Capítulo Veintisiete

La actuación y el modelaje ocuparon la mayor parte de mi tiempo. Así como llorar. Lloré por Sandra durante dos años. La tristeza que sentía era tal que parecía que nunca fuera a desaparecer. Fue la primera ruptura real que viví y no estaba preparada para la intensidad del dolor que conllevaba.

Estaba trabajando muy fuerte para estudiar actuación; vivía en Nueva York y mi segundo hogar estaba en Los Ángeles; continuaba modelando. En Londres, durante la temporada de shows, un día buscaba algo para el almuerzo. La comida allí no era muy buena en ese entonces, pero había un lugar en el que servían una sopa de tomate excelente. La había probado allí el día anterior. Para prepararme para los shows y quedar lo más delgada posible, comía principalmente comida vegetariana, comidas como champiñones portobello reemplazaban la carne. Cuando hacíamos el circuito de desfiles, comíamos lo mínimo en las primeras dos ciudades para estar lo más delgadas posible. Consumía muchos vegetales a la parrilla con aceite de oliva, lo que hacía un poco difícil encontrar algo cuando tenía prisa. Estaba lloviendo mientras iba de un casting para otro. Todo lo que pensaba era, ¿dónde conseguí esa sopa? Mi antojo por la sopa era abrumador. Había estado llorando por Sandra esa mañana en la ducha de mi cuarto en el Blakes Hotel, así que la sopa me había llenado y además me había dado algo de consuelo.

Extrañamente, ese día tenía una cita en mi calendario con una representante de fotógrafos en SoHo. Normalmente sólo teníamos castings con los diseñadores para los shows. Mientras viajaba en la parte trasera de un carro revisé la lista de direcciones a las que tenía que ir, a toda prisa, pensando en lo extraño que era que esa cita estuviera programada para el medio día. Con mi estómago gruñendo, llegué a la dirección. Salí del carro y entré al edificio. Esperé en el lobby hasta que una mujer británica, la dueña de la agencia, salió a saludarme. Se presentó como Lisa. Observé a esta mujer por un segundo, mirándola completamente. Era más baja que yo, dulce, con una sonrisa inmensa. Su cabello era rizado y tenía unos enormes ojos azules. Bonita, un poco gordita y unos senos muy grandes. Poseía un estilo muy extraño, de aspecto ejecutivo porque estaba en la oficina, pero original. Usaba unos pantalones Joseph con unas botas cafés, una combinación ejecutiva con un toque especial. El encuentro demostró que el amor a primera vista existe. Fue instantáneo para mí.

Me estaba mirando, parecía, pero no estaba cien por ciento segura de cómo funcionaban estas situaciones. Hablamos de todos los shows en los que estaba desfilando y me dijo cuáles eran los diseñadores que ella admiraba. En algún punto de nuestra conversación ella me preguntó:

—Hay una exhibición a la que todos vamos a ir esta noche. ¿Te gustaría acompañarnos?

Mi respuesta fue que sí, por supuesto. Sabía que me gustaba, pero incluso así no estuviéramos saliendo de manera romántica, nuevamente la idea de tener una amiga me parecía tentadora. Hablamos y acordamos encontrarnos más tarde en la noche para tomar algo con otras personas.

—¿Dónde nos encontramos? —le pregunté, sin conocer Londres.

—Veámonos en Balans a las, digamos, ¿siete y media? —respondió.

Me dio la dirección acordamos el plan y salí a los diez minutos. Ni siquiera hablamos mucho de trabajo, sólo formuló algunas preguntas y, con el pasar del tiempo, tuve con ella muchas oportunidades de trabajo. Pero ese día me fui sobre todo con mucha curiosidad. El problema era que no sabía si ella era gay o straight. Había algo en la forma en la que ella me miraba que era innegable y muy emocionante. La incertidumbre aumentaba mi emoción.

