egún su efecto sobre el sistema nervioso, las drogas se clasifican en tres grupos: depresoras, estimulantes o perturbadoras.
Al primer grupo pertenecen el alcohol, la morfina y la heroína; al segundo, las anfetaminas, la cocaína, el éxtasis y otras drogas sintéticas similares, y en el último están la marihuana, el hachís, el LSD y las colas o pegamentos.
La idea de que las drogas intensifican la potencia, el placer sexual y la sensación orgásmica es falsa: ocurre exactamente al revés.
Sus primeros efectos de relajación o euforia pronto dan paso a la apatía o a un extremo nerviosismo, respectivamente, empobreciendo notablemente las relacio nes sexuales: él no consigue una buena erección, en ella desaparece el deseo, y ambas cosas se traducen en que resulta imposible llegar al clímax.
El alcohol dificulta la erección y merma la intensidad del orgasmo, y en cuanto a la heroína o la morfina, además de disfunciones en la erección y en la lubricación vaginal, pueden llegar a anular cualquier reacción erótica.
Las drogas estimulantes, en lugar de elevar el nivel de la libido y acrecentar el erotismo, generan un alto grado de ansiedad y euforia, desordenando tanto la percepción sensorial como el conjunto de la personalidad; hay descontrol en la eyaculación y provocan disfunciones eréctiles o priapismo, que consiste en una erección prolongada y dolorosa, y diversos trastornos en la mujer.
Por último, los alucinógenos crean percepciones ajenas a la realidad, con pérdida de las nociones de tiempo y espacio, provocando desórdenes que van desde ideas suicidas hasta agresivas hacia los demás.