n las últimas décadas del siglo xx se produjeron numerosos cambios sociales y, en ese contexto, las mujeres comenzaron a reivindicar su igualdad en diversas esferas y, sobre todo, el derecho a disfrutar libremente de su erotismo y no como había estado ocurriendo durante siglos, en que se las arrinconaba, obligándolas a mantener un perfil sumiso y dependiente de la sexualidad masculina.
Sin embargo, aún permanecen agazapados muchos prejuicios sexuales que las siguen limitando, lo que influye negativamente en ellas. Muchas mujeres todavía consideran que si el sexo no funciona bien es por su responsabilidad. Algunas, porque creen no ser lo suficientemente atractivas, porque piensan que no saben complacer a sus amantes o por otros motivos con los que se culpabilizan, lo que las inhibe de disfrutar libremente de su cuerpo y de sus relaciones amorosas.
Hombres y mujeres tienen en este aspecto una asignatura pendiente: descubrir que el mundo de la sensualidad femenina es rico y singular y que explorarlo puede brindar un placer infinito a ambos sexos.