Masajes apasionados
Los masajes ocupan un lugar esencial entre las caricias, ya que armonizan los aspectos físico, mental y psicológico de los amantes que los incluyen en sus juegos eróticos, para despertar y estimular la sensualidad, lo que genera nuevas experiencias sensoriales.
En Oriente siempre han sido considerados una de las prácticas que más disfrute proporcionan, mientras que en Occidente, la mayoría de las veces sólo se piensa en los masajes terapéuticos, y se dejan de lado sus infinitas posibilidades.
Cuando las manos u otras partes del cuerpo se deslizan por la piel suave y tibia, se producen escalofriantes y sensuales sensaciones, tanto en la persona que masajea como en la que es masajeada.
Primeros pasos
El más importante secreto del masaje erótico consiste en que a través del sentido del tacto (en el capítulo 6 encontrarás más información sobre él) se interrogue a la piel, para descubrir desconocidos puntos erógenos que sólo esta técnica es capaz de revelar, porque al masajear se abren los centros energéticos que están distribuidos por todo el cuerpo.
Algunas recomendaciones:
Debe cuidarse que la piel de las manos sea suave, su temperatura cálida y que esté seca.
Las uñas deben estar recortadas de tal modo que no hagan daño o arañen involuntariamente.
Conviene que las personas de piel áspera la suavicen con aceites o cremas.
Antes de iniciar los masajes, es preciso calentar las manos frotándolas entre sí, puesto que al hacerlo también emerge la energía que luego se transmitirá al cuerpo del amante.
Es imposible definir cuánto es el tiempo exacto o máximo para dar y recibir masajes. Aunque algunas personas prefieren que sea el propio despertar de la pasión la que dicte la duración de esta fase de la sensualidad compartida, lo cierto es que dejarse llevar por el apresuramiento no siempre es la mejor opción. Lo ideal es buscar el momento y el lugar apropiados para disfrutar de dar y recibir masajes sin interrupciones. La temperatura adecuada de la habitación debe ser de unos 25 °C, y si no se dispone de una cama o un sofá, que es lo más cómodo para tumbarse, una alfombra y cojines resultan buenos sustitutos.
Cuando los masajes se alargan más allá de unos veinte minutos, en lugar de alcanzar el punto en que la excitación indica que es impostergable profundizar el contacto e internarse en juegos y caricias más directas, se consigue el efecto opuesto: es decir, son tan relajantes que no cumplen con su objetivo como preámbulo de una posterior relación sexual.
Algunas técnicas que dejan huella
Aunque hay infinidad de formas de hacer masajes, existen algunas técnicas básicas que es útil conocer y que los agrupan en cuatro tipos:
Los que se deslizan suavemente por la piel.
Los de mediana presión.
Los más profundos.
Los de percusión.
Todos ellos son placenteros y transmiten un tipo de energía singular. Asimismo, pueden alternarse unos con otros, o seguir un ritmo creciente de intensidad; como en todos los aspectos de la sexualidad, no hay más guía que la que dicta el placer.
Masajes suaves
Estos masajes se recomiendan para el inicio y el final de los juegos. Es muy sencillo dar estos masajes, pues basta con deslizar las manos con suavidad y a un ritmo constante por la piel. Si se desea, previamente se la habrá untado, al igual que puede hacerse en las manos, con aceites perfumados o con una crema corporal para favorecer el desplazamiento. Se comienza a partir de un punto, pero sin insistir ni demorarse demasiado en él, trazando círculos concéntricos que recorran zonas amplias del cuerpo.
Las sensaciones son diferentes si se hacen con las yemas de los dedos: en este caso el efecto es relajante, pero estimulante a la vez, y la persona que lo recibe siente como si la rozara una pluma; lo único que hay que tener en cuenta es no provocar cosquillas para no romper la magia.
Otra posibilidad consiste en recorrer la piel en sentido longitudinal o en círculos, apoyando primero una palma y luego la otra; esta técnica permite acceder a una sensación asombrosa, ya que se percibe claramente el despertar de los sentidos. Además, elimina tensiones y propicia que circule libremente la energía erótica.
Presión media
Tres son los tipos de masajes llamados de mediana presión:
El primero consiste en “amasar” la carne, tomando trozos de piel o músculo para pellizcarla con un ritmo uniforme, pero brevemente. Luego se pasa a otra zona corporal que esté cerca de la anterior y así sucesivamente en toda el área que se esté masajeando de esta manera, sin interrumpir en ningún momento la acción.
El segundo consiste en estrujar y es idóneo para dar masajes en los muslos y en el torso. En este caso, se trata de hacer un movimiento de torsión intenso con las manos.
El tercero es estirar, es decir, apoyar las palmas quietas sobre una zona del cuerpo y luego dejar una de ellas allí, mientras la otra estira y arrastra la piel en sentido descendente, evitando siempre tocar puntos erógenos, que no deben rozarse de ninguna manera. A continuación se invierte el recorrido utilizando la misma mano y, por último, se repite el masaje igual, pero con la que anteriormente había permanecido inactiva.
A mayor rapidez en la cadencia del masaje, más calor se genera en la piel, sensación que estimula sutil pero significativamente los sentidos.