Mientras bajaba las escaleras sentía una alegría que no había experimentado en años. Abrí la puerta de metal para dejar el edificio de Lisa, buscando al conductor, Peter. Era el mismo conductor de siempre. En SoHo había toda clase de calles pequeñas llenas de ventanillas con emparedados y almuerzos. Como Peter no estaba allí y se veían tantos lugares para comer, decidí comer algo. Y, ¿qué encontré a un metro del edificio de Lisa? Un signo que decía: Sopa de tomate. No cualquier sopa… de tomate. Era el lugar en el que pensé todo el día, el mismo sitio donde había tomado la sopa el día anterior. Estaba justo debajo del edificio de Lisa; no cabía ninguna duda de que era una señal. Prácticamente corrí a la puerta, la abrí y fui al pequeño bar contra la pared. Me acerqué al pequeño mostrador e hice mi pedido. Mientras esperaba, sonreía; pedí la sopa para llevar y volví a salir. Vi a mi conductor y me subí.

—Voy a tomar sopa, así que déjame saber si vas a parar abruptamente o algo —le dije a Peter.

—Por supuesto —contestó desde el frente.

Tomé un sorbo pequeño de la cuchara. Estaba extremadamente caliente. Luego de un par de sorbos de mi sopa, le dije:

—Creo que acabo de enamorarme.

—¿Ah sí? Qué bueno, Patricia —respondió.

Había un teléfono en el carro, así que una vez terminé con la sopa, llamé a mi agente de Londres, Tori, de Models One.

—Creo que me he enamorado de una chica en la agencia de fotografía, —le dije con emoción.

—¿En serio? ¿De quién?

—Su nombre es Lisa. Conectamos.

—Oh, ella acaba de llamar. Tú también le gustaste. Y mucho.

—Vaya, nos vamos a encontrar en Balans más tarde. Con otras personas, creo.

—Nos vemos allí —dijo Tori. Me pareció raro que ella misma se invitara, pero me alegraba tener compañía por no saber exactamente en lo que me estaba metiendo.

El resto de mi tarde fue un poco nublada, ya que estuve absorta pensando en mi encuentro con Lisa.

Esa noche nos encontramos y pasamos un rato muy agradable. Lisa se veía muy guapa con una chaqueta de cuero negra y botas negras. Yo llegué tarde, así que todos ya estaban muy animados, bebiendo. Pero para el final de la noche, quedaba claro: ella sí me había estado observando. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí deseada. También me hizo sentir lo suficientemente segura como para abrir mi corazón. La incertidumbre hace a la gente vulnerable e insegura. A nadie le gusta el rechazo. Duele mucho. Pero con Lisa supe de inmediato, esa noche, dónde estaba parada. Fue directa y se arriesgó. Su seguridad me parecía atractiva. Además, también estaba la emoción del comienzo de algo: una nueva vida, un nuevo amor. Lo que surgió fue la posibilidad de merecer algo nuevamente, lo que no había sentido en un largo período.

Más adelante, me revelaron que la reunión con Lisa no fue una coincidencia. Nos habían hecho encontrarnos. Las personas del medio sabían que yo era gay, así que no era un secreto, pero fueron Tori y Karen, la dueña de la agencia, quienes hicieron la conexión. Lisa, Tori y Karen eran todas muy buenas amigas y estaban entrenando juntas, para una maratón.

Mientras corrían pasando por una parada de bus que tenía mi foto para el perfume Monsoon, Lisa dijo:

—Ella es quien me gusta. Es hermosa. Esa es una mujer que me gustaría conocer.

—Nosotras la representamos —dijo Tori.

—¿En serio? —preguntó Lisa.

—Sí, querida —contestó Karen.

Lisa dejó muy en claro que quería conocerme.

Yo era la única que no sabía del plan, pero eso no importó. Me enamoré rápidamente. No había salido mucho desde lo que pasó con Sandra. Me preocupaba por pensar que nunca encontraría el amor de nuevo. Parecía inalcanzable. Pero en ese momento en que conocí a Lisa, todo cambió como con un interruptor de luz, y recuperé la esperanza. También paré de llorar, que fue la mejor parte de todo.