eneralmente, los hombres perciben con naturalidad las partes visibles de su aparato genital, ya que durante siglos el libre ejercicio de la sexualidad ha sido considerado como un comportamiento propio y exclusivo de lo masculino.
Incluso hoy en día, cuando la igualdad entre los sexos es algo cada vez más aceptado en nuestra sociedad, aún siguen vigentes algunos valores que les otorgan más privilegios a ellos que a las mujeres.
NO SIEMPRE Y NO TODOS
Sin embargo, más allá de las ideas prejuiciosas o del pensamiento generalizado, indudablemente hay singularidades y cada hombre tiene distintas vivencias en rela ción con su pene o, lo que es lo mismo, con el órgano más evidente de sus genitales exteriores. De modo que es posible hallar un arco muy amplio de percepciones que va desde la vergüenza por la forma que tiene hasta la jactancia por su tamaño, que se suele asociar a sus posibilidades de dar y ofrecer placer sexual. Esto último es, en la mayoría de los casos, consecuencia del desconocimiento o de un conocimiento muy superficial de la propia sexualidad y, por supuesto, también de la femenina, ya que forma y tamaño no influyen en ello.
LO QUE NO VEMOS
La sensible bolsa de piel visible entre los muslos de los hombres, llamada escroto, contiene los testículos o gónadas masculinas, que no están a la vista. La palabra gónada procede del griego gone, que significa literalmente semilla.
Los testículos son equiparables en sus funciones a los ovarios; es decir, tienen un doble cometido: por un lado, pro ducir espermatozoides, que son las células reproductivas, también denominadas germinales, contenidas en el semen, que fecundan los óvulos para generar una nueva vida; y, por otro, activan la función sexual produciendo y segregando hormonas, de las cuales la testosterona, elaborada por las llamadas células de Leydig, es la más importante.
Los niveles de testosterona en la sangre suelen mantenerse constantes por la acción reguladora de un conjunto de varias glándulas, aunque el cansancio, el estrés y otras circunstancias pueden producir variaciones leves. Entre dichas glándulas podemos mencionar el hipotálamo o la pituitaria; esta última también influye en la actividad de los ovarios.
-CÓMO SON?
De forma redondeada, el tamaño de los testículos es variable de un hombre a otro y va desde los dos centímetros y medio hasta los cuatro y medio de longitud, siendo su ancho de aproximadamente la mitad. Su superficie es lisa y al tacto se aprecia dureza, así como una condición móvil, como si se desplazaran dentro del escroto. La presión y los golpes los afectan intensamente por su gran sensibilidad, así como otros factores que provocan subidas y bajadas testiculares y, en ciertos casos, dilatación o encogimiento. Esto puede suceder debido a estímulos ambientales, como por ejemplo el frío, que los empequeñece, o ser de índole psicológica, porque este fenómeno también puede ser provocado por el miedo o la ansiedad; también de tipo sexual, ya que el calor del deseo y la excitación los agranda. Sin embargo, luego vuelven naturalmente a su sitio. Es corriente que el testículo izquierdo esté situado algo más abajo que el derecho.
En su interior hallamos una gran cantidad de pequeños tubos, conocidos como túbulos seminíferos, de trayectoria sinuosa, por donde se desplaza el esperma que contiene los espermatozoides, y que se conectan con otros tubos, de mayor diámetro, para reunirse todos en el epidídi mo, un órgano duplicado que se encuentra por encima de cada testículo.
UN VIAJE CON VARIAS ESTACIONES
En los epidídimos es posible distinguir cabeza, cuerpo y cola. Cada uno tiene aproximadamente cinco centímetros de longitud por doce milímetros de ancho, porque están enrollados; si se desplegaran, medirían varios metros. Se sitúan en la parte posterior de los testículos, entre la vejiga y el recto, y son verdaderos almacenes de semen.
Cuando el esperma llega a este punto no ha madurado aún, sino que irá haciéndolo a lo largo de varias semanas, mientras sigue viaje hacia los conductos deferentes, que son finos cilindros que se hallan en la parte interna, pero al borde de la piel del escroto.
Al producirse la eyaculación, el semen pasa por el conducto uretral, que se extiende a lo largo del interior del pene, y es expulsado al exterior a través del meato urinario, al igual que la orina.
