¡las se van excitando, poco a poco, a medida que su mente y su cuerpo responden a los estímulos sexuales, ya sea cuando se están masturbando, como si es el amante el que mima sus zonas erógenas o, sencillamente, cuando hay algo que les despierta la libido: una imagen, un recuerdo, una fantasía erótica. Sus sentidos captan las sensaciones de placer que, al transportarse a las terminaciones sensibles de todo el territorio de su piel, van generando reacciones físicas de distinto tipo que indican cómo crece paulatinamente su grado de deseo y va elevándose su tensión erótica.
PRIMERA FASE
Los expertos en sexualidad Masters y Johnson establecieron que la excitación femenina no es súbita, sino que se produce a lo largo de un ciclo de respuesta creciente que se divide en cuatro fases bien diferenciadas.
Se inicia con la fase llamada de excitación, cuando la mujer comienza a sentir deseo que, físicamente, se expresa en señales muy claras, provocando dos fenómenos fisiológicos: la vasocongestión y la miotonía.
La primera es la turgencia de los tejidos de los órganos genitales, la vulva y el clítoris, y también de los pezones y areolas o los lóbulos de las orejas. Esto ocurre porque reciben una mayor afluencia de sangre y se congestionan.
Si son mujeres que ya han tenido hijos, los labios mayores aumentan de tamaño y grosor, llegando a veces a triplicarse, mientras que los menores se tiñen de un color rojo oscuro. En las que no han sido madres, el tejido de los labios menores se hace más suave y se afina su volumen, y adquieren una tonalidad de un rojo brillante. También se oscurece y ensancha el tejido interior del conducto vaginal, comienzan a crecer los pechos, se notan los pezones erectos y, aunque no se ve, el útero se expande y eleva. Entre diez y treinta segundos después de iniciarse esta fase comienza a lubricarse la vagina.
La miotonía es la tensión de los músculos, que provoca contracciones, gestos incontrolados en el rostro, espasmos y movimientos involuntarios en manos y pies, debido al ansia sensual y al cosquilleo del disfrute que recorre cada rincón del cuerpo.
Otros signos propios de este momento son que la lubricación y la dilatación vaginal siguen aumentando, se produce el aplanamiento y la separación de los labios mayores, los latidos del corazón se aceleran, la respiración es ligera y agitada, e incluso puede aparecer el rubor sexual, unas manchas rojizas en la zona del pecho, la cara, los hombros, la espalda y otros puntos, semejante a un sarpullido. Esta primera fase puede durar solo unos minutos o alargarse durante una hora aproximadamente.
SEGUNDA FASE
La siguiente fase se llama de meseta y su duración varía entre los treinta segundos y los tres minutos. Se llama así porque la excitación permanece constante en el alto grado alcanzado en este punto. Pero si en esta etapa cesa la estimulación sexual se produce un retroceso, que la lleva a regresar a la fase primera o de excitación.
Los pezones están más tensos aún y, a veces, se hunden como si desaparecieran, porque el volumen de los senos crece casi en una cuarta parte. La respiración es aún más agitada y también siguen aumentando la velocidad de los latidos cardiacos y la presión sanguínea.
En los labios mayores y menores se intensifica la coloración de la fase previa y, por lo general, cuando la mujer llega a este momento está a breves instantes -unos tres minutos- de alcanzar el orgasmo.
El flujo vaginal adquiere una consistencia mucosa, que varía en cantidad y densidad de una mujer a otra: en algunas es sumamente abundante y en otras apenas se nota.
Cuando el tercio más bajo de la vagina se expande totalmente, lo que sucede al final de esta segunda fase, se produce lo que se conoce como la «antesala del orgasmo».
TERCERA FASE
Esta fase del ciclo es la orgásmica y se prolonga a lo largo de entre tres y quince segundos. Cubierto el clítoris completamente ya por su capucha, se acorta; al generar movimientos de vaivén, atrás y adelante, roza su sensible tejido, estimulándolo hasta provocar el clímax. Los espasmos del placer clitórico se transmiten a otras zonas erógenas, como el conducto vaginal y el ano, aunque hay mujeres que registran sensaciones en otras partes de su cuerpo, que van desde un sensual cosquilleo hasta un gratificante escalofrío.
El orgasmo femenino se expresa en una cantidad variable de contracciones de los músculos de la pelvis que están situados en torno a la vagina. Al principio esas contracciones se suceden con un ritmo de 0,8 segundos entre sí y provocan liberación de la tensión sexual. Luego hay más contracciones, unas seis aproximadamente, con mayores intervalos de tiempo y de menor fuerza. Internamente, el útero también experimenta espasmos en forma de oleadas que parten de la zona superior del cuello uterino.
CUARTA FASE
Por último, en la cuarta fase, llamada final o de resolución, la piel se humedece con una leve capa de sudor y sus manchas de rubor sexual van empalideciendo hasta que esta vuelve a adquirir su coloración habitual. Los senos y los órganos genitales recuperan su tamaño y su textura de siempre, así como el útero desciende hasta la posición normal y la vagina se desinflama. Se necesita que pasen entre cinco y diez segundos para que el clítoris recupere el estado que tiene habitualmente, aunque su tejido es en esos momentos de una extrema sensibilidad.
A la media hora, aproximadamente, todo el cuerpo retorna a su estado natural.
Las mujeres, a diferencia de los hombres, no tienen el llamado período refractario que sigue al orgasmo. Es decir, que pueden volver muy rápidamente al punto de excitación que las lleve otra vez al clímax.