13. EL FALO DELINCUENTE
Eva Braun se queja, en sus Diarios, de que Hitler sólo la utiliza para el sexo. AH, el maestro del suspense, raramente mete amor, sexo, falo, en sus filmes. Aquí damos la presentación (publicitaria) de un relato, por una revista (mucho después de muerto), con el aval de AH. El falo delincuente es el que delinque contra la mujer, claro, y no como falo falible, sobre el que ya hemos reflexionado, sino como falo criminoso.
La musa de AH es una mujer fría/frígida, Grace Kelly. Cuando en alguna ocasión —De entre los muertos—, utiliza una mujer más cálida, como Kim Novak, la enfría mediante la ausencia y la muerte.
Hitler no ha encontrado un sitio para la mujer en su proyecto planetario. Eva Braun sólo le sirve para sus desahogos de ciclán (el que tiene un solo testículo, en castellano). AH opera, a lo largo de su poderosa obra cinematográfica, una sustitución del sexo por el terror. Una sustitución de la excitación sexual por la excitación mortal (suspense). Una sustitución del orgasmo por el crimen.
Sabemos, desde el psicoanálisis (y sobre todo ahora, cuando ya hemos olvidado el psicoanálisis), que el instinto de vida y el instinto de muerte, Eros y Tánatos, chocan entre sí. Hasta se dice que Freud quiso vencer su cáncer de mandíbula reerotizando su vida de hombre maduro.
Si estos instintos son opuestos, quiere decirse que son el mismo instinto. La anciana inválida de AH que oye aproximarse los pasos masculinos, pesados y sutiles, ominosos, en la escalera, vive una expectación de sangre sólo comparable, quizá, con la misma expectación de sangre que vivió de doncella, cuando sus bodas o antes.
El falo delincuente no es sólo el falo del delincuente (entonces no valdría la pena ocuparse de él), sino el falo que delinque porque se convierte en ganzúa o puñal, porque sustituye el estremecimiento de la inminencia sexual por el estremecimiento de la inminencia mortal.
Y esta sustitución, claro, no es inocente.
AH (Adolfo Hitler) viola más a Eva Braun con el terror que con el falo. Se trata, en todo caso, de un falo delincuente. El otro AH, el gordo del cine, es un hombre que, somáticamente, no parece muy vocado al sexo (véase al respecto el interesante libro de Truffaut sobre él). Asimismo, quiere hacer un cine «para todos los públicos», meter mucha gente en las salas, ganar mucho dinero, y sabe que la sexualidad y la censura estorban todo eso.
Bajo la fascinación de tantas mujeres asesinadas (y hombres), lo que hay en AH es un falo delincuente por manipulado, un falo representado por una pistola vicaria. La víctima, aunque sea masculina, es siempre un poco la mujer, en esa cópula que supone el crimen. Ya decía Baudelaire que el acto sexual «tiene algo de operación quirúrgica». Baudelaire ve el acto sexual con su objetividad hostil de impotente.
La gran manipulación del terror es sustituir el instinto de vida por el instinto de muerte. Los grandes manipuladores de la guerra (Hitler, que tenía aterrorizada a Eva Braun), son los que han operado sobre el subconsciente colectivo (Jung: prefascista), hasta trocar un instinto por el otro, hasta convertir la insatisfacción sexual en una necesidad de satisfacción por la sangre.
Esto, con toda su ironía, con toda su elegancia, con toda su inteligencia, es lo que hace AH en sus películas. Educar a la humanidad en la voluptuosidad de la muerte, evitando que se eduque en la voluptuosidad de lo voluptuoso. Me parece nocivo, AH, como todos los apóstoles de la muerte. Sabía lo que hacía, AH, eligiendo como musa de sus filmes a Grace Kelly. Empalidecía el sexo, lo encarnaba en una frígida desencarnada, a quien Elsa Maxwell llamó «capitana de la brigada de los bustos lisos».
El sexo no es nada. La muerte lo es todo. Una cultura que tópicamente llamaríamos medieval, si no supiéramos ya que la Edad Media fue una cosa entre Rabelais y Boccaccio. Un falo delincuente/ausente que sólo se manifiesta como cuchillo o pistola.
Falo delincuente (lo que vulgarmente se ha llamado «machismo») es el que prefiere asustar y dominar a fascinar. Es el de AH. El de los dos mortíferos AH de nuestro siglo.