as personas descubren sus genitales en la infancia y eso es como un imán: su naturaleza las impulsa a conocerlos y pronto notan que su contacto es muy gratificante. Pero es en la adolescencia, cuando el cuerpo se revoluciona y la sexualidad despierta impetuosa, cuando comienzan a buscarlos deliberadamente para gozar masturbándose: se acarician o frotan, situándose en mil posiciones distintas, hasta satisfacer el deseo erótico y alcanzar el orgasmo. Pero la masturbación no se limita a esta edad; autoestimularse intensifica el ardor sensual durante los juegos preliminares al coito, e incluso es un aliado decisivo durante las relaciones sexuales, para acrecentar las sensaciones, durante la vida entera.
CÓMO SE ESTIMULAN ELLAS
Las mujeres, como en tantos otros aspectos, han vivido la represión en materia sexual y el simple gesto de una niña llevando la mano hacia su vulva, en muchos ambientes se ha castigado con dureza. Esto la ha llevado a tener sentimientos de vergüenza o culpa y prejuicios tales como considerar a sus genitales una parte «sucia» de su cuerpo.
Sin embargo, la masturbación es fuente de placer y autoconocimiento, una práctica muy saludable, y supone una verdadera iniciación para, más tarde, disfrutar mucho más del sexo compartido.
Hay múltiples maneras de mimarse las zonas erógenas, que cada mujer aprende a conocer al estimularse; la frecuencia de masturbación es variable de una a otra y depende de que algo en particular eleve su morbo, de su estado de ánimo y de su capacidad de fantasía. Incluso en ocasiones, muchas mujeres se masturban después de un día complicado para relajarse y gratificarse.
Algunas mujeres se autoestimulan mirándose al espejo, porque su propia imagen gozando las incita; sus gemidos de placer cuando frotan el clítoris, mientras acarician sus pechos o rozan el ano, también suelen ser un acicate.
Mojar los dedos en los fluidos vaginales, recorrer así la vulva retardando el contacto con el clítoris que parece ir en busca del roce exacto que lo haga vibrar, o masturbarse bajo el agua de la ducha, son algunas de las formas de disfrutar y con las que se alcanza el orgasmo. Y a estas pueden sumarse otras: tantas como ella sea capaz de crear, en función de lo que más disfrute le brinde.
CÓMO SE ESTIMULAN ELLOS
Ningún hombre es igual a otro en su forma de buscar el placer cuando se autoestimula. Él aprende cómo hacerlo para extraer el mayor goce de las caricias que prodiga a su cuerpo para alcanzar la excitación y desbordarse en el clímax.
Se deja llevar por imágenes eróticas mientras se masturba, imaginando que su mano apresando el pene, jugando con el prepucio a descubrir y cubrir el glande, en realidad no es la suya sino la de una amante imaginaria. A veces ni siquiera roza la sensible punta de su pene, haciendo un anillo que lo apresa con el pulgar y el índice para frotar el tronco y deteniéndose en la corona, para volver a la raíz incansablemente. Otras, humedece su mano con un lubricante y la sensación placentera cambia por completo; si lo hace en seco, el placer es distinto: firme y recio; cambia de mano por la que no tiene tanta destreza táctil para prolongar la excitación y retardar la eyaculación. Y sigue probando para saber qué le ofrece mayor goce: rozarse suave y lentamente o frotar con intensidad; recorrer el perineo con sus dedos, acariciando el escroto, mientras percibe que se aproximan los escalofríos de un intenso disfrute.
El placer masturbatorio no sigue reglas, sino que los juegos dependen de la inventiva de cada cuál. La constante innovación, la libertad para experimentar es lo único que se necesita para hallar las maneras más excitantes del goce.