir de cierta edad o si se sienten molestias de cualquier índole.
Los ovarios
Los ovarios se localizan a los lados del útero, justo bajo las trompas de Falopio. Son de forma ovoide, similar a la que tienen las almendras, de color blanquecino y textura rugosa. Su labor principal es elaborar hormonas femeninas, sobre todo estrógenos y progesterona (si quieres saber más sobre las hormonas, vuelve al capítulo 5), y, en su función reproductora, producen gametos: células comúnmente conocidas como óvulos, que luego maduran en su interior.
La diferencia entre los óvulos y los espermatozoides o células masculinas que los fecundan es que los primeros son bastante más grandes y se movilizan de un modo muchísimo más lento.
El punto G, ¿una leyenda urbana?
En 1940, el ginecólogo alemán Ernest Gräfenberg dio a conocer su teoría acerca de que en el interior del conducto vaginal había un punto preciso, cuya capacidad de reacción era comparable a la del clítoris, de modo que, estimulándolo, las mujeres pueden alcanzar el clímax. Tiempo después, otros profesionales que investigaron en el mismo sentido decidieron que el punto se llamaría G, en honor a su descubridor.
El lugar concreto de localización debería hallarse introduciendo un dedo en la vagina, unos 5 centímetros aproximadamente desde la entrada a la misma y en su pared anterior. Allí estaría situada un área de unos 30 milímetros, de textura rugosa y recorrida por terminaciones sensibles.
Los defensores de esta teoría sostienen que, si se estimula, el punto G se agranda y endurece, e incluso afirman que durante el orgasmo segrega un flujo similar al de la eyaculación.
No obstante, otros especialistas son escépticos y mantienen que no hay pruebas suficientes sobre la existencia del punto en cuestión. Esto se vería reforzado por el hecho de que infinidad de mujeres han intentado comprobarlo, palpando el interior de su propia vagina, sin conseguir localizarlo.
Por su parte, los doctores Masters y Johnson, parecen haber llegado a una conclusión intermedia; según estos prestigiosos sexólogos, y de acuerdo con sus investigaciones, sólo un 10 % de las mujeres han hallado el punto G. También añaden que, incluso en el caso de éstas, es bastante difícil excitar con el pene o la mano una zona de tan minúsculo tamaño.
Los óvulos que liberan los ovarios son absorbidos por las trompas de Falopio; durante su trayecto pueden ser fecundados por los espermatozoides. Pero si esto no ocurre después de treinta y seis horas, la mujer no queda embarazada. En ese caso, la mucosa del endometrio preparada para alojar los óvulos se deshace y genera el flujo menstrual.
El funcionamiento ovárico está regulado por la glándula hipófisis, situada en la parte anterior del cerebro; es la más importante de todo el sistema glandular, sobre el que extiende su influencia.
En las mujeres, la hipófisis determina cuándo aparece la primera menstruación y también ejerce su acción, junto con los ovarios, sobre los senos, cuando una mujer debe amamantar.