Por detrás de la vejiga, los conductos deferentes están justo sobre unas glándulas pequeñas llamadas vesículas seminales. Al converger, ambos órganos se convierten en los conductos eyaculatorios. Estos segregan un fluido que, entre otras sustancias, contiene fructuosa y contribuye a la movilidad del esperma, factor importante para la acción reproductiva. En la zona inferior de la vejiga dichos conductos se ensanchan, convirtiéndose en las ampollas seminales; luego se estrechan nuevamente y se unen al conducto prostático, formando el conducto eyaculatorio que, atravesando la próstata, se abre en la uretra. Al producirse la eyaculación, el semen pasa por el conducto uretra¡, que se extiende a lo largo del interior del pene, y es expulsado al exterior a través del meato urinario, al igual que la orina.
ELLOS, EN EXCLUSIVA
Solo los hombres tienen en su organismo la glándula prostática o, sencillamente, la próstata. Su forma recuerda a una nuez o una castaña, al igual que su tamaño, que es aproximadamente de entre dos y cuatro centímetros de longitud y ancho y un diámetro que alcanza los dos y medio.
Se compone de fibras musculares y tejido glandular que segrega líquido prostático. Este fluido, de consistencia lechosa, es el que le da al semen su textura y olor característicos. Asimismo, es alcalino, lo que sirve para neutralizar el medio ácido de la vagina y que los espermatozoides prolonguen su vida, dándoles más tiempo para fecundar los óvulos.
Aunque la próstata está en continua actividad en los hombres sexualmente maduros, durante la excitación sexual sus secreciones aumentan y van hacia la uretra, donde se combinan con el esperma y el fluido procedente de las vesículas seminales.
Si un hombre se ha sometido a una vasectomía, lo que impide al esperma llegar al conducto uretra¡, igualmente se sigue produciendo tanto el fluido de la próstata como el de las vesículas seminales, de manera que eyacula normalmente; lo único que ocurre es que su semen no fertiliza, porque no contiene espermatozoides.
Desde la adolescencia y durante toda la vida, esta glándula «de la masculinidad», como se la suele llamar, crece alimentada por la producción de hormonas. Es por esa razón que son muy pocos los hombres adultos en los que sigue siendo del mismo tamaño que en la juventud.
Lo habitual es que a partir de los cuarenta años comience a agrandarse. En muchos casos solo se trata de un aumento de su propio tejido, lo que se conoce como hiperplasia benigna, pero en otros, dicho tejido puede contener células malignas o degenerar en un cáncer de próstata.
Por lo general, el crecimiento de la próstata produce dificultades para contener las ganas de orinar y otras molestias menores. Sin embargo, aunque no se experimente ningún trastorno, es conveniente acudir a la consulta de un urólogo cuando el hombre alcanza la edad antes mencionada. La razón es que la prevención, cuando se trata de la salud sexual y de seguir manteniendo una vida erótica activa y placentera, es fundamental.
Muchos hombres retrasan la visita al urólogo por prejuicios, vergüenza o, sencillamente, miedo. Es preciso saber que, incluso en los casos en que es necesario practicar cirugía prostática, la mayoría de los que han sido intervenidos siguen luego manteniendo relaciones sexuales con normalidad.
GLÁNDULAS CON NOMBRE PROPIO
El anatomista y cirujano inglés William Cowper (1666-1709) fue quien describió por primera vez estas glándulas y por eso llevan su nombre. Son dos, están situadas bajo la próstata y también se las llama glándulas bulbouretrales, en este caso por su forma y porque vuelcan sus secreciones en la uretra.
El tamaño de cada una de las glándulas bulbouretrales o de Cowper no es mayor que el de un guisante. Su actividad es generada por la excitación sexual y al alcanzar esta su punto más alto, previo al orgasmo, es cuando vierten una o dos gotas de un líquido claro, que puede verse en la punta del pene. Estas secreciones tienen la función de limpiar y lubricar la uretra, preparándola para la inmediata eyaculación. Sin embargo, la cantidad de fluido que producen no es suficiente para lubricar también la vagina durante el coito.
Con frecuencia, el fluido de estas glándulas contiene esperma; de modo que, si se tienen relaciones sexuales sin utilizar anticonceptivos, sino retirando el pene de la vagina antes de eyacular, igualmente puede producirse el embarazo.
