Epílogo

A pesar de todas mis películas, el trabajo en televisión y el modelaje, mi proyecto favorito fue para el Public Theater en New York City, con Philip Seymour Hoffman. Estábamos haciendo School of the Americas con el Labyrinth Company. El Public Theater es un lugar de arte e igualdad asombroso, en el que para cada actor prima su trabajo por encima de su fama. Lo que me preocupaba, al no haber hecho nunca nada de esta importancia o calibre en el teatro, era hacer dos shows por día; resultaba intimidante. Me preparé con diligencia, tomándolo muy en serio, como lo hacía con todo mi trabajo.

Una vez finalizamos los ensayos, decidí que sería inteligente de mi parte contenerme un poco en la primera actuación y luego darlo todo en el segundo show del día. Pensaba hacer la matiné con un poco menos de mí, guardando algo para más tarde. De esa manera, para el show de la noche, estaría energizada y lista para trabajar. Durante la primera actuación, salí allí e hice lo que había planeado. Consideré, como si fuera el acercamiento correcto, que me quedaba energía, y por tanto el segundo show sería excelente. Hice el segundo show, pero fue un desastre. Nunca logré llegar a donde quería con mi actuación. Fue simplemente terrible. La reacción de mis colegas actores