Profundos
Aplicar masajes profundos despierta infinidad de percepciones sensuales, si se realizan con los pulgares presionando con fuerza, moviendo las yemas en pequeños círculos y apretando puntualmente las plantas de los pies, las palmas de las manos y alrededor de las articulaciones; hay que hacerlos con cuidado, lentamente y, si se nota que en algún punto se genera dolor o incomodidad, debe detenerse el estímulo.
De percusión
Ofrecer a la pareja masajes de percusión consiste en golpear rítmicamente sobre su piel con el dorso de la mano; aunque una variante es hacerlos con el puño cerrado y flojo. Son muy adecuados en los glúteos, los muslos y las pantorrillas, ya que desde estos puntos las sensaciones se transmiten a todo el cuerpo.
Puede intercambiarse este tipo de estímulo con pequeños pellizcos que resultan altamente vigorizantes. Tanto que los orientales los recomiendan para reanimar a los amantes cansados, cuando la intensidad del coito los ha dejado exhaustos y, al cabo de un rato, desean repetirlo.
Masajes para practicar la sensualidad
A continuación, voy a regalarte algunos ejemplos de masajes que puedes llevar a la práctica con tu pareja. Seguro que de este modo la sorprendes y provocas un deseo de correspondencia.
En redondo
Cuando es ella la que brinda este masaje:
1. Describirá círculos con las yemas de sus dedos en torno a los pezones masculinos y, cada tanto, los pellizcará suave y sensualmente.
2. on las palmas abiertas, seguirá la línea de los músculos, desde el torso hasta la cintura, demorándose en el ombligo para realizar el camino inverso y ascendente con un contacto leve, hasta volver al punto inicial.
Si es él quien masajea:
1. Frotará ligeramente los pechos con la palma de la mano untada en aceites esenciales o lo aplicará sobre la piel, dejando las areolas y los pezones para el final y haciendo el masaje muy lentamente.
2. Encerrando los pezones suavemente entre el pulgar y el índice, los estirará hacia fuera, rozándolos con extremo cuidado, alternando este movimiento con otro de tenue presión hacia dentro.
Si su tamaño lo permite, él puede tomar ambos senos y, acercándolos, hacer que se friccionen entre sí, o rozarlos con el torso; ambas caricias multiplican el placer femenino.
Muy cálido
Este sugerente masaje se inicia dejando reposar la palma de una de las manos encima de la pelvis. Si se le hace a una mujer, con esa mano debe abarcarse la zona de la vulva y situar la otra encima del triángulo cubierto por el vello púbico, sin rozar el interior de los labios mayores.
Si se trata de un hombre, debe evitarse la excitación de los testículos, simplemente se deja la mano quieta. El tacto percibe así los latidos que emite la pelvis, que es uno de los centros energéticos y sexuales de mayor potencia. Luego, utilizando los dedos medios de cada mano se masajea suavemente la unión entre el muslo y la cadera, las ingles y el nacimiento del vello púbico, con movimientos ondulados o trazando líneas ascendentes, hacia el ombligo.
Aceites acariciantes
La aromaterapia es un excelente complemento a los masajes sensuales. No es lo mismo tocar con las manos secas las diversas zonas erógenas, sobre todo los genitales, que hacerlo después de haberlas untado con un aceite cuyo aroma, a la vez, estimule el olfato, lo que supone un valor añadido. La humedad que transmite el aceite forma una capa sobre la piel que facilita el recorrido ágil de la mano por cada rincón.
Hay una gran variedad de aceites esenciales con las más diversas propiedades:
Frescos extractos de flores y frutas.
Estimulantes como el romero.
Suavizantes e hidratantes como el áloe vera.
Exóticos como el de ambrosía, pachulí o sándalo.
Las siempre gratas esencias de vainilla y almendra.
De acuerdo con la esencia con la que se enriquezca el aceite con el que se haya elegido masajear, se transmitirán sus características relajantes o energéticas y excitantes.
En estos masajes hay que emplear la creatividad y la intuición para conseguir aumentar la excitación pero sin rebasar la línea que conduce a la caricia genital directa o a la masturbación.
Piernas y pies
Las piernas y los pies se masajean a ritmo lento, lubricándolos antes con aceites o cremas hidratantes, para poder deslizar bien las manos en sentido longitudinal, desde las nalgas hasta los tobillos.
Es muy incitante ejercer una presión muy leve cuando el recorrido es descendente mientras que, cuando se hace en sentido inverso, debe ser más firme, como si se estirara la piel hacia arriba.
El masaje en la cara interior de los muslos es muy efectivo, sobre todo a medida que las manos se aproximan a las ingles y también cuando recorren las corvas, por detrás de las rodillas. En esta zona debe realizarse el masaje tanto por la parte posterior como anterior, ya que ambas son muy sensibles.
La presión íntima y sugerente de rodear los tobillos con las manos, como si los apresara una “pulsera”, produce un cosquilleo que se prolonga hasta los genitales.
Uno de los sitios del cuerpo con mayor cantidad de terminaciones nerviosas son las plantas de los pies; la presión con el pulgar, así como cualquier otro tipo de roce o masaje, activa dichas terminaciones y despierta variadas reacciones erógenas. La única precaución debe ser controlar que el masaje sea firme para no provocar cosquillas.
Si masajeas uno a uno los dedos de los pies, como si los dibujaras, pasando el pulgar y el índice por los lados hasta la unión con el empeine y luego los estiras delicadamente hacia arriba y abajo o haciéndolos girar, los efectos que conseguirás son únicos.