os prejuicios sexuales y ciertos tabúes han conspirado, desde siempre, para limitar el placer en el universo de la sensualidad. Uno de los más arraigados, y que aún pervive, es el de los juegos sexuales que tienen como protagonista al ano y, sobre todo, la penetración; es decir, el coito anal.
Sin embargo, aquellos que lo practican, tanto hombres como mujeres, sienten un enorme placer cuando lo viven naturalmente y con entera libertad.
Indudablemente, no es sencillo explorar las placenteras posibilidades que esta práctica sexual proporciona, pero si se hace lentamente, sin darse prisa ni forzar las situaciones, el descubrimiento valdrá la pena, sin duda, tanto para él como para ella.
En el caso de las mujeres, el rechazo hacia el contacto anal tiene varios componentes: temor a que les duela la penetración en ese estrecho conducto o pensar que su amante tiene tendencias homosexuales cuando quiere hacer el amor así, entre las más importantes, aunque hay también motivos de otra índole, también basados en preconceptos erróneos.
Los hombres, por su parte, en muchos casos, apenas ella se acerca a acariciar la zona o a lamerla, se retraen creyendo que se trata de una práctica de la que solo gozan los gays, lo que en modo alguno es así, ya que no hay partes del cuerpo que no puedan participar del erotismo.
Indudablemente, no es sencillo explorar las placenteras posibilidades que esta práctica sexual proporciona, pero si se hace lentamente, sin darse prisa ni forzar las situaciones, el descubrimiento valdrá la pena, tanto para él como para ella.
Porque la zona anal está singularmente dotada de posibilidades para brindar placer, ya que es uno de los núcleos erógenos más sensitivos a la estimulación sexual por estar poblada de terminaciones sensibles de alta capacidad de reacción sensual.
LA PREPARACIÓN PREVIA
La pareja de amantes que decida incursionar en el goce anal debe actuar con delicadeza y con tiempo, desechando las prisas por llegar al coito completo en un solo encuentro. Quizá se produzca o puede que, simplemente, se inicien los escarceos en este punto y, poco a poco, se irá llegando a más hasta completar la deseada ceremonia.
En el caso de ellas, la mejor manera de conducirlas hacia este infinito goce es esperar el momento en que estén sumamente excitadas, estimulando largamente y con total concentración el clítoris, aunque acariciando a la vez, de tanto en tanto, la zona anal. Cuando el dedo del amante humedecido en saliva o en los propios fluidos vaginales de la mujer trace un recorrido por el perineo hasta llegar al ano y considere que el orificio está distendido, algo más abierto que lo habitual y emitiendo latidos provocados por la excitación, él sabrá que la ha situado al borde del precipicio orgásmico. Entonces es el mo mento adecuado para que se disponga a introducir su dedo meñique, previamente lubricado, muy despacio, milímetro a milímetro, y esperar su respuesta.
La razón para proceder de este modo es que el esfínter anal es un músculo poderoso de forma circular y de reacciones voluntarias e involuntarias. El placer lo relaja de manera natural cuando ella alcanza el orgasmo, lo que permite que la penetración se produzca sin dolor ni molestias.
En cambio, si ella se pone tensa y el músculo se cierra sobre el dedo que intenta avanzar hacia el interior, es oportuno frenar el estímulo, seguir mimando otros puntos erógenos y esperar una ocasión más propicia.
IR AVANZANDO LENTAMENTE
A medida que ella reaccione, disfrutando del estímulo, y vaya acrecentándose el nivel de satisfacción que le proporciona, él puede reemplazar el delgado meñique por dedos más gruesos para seguir provocando la dilatación. Al cabo de un tiempo, que es variable de una mujer a otra, llegará un punto en que podrá hacer el primer intento de penetrarla con el pene.
También en este caso es fundamental utilizar un lubricante acuoso para no romper o deteriorar el preservativo.
Pausadamente, primero introducir el glande, permanecer quieto unos segundos, luego deslizar suavemente y poco a poco el tronco del pene y, por último, cuando no haya ninguna reacción opuesta, podrán iniciarse los movimientos, al principio leves, sin dejar ni por un instante de estimularle a ella el clítoris, hasta conseguir la penetración total.
Una primera relación anal satisfactoria para ambos marca el camino hacia un aumento del placer.
UN PUNTO IMPORTANTE
Si en cualquier tipo de relación sexual, y sobre todo cuando se llega a la penetración, es recomendable el uso de preservativos para prevenir la transmisión de en fermedades, en el caso del coito anal esto es una verdadera prioridad.
