26. EL FALO PORNOGRÁFICO

Dice Baudrillard en «Lo obsceno» (Las estrategias fatales, Anagrama): «Todas estas figuras, que aparecen como las de una indiferencia exacerbada, de una exacerbación del vacío, la de la obesidad, la del terror, son también las de la pérdida de la ilusión, del juego y de la escena, figuras, por tanto, de lo OBSCENO».

¿El falo es obsceno? Su obscenidad depende del contexto, de la ecología, de la disposición psicológica del personal. El falo no es obsceno cuando se le espera y recibe como agente de la reproducción o del amor. El falo sólo es obsceno en contextos obscenos.

Luego la obscenidad está en los demás.

¿El falo es pornográfico? Lo es en la medida cínica en que deja de ser deseado para ser contemplado. La pornografía, la da el cinismo, y el cinismo lo da el distanciamiento. Obscenidad/pornografía son cosa de gentes saciadas. La gente «hambrienta de sexo», encuentra el falo sagrado, la vagina sagrada, los cuerpos sagrados y gloriosos.

Es la saturación, el estragamiento, la curiosidad puramente mentale, lo que da la obscenidad y la pornografía. Obscenidad es una noción moral, aún. Pornografía es una noción funcional. Es pornográfico lo ereccional, como dice Luis Berlanga, para el hombre y para la mujer.

El falo pornográfico es el falo industrial, utilizado en la industria del sexo y sus derivados para ereccionar hombres y mujeres.

Al margen de las industrias del sexo (ya examinadas en este texto a propósito del falo/consumo), el falo no es obsceno ni pornográfico. Le hace obsceno el contexto moral. Lo hace pornográfico la consideración intelectual. Más allá del deseo natural, la imaginación humana (exacerbación de las primarias fantasías de todos los mamíferos) se complace en imaginar actuaciones fálicas. Lo pornográfico está en la historia.

El falo es inocente.

¿El falo es inocente? Hemos visto en este libro que el falo tiene sus propias fantasías, que la fantasía desconoce.

El falo fantaseado es el falo pornográfico.

«Pérdida de la escena sexual en la obscenidad», dice Baudrillard. Obscenidad/sinceridad son valores o situaciones que no interesan al intelectual. Se requiere la escena, la magia, para escapar de la nada (para escapar, en realidad, de la especie y sus ciclos).

Obscenidad es todo lo contrario de pornografía. La obscenidad es una epifanía de la realidad cruda y muda, que el intelectual y el moralista detestan: uno por ética, el otro por estética.

La obscenidad es la epifanía de lo natural, que el intelectual detesta. La pornografía es la intelectualización de lo natural, el consumo intelectual de realidades naturales que han dejado de serlo, por saciedad.

El falo, ni es pornográfico ni deja de serlo. El falo es un acontecimiento imprevisible en la genitalidad, ya que el pensamiento del hombre ha poblado de fantasías esa «torre de Dios». Cuando hemos demostrado —o querido demostrar— que el falo es inocente, ajeno al insulto de lo natural y a las fantasías de los intelectuales, debemos admitir, por el otro lado, que el falo tiene una identidad insólita, inesperada, violenta y esbelta, que fascina a las mujeres, más allá de su necesidad maternal y reproductora.

El falo es la ternera de dos cabezas, el niño univitelino, el caso de los gemelos pegados por la espalda. El falo es anormal, y, en este sentido, sí, pornográfico.

El falo del hombre es el falo animal potenciado por la imaginación, por los varios cerebros que se armonizan o desarmonizan en el cerebro humano. El falo, siempre erecto o con posibilidades o ansiedades de erección, ajeno a los ciclos naturales, es esa cosa fascinante para las mujeres y para su poseedor. El falo rebasa la reproducción.

Esto es lo que le hace lujoso, como hemos dicho en algún otro momento de este libro, fastuoso e inútil.

El falo es pornográfico en la medida que imprevisible. El falo no es kantiano. Ni siquiera baudrillardiano. El falo no se atiene al cielo ni la tierra.

El falo no es pornográfico, de por sí, pero de por sí es escandaloso.