POR FUERA Y POR DENTRO
Pene es un vocablo procedente del latín penis, que significa «cola»; también es llamado miembro viril o falo, palabra de origen griego. Pero todos estos términos sirven igualmente para designar el órgano masculino más sensible a los estímulos. A diferencia de los genitales femeninos, pertenece tanto al aparato genital como al urinario
Su apariencia externa es simple: del pubis nace el tronco y acaba en el glande, cubierto por el prepucio y, entre ambos, la corona de piel que los separa. Sin embargo, su estructura interior es muy com pleja, ya que sus funciones también lo son.
El pene no contiene huesos ni músculos, sino tres cilindros: los dos mayores, o cuerpos cavernosos, están situados uno junto al otro en la parte superior. Como su tejido es eréctil, durante la excitación sexual se llenan de sangre y es entonces cuando el falo adquiere dureza y aumenta de tamaño. El tercer cilindro es el cuerpo esponjoso, que se extiende por la parte inferior de la superficie y por donde pasa la uretra, que atraviesan el semen y el líquido urinario, dirigiéndose ambos hacia el orificio que hay en la punta, el meato uretral. Este cuerpo esponjoso, asimismo, se agranda y forma el glande, comúnmente llamado cabeza del pene.
EXTREMA SENSIBILIDAD
La forma del glande es redondeada y su piel es sumamente sensible. Precisamente para proteger su vulnerable tejido, está recubierto por el prepucio, que es un pliegue de piel móvil; es decir, que puede ser retirada para descubrir el glande, lo que ocurre naturalmente durante la erección, o puede este estar expuesto de manera permanente, cuando al hombre se le ha practicado la sencilla intervención quirúrgica denominada circuncisión. Bajo el prepucio se acumula una sustancia densa y de intenso olor, el esmegma, que se adhiere al glande. Pero recogiendo el prepucio hacia atrás e higienizando bien la zona se elimina por completo.
El glande es tan delicado y sensitivo, que los roces o frotamientos demasiado fuertes pueden causar irritación e incluso dolor en la zona; y, por eso, ciertos hombres prefieren la estimulación en el tronco del miembro.
El punto de la zona inferior del pene donde se sujeta el prepucio es un fino ligamento llamado frenillo, que es la conexión entre el glande y el tronco del pene y, desde el punto de vista del goce, es uno de los puntos más sensitivos del universo erógeno masculino.
VARIEDAD DE FORMAS
Todo el pene es zona álgida de placer: excitarla con las manos o la lengua desde la raíz, recorriendo su tronco enteramente, mimar de manera especial y suave el glande y juguetear retirando el prepucio, así como dar suaves golpecitos con la yema de un dedo o la punta de la lengua en el frenillo, son estímulos que provocan en él reacciones indeciblemente sensuales. Eso se expresa en una erección cada vez más intensa, lo que denota la fuerza del deseo y el disfrute sexual. Lo mismo ocurre cuando, durante el coito, las paredes de la vagina lo encierran en su cálida humedad y el pene las roza, empujando suave o rudamente, hasta que alcanza el clímax.
Muchos hombres sienten preocupación por cómo es su miembro y en ese caso es conveniente saber y aceptar que, tanto en estado de reposo o flacidez como cuando se manifiesta una erección, sus formas son muy variadas y no hay un pene igual a otro, tal como ocurre con otras partes del cuerpo. Los hay cortos o largos; anchos o delgados, e incluso rectos y curvos.
Al crecer durante el estado de deseo o la excitación, por lo general, el pene se tensa y eleva de manera vertical y paralela al abdomen. Pero hay algunos, en cambio, que se sitúan perpendicularmente con respecto al vientre y, por último, en los penes de forma curva, que es tan frecuente como normal, la curvatura se acentúa, pudiendo tender hacia arriba o hacia los lados; usualmente, en estos casos, se lo denomina «pene en forma de sable».
En cuanto a las dudas que puedan surgir acerca de si los penes curvos pueden ser un problema durante las relaciones eróticas, lo que en ocasiones genera inseguridad en ellos, es importante saber que se trata de una concepción errónea. En realidad, ocurre todo lo contrario: en primer lugar, a ninguna mujer le preocupa si su compañero de juegos sexuales tiene el pene curvo o recto; por lo demás, la curvatura permite ciertos estímulos excitantes en las paredes de la vagina durante la pe netración y el coito provocando, si cabe, aún más placer sexual.
IMPORTA EL TAMAÑO?
