ste trastorno consiste en la incapacidad repetida y constante de mantener una erección, por falta de irrigación sanguínea hacia el pene, lo que impide la penetración y el coito. Es muy importante no confundirla con la disfunción eréctil o la erección irregular, que ocurren de forma circunstancial.
Para saber con seguridad que se trata de impotencia se recurre a las estadísticas: si se produjo al menos en el 25 por ciento de los intentos, es indudablemente dicho trastorno y no la falta de erección pasajera, que alguna vez en la vida les sucede a prácticamente todos los hombres.
En la impotencia se reconocen tres estadios o grados: primario, secundario y situacional. El primero de ellos es el que se padece desde el propio inicio de la vida sexual; el segundo es habitual en hombres que han tenido erecciones satisfactorias en el pasado; y la llamada impotencia situacional es propia de momentos muy concretos o solo se produce mientras se mantienen relaciones eróticas con ciertas personas. La más grave o primaria representa únicamente el 10 por ciento de los casos.
Las causas que originan este trastorno pueden ser físicas, sobre todo en hombres que superan los cuarenta y cinco años, y en un alto porcentaje se debe a tensión arterial alta, exceso de colesterol o enfermedades cardíacas, entre otras, porque afectan al sistema arterial, restringiendo la afluencia de sangre hacia el pene.
CONOCER EL ORIGEN
En primer lugar, como en toda disfunción, es preciso conocer su origen. Si es psicológico, realizar una terapia adecuada y descubrir el trauma causante de la impo tencia, que puede ser muy diverso en cada persona: experiencias anteriores fallidas o rechazo en algún contacto sexual. Ambos pueden motivar una baja autoestima o inseguridad, que se expresan en frustración y sentimientos de ansiedad que bloquean la libido en un intento de autoprotección, con la intención de no repetir los fallos. Asimismo, una educación restrictiva o haber sido objeto de abusos sexuales a temprana edad pueden causar impotencia.
Pero si el origen es la consecuencia de una enfermedad física o del efecto secundario de un fármaco, el médico indicará el tratamiento a seguir o el cambio del mismo, para seguir tratando el trastorno que requiere el medicamento en cuestión y que, a la vez, la vida sexual pueda normalizarse.
Existen muchos fármacos para resolver la impotencia, aunque estos deben ser recetados por un especialista, después de una revisión general, para averiguar la dosis exacta y más efectiva en cada caso. Sin embargo, su acción no es automática ni inmediata y hace falta que la libido se active; es decir, que solo son eficaces si el hombre se siente sexualmente excitado. Una vez que se ha mantenido contacto sexual completo la erección desaparece y, si llegara a persistir más tiempo de lo indicado en el prospecto, debe consultarse al médico que recetó la medicina.
Una vez que se ha mantenido contacto sexual completo la erección desaparece y, si llegara a persistir más tiempo de lo indicado en el prospecto, debe consultarse al médico que recetó la medicina.
A veces este trastorno tiene su mayor enemigo en la propia persona que lo padece, porque son muchos los hombres que eluden pedir ayuda a un profesional cuando se trata de problemas sexuales, y basta con visitar al médico de cabecera, explicando con franqueza lo que ocurre, para que este indique el tratamiento adecuado.