Antes de un encuentro erótico, y si se trata de una pareja que practica la penetración tanto vaginal como anal, es conveniente tomar ciertas sencillas medidas de higiene.
Una de ellas es limpiar el conducto anal previamente e incluso hacer una suave lavativa de agua tibia, asegurándose de que no haya restos de materia fecal en el conducto para que no salga el pene manchado. Por otra parte, puede ocurrir que se produzcan ciertos sonidos propios y naturales de la zona y no es posible hacer nada para evitarlos, aunque no siempre suceden.
Asimismo, lo que no se debe hacer es que el pene o los dedos penetren alternativamente en el ano y la vagina sin haberse lavado el miembro o las manos, y tampoco utilizar el mismo preservativo, porque se pueden transmitir infecciones de diverso tipo de una zona a la otra.
Algunas personas creen que esto solo ocurre si se penetra primero en el con ducto anal y luego en la vagina. Pero también hay riesgo, por ejemplo, de contagiar micosis vaginales si la penetración se produce en el orden inverso.
ACRECENTAR LAS SENSACIONES
El gran prejuicio de los hombres ante la posibilidad de que le exciten el anillo anal o de que ella penetre con un dedo o un juguete sexual por ese conducto se centra en el erróneo pensamiento de que solo los homosexuales disfrutan de ello; de modo que siente que su «hombría» se puede ver menoscabada si goza de ese modo.
Nada más lejos de la realidad. Al igual que ocurre en el cuerpo femenino, se trata de una zona ricamente poblada por terminales de gran sensitividad que reaccionan a los estímulos y no hay ninguna relación entre esta práctica y la homosexualidad o la bisexualidad, simplemente se trata de disfrutar.
Una penetración anal que se le practique a él, cuando se hace adecuadamen te, carece de contraindicaciones físicas, al igual que les sucede a las mujeres, y no modifica la orientación sexual.
Incluso, a ciertos hombres, sentir que están asumiendo el papel «pasivo» y que es ella quien los está penetrando, por el contrario, los sitúa en un ámbito especialmente placentero del que gozan intensamente. Por lo demás, su papel no tiene por qué ser solo pasivo; mientras ella juguetea con su ano él puede estimularla a su vez, acariciándole los senos o la vulva.
Algunos hombres, mientras se masturban, durante el coito vaginal o mientras ella le practica una felación, se autopenetran el ano con los dedos para sumar placer al que ya están sintiendo.
El morbo se alimenta del cambio, de lo que es diferente, de aquello que no es corriente y rutinario. La sorpresa, el juego diferente, el descubrimiento de partes del cuerpo que no se sospecha que puedan dar placer, es un modo creativo y natural de ampliar el universo de las sensaciones.
Limitarse al coito vaginal y a la eyaculación rápida es solo un modo de desaho fiarse, y a veces no del todo satisfactorio. El erotismo no consiste en saciar única y exclusivamente el aspecto físico, sino en abrir la mente a nuevas experiencias que pueden conducir muy lejos en la senda del disfrute.
INICIÁNDOLO EN UN PLACER DIFERENTE
Ella tiene que llevarlo al punto álgido de la excitación, lo que puede conseguir con una hábil estimulación oral. Cuando lo note excitado combinará este estímulo con caricias de su mano, que llevará hacia atrás para estimular el perineo. Una vez que haya alcanzado el anillo anal, puede llevar un dedo a la boca del amante, lo que suele incitarlo por su connotación erótica o embeberlo en lubricante, dibujando el círculo del orificio rectal.
Cuando esté relajado y ella perciba cierta distensión, ha llegado el momento de aventurarse con la punta de su dedo hacia el interior y, dejándolo quieto, esperar su reacción. Si él no se retrae, puede besar o acariciar con la lengua el ano para humedecer y comunicar calor a ese punto álgido.
Al percibir que él acepta el estímulo y lo está gozando, ya es posible internarse y mover el dedo en forma rotativa muy lentamente para ir abriéndose camino hacia el interior. Poco a poco, con cuidado, podrá ir penetrando con más de un dedo, relajando, dilatando, buscando nuevas sensaciones.
Cuando él abandona la inhibición inicial y se deja ir consigue alcanzar un doble placer orgásmico; por un lado, la enorme tensión erótica lo llevará a sentir en su pene una potente erección; y, por otro, durante su recorrido interior por el recto, en cierto momento ella descubrirá que puede estimular la próstata masajeándola. Ambos estímulos combinados provocarán en él un placer insólito, lanzándolo a un clímax de una insospechada intensidad, que querrá repetir en el futuro buscándolo una y otra vez.