ay cierto tipo de trastornos femeninos, ocasionales o que se prolongan durante un determinado periodo, que conviene enfrentar cuanto antes para resolverlos definitivamente. Entre ellos, uno relativamente frecuente es el dolor durante la penetración y al frotar el pene las paredes del conducto vaginal en los naturales movimientos del coito.

Las sensaciones pueden ser de variado tipo, ardor o escozor en la vulva, en el conducto vaginal o un intenso escozor que crea bastantes molestias; esto se denomina en lenguaje médico dispareunia.

En la inmensa mayoría de los casos se origina por falta de una lubricación vaginal adecuada que puede deberse a un problema hormonal, aunque también la causan ciertas infecciones, malformación de los genitales internos, el haber cicatrizado mal la zona después de un parto o una cesárea, padecer diabetes, e incluso el uso de desodorantes íntimos que irritan los sensibles tejidos de esa parte del cuerpo.

Otros motivos que pueden incidir en el coito doloroso son los problemas de tipo psicológico, de mayor o menor importancia. A veces, la vagina no se lubrica suficientemente debido al cansancio o a la tensión nerviosa cotidiana que sufre un gran número de mujeres, lo que involuntariamente hace que el conducto vaginal se retraiga y estreche, así como el miedo a que un pene grande o demasiado grueso les cause dolor durante la penetración; eso basta para que se contraigan los músculos vaginales, generando rigidez.

Lo decisivo de encarar esta cuestión a tiempo es que si se repite y prolonga termina por agravarse, generando en ellas una ausencia total de deseo.

OTROS TRASTORNOS

El vaginismo, por lo general, tiene causas de origen emocional que pueden ser experiencias traumáticas del pasado como violaciones, temores a que la penetración sea dolorosa o mala información. En un 95 por ciento de los casos la ayuda psicológica es muy eficaz, porque raramente se resuelve de manera espontánea.

Es difícil hallar a una mujer que alguna vez no haya tenido micosis, sobre todo después de una regla o un parto, entre otros motivos; el porcentaje se cifra en un 75 por ciento de ellas. Estas son las infecciones vaginales generadas por hongos y la más frecuente de todas es la candidiasis.

Aunque no son graves, las micosis provocan síntomas muy molestos: picor, escozor, vulva hinchada y enrojecida, así como flujo vaginal de color y olor característicos, muy distintos de los habituales.

Cuando esto ocurre es necesario acudir a la consulta de un ginecólogo, que extraerá una muestra de flujo vaginal para hacer un cultivo y determinar con exactitud de qué tipo de micosis se trata y poder recomendar el tratamiento más adecuado.

Suele ser en base a antibióticos fungicidas; una buena prevención para que no aparezcan estos problemas es no abusar de las duchas vaginales, evitar los desodorantes y aerosoles aromatizados, porque son irritantes, así como usar siempre ropa íntima de algodón.

NO ES UN ADIÓS...

Entre los cuarenta y cinco y los cincuenta años hacen su aparición una serie de cambios en la fisiología de las mujeres porque disminuye su producción de hormonas. Poco a poco, los ovarios van trabajando menos y más lentamente y la menstruación comienza a ser irregular hasta su ausencia definitiva.

Pero que ella ya no sea fértil desde el punto de vista reproductivo no significa que su deseo sexual no permanezca vivo. Al contrario, sigue excitándose y deseando mantener relaciones sexuales; algunas mujeres, incluso, con la tranquilidad de no haber peligro de embarazo, sienten un renovado ardor erótico.

Puede notarse que la vagina se lubrica menos y se siente irritación o dolor durante la penetración, pero esto se resuelve usando cremas, óvulos o geles especialmente elaborados para resolver la cuestión. Por lo demás, seguir disfrutando de orgasmos, masturbándose o en pareja, mantiene el tono muscular pélvico y acrecienta la elasticidad y la lubricación vaginales.

 
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