Una de las grandes fantasías en tomo a la virilidad es que «los penes grandes son mejores». Esto es una fábula, porque la idea de que un miembro grande es la clave para gozar es errónea, una idea que se ha mantenido durante siglos y que algunos aún sostienen pero que, a medida que existe mayor conocimiento y libertad, poco a poco va desapareciendo para ceder paso a nociones más realistas y veraces.
Los penes considerados pequeños son los que miden, en estado de erección, menos de once centímetros; la escala de entre trece y diecisiete es la más corriente, y a partir de los dieciocho centímetros de longitud son grandes.
Para desmontar el mito y evitar obsesionarse con conceptos falsos que solo conducen a mermar la capacidad de goce, empequeñeciendo el universo sensual propio y de la pareja, hemos de decir que en realidad esos penes suelen causar dolor durante el coito; de manera que el hombre deberá evitar que la penetración sea profunda.
JUEGOS «A MEDIDA»
En los casos de penes pequeños, se trata también de hallar la postura adecuada y que las embestidas durante el coito sean más profundas y suaves, sin brusquedad ni demasiada amplitud, para que no se deslicen fuera de la vagina. Una postura recomendada es utilizar un cojín y colocarlo bajo las caderas femeninas para elevar la pelvis o que ella contraiga el músculo PC para abrazar el pene más estrechamente. Esto, además, les proporciona sensaciones muy excitantes a ambos.
Lo cierto es que un buen amante no se define por la forma o el tamaño de su miembro, sino por su capacidad de estimular los puntos erógenos de la mujer: acariciar o lamer el clítoris, fundamentalmente; mimar sabiamente los pezones y los senos y excitar otras zonas que a ellas las erotizan sobremanera durante los preliminares al coito.
Por último, los que se preocupan por el tamaño de su falo deben conocer esta interesante paradoja: puesto que el tamaño del pene se verifica sobre todo en erección, ocurre que muchos de los que son muy grandes en estado de reposo suelen crecer muy poco al estar erectos. Por el contrario, penes que estando flácidos son pequeños, aumentan mucho su tamaño al ser estimulados y entrar en erección.
ESA ZONA TAN ESPECIAL
Por fuera, la bolsa de piel que contiene los testículos es un área de intensa sensitividad erótica. Ellos disfrutan enormemente con las caricias hechas en ese delicado tejido, muy poblado por vasos sanguíneos y terminales nerviosas, y, si se estimula durante la penetración, las eyaculaciones y el goce orgásmico aumentan su intensidad.
Es importante evitar la brusquedad y las presiones que puedan molestar, los roces con las uñas o la piel áspera de las manos. La lengua húmeda recorriendo el escroto, hacia arriba y hacia abajo, introducir toda la bolsa en la boca con suavidad o apretar firme y voluptuosamente los labios contra su fina piel, generan una reacción sexual muy fuerte en los hombres.
Hay quienes prefieren que las palmas tibias vayan trazando círculos, rocen la piel, dibujen itinerarios sensuales con uno o varios dedos, y otros, que la caricia se deslice con las manos untadas en una sustancia lubricante; lo que resulta estremecedor y eleva el deseo y la excitación hasta el límite.
OTROS PUNTOS DE DISFRUTE
El perineo es una superficie romboidal que se divide en dos triángulos: uno anterior o triángulo urogenital y otro posterior, o triángulo anorrectal; de modo que se extiende desde el orificio urogenital hasta el anillo exterior del ano.
Lo conforman ocho músculos, distribuidos en la zona superficial, media y profunda, que, además, está densamente atravesada por vasos sanguíneos y terminaciones nerviosas de sensibilidad muy acusada.
Las suaves caricias o la humedad de la lengua recorriendo el perineo intensifican la pulsión sexual y dos son los puntos álgidos de este itinerario que ofrecen las máximas percepciones de goce.
La sensitiva zona del meato uretra¡, en la punta del glande, a la que hay que mimar con la lengua con sumo cuidado y lentitud para no crear molestias, y, en el lado opuesto, la zona del anillo anal, donde los hombres gozan muchísimo de los estímulos, aunque algunos sientan reparo en aceptar ser estimulados allí. Sin embargo, quienes se atreven a experimentarlo saben que ese sitio preciso encierra un intenso placer y no solo en el exterior del orificio del ano, sino que se prolonga hacia el interior del conducto. Aventurarse a traspasar esa barrera es entrar en un mundo que suma más riqueza a la sexualidad masculina.