a única manera de protegerse de la transmisión de enfermedades (ETS) durante el contacto sexual es utilizar preservativos, tanto cuando hay penetración vaginal como anal e incluso durante la práctica del sexo oral. Desafortunadamente, solo un 10 por ciento de las mujeres, sobre todo las más jóvenes, que son un grupo especial de riesgo por su falta de información por lo general, asumen que pueden sufrir una enfermedad de transmisión sexual, mientras que el resto de ellas no lo toma en cuenta, aunque, sin embargo, el número de casos de contagio en los últimos años entre parejas estables ha ido en aumento.
Como en muchos problemas de salud de cualquier tipo, pero sobre todo en es tos casos, es fundamental para tratarse, si se ha contraído una enfermedad, contar con un diagnóstico precoz.
DOLENCIAS GRAVES
Algunas enfermedades de transmisión sexual son infecciosas, como es el caso de la hepatitis B o el VIH, y además de contagiarse durante el coito sin protección también se transmiten por vía sanguínea, como, por ejemplo, cuando se comparten jeringuillas.
Por lo general, afectan a la zona genital, pero también pueden tener efectos sobre otros órganos como el hígado, los intestinos o las articulaciones, entre otros, y, sobre todo, sobre el sistema inmunológico, debilitándolo, lo que permite que se contraigan otras enfermedades al tener las defensas bajas y no poder combatirlas.
La mayoría de los afectados por estos trastornos tiene entre quince y treinta años de edad, siendo las consecuencias sobre el organismo diferentes según la gravedad de la enfermedad contraída.
Unas pueden causar dolor y lesiones en ciertas zonas que pueden ser revertidas con la medicación adecuada y oportunamente ingerida, y otras generan dolor durante toda la vida, esterilidad e incluso la muerte. Lo cierto es que su proliferación es muy veloz y de ahí la importancia de detectarlas cuanto antes; al menor síntoma extraño en la piel o los genitales es preciso acudir al médico de cabecera en primer lugar y que este decida a qué especialista resulta más conveniente consultar; puede ser un ginecólogo, dermatólogo o urólogo, según el caso.
Entre las más habituales ETS, actualmente se encuentran las de tipo fúngico como la clamidia, las tricomonas o la candidiasis que responden a tratamientos relativamente sencillos si no están en estadios muy avanzados; en otro grupo se engloban las infecciosas, como la gonorrea, la sífilis, el herpes genital, los condilomas y las peligrosas hepatitis B, el virus del papiloma humano (VPH) y el VIH o SIDA, siglas de síndrome de inmunodeficiencia adquirida.