1 punto culminante de la unión sexual, cuando los cuerpos se funden y mantienen el contacto más íntimo posible, estando el pene dentro de ella, es el coito, y todos los juegos de excitación que lo preceden están dirigidos a que durante el mismo los amantes disfruten intensamente.
El hombre y la mujer perciben de forma distinta el coito. Para ellos es un objetivo al que dirigen todas sus energías, porque sentir su pene envuelto en la cálida y húmeda vagina les proporciona el goce más completo y los lleva al clímax. Por eso, algunos hombres se apresuran a penetrar a su pareja, guiados por la excitación, sin advertir que ella aún no está preparada.
Para ellas es diferente, porque -aunque tienen sensibilidad vaginal- su máxi mo punto de placer está en el clítoris, que debe ser estimulado mientras se produce la penetración. Cuando es así, el conducto vaginal tiene la lubricación adecuada para que la satisfacción sea plena.
Algunas mujeres, aunque estén muy excitadas, emiten un flujo vaginal escaso o no lo emiten y otras, en cambio, tienen una abundante lubricación.
Pero en todos los casos, la vagina húmeda facilita la penetración y ayuda a que los músculos vaginales se distiendan, aunque el pene sea grande y la erección muy firme.
En general, todas las mujeres, aunque su orgasmo se produzca por el roce del clítoris con el cuerpo masculino o por estimulación directa, disfrutan durante el coito por la intimidad del contacto, al sentir a su amante alojado dentro de su cuerpo, fundidos ambos en el placer.
GOZO COMPARTIDO
El coito puede adquirir diversos ritmos y cadencias, desde los más suaves y super ficiales hasta los más profundos y violentos. La necesidad de que sea de una u otra forma cambia en cada relación se xual, buscando el modo de que sea más satisfactorio para ambos. Conseguir una buena comunicación y un perfecto acoplamiento de los cuerpos es una de las maneras de lograr que el ritmo del coito sea cadencioso, de modo que puedan acelerarlo o retrasarlo cuando les apetezca. La clave para conseguirlo es que ambos estén atentos no solo a su propio deseo, sino al del otro. Esta sensibilidad no se identifica con el hombre o la mujer, no es una cuestión de géneros, sino de características personales. Hay personas más bruscas y otras, en cambio, son más relajadas; algunos disfrutan con la intensidad y otros con la suavidad. Del mismo modo que los integrantes de una pareja deben acoplarse en todos los aspectos de su vida en común, en el sexo también es necesario que lo hagan sin que ninguno se sienta responsable si algo no sale bien. El sexo en pareja es cosa de dos, por lo tanto, si ella disfruta con los embates seguí dos e intensos y él prefiere que sean lentos y cadenciosos, existe la posibilidad de que ella controle su ímpetu en los primeros momentos del coito y, cuando estén cerca del orgasmo, se deje llevar y acelere el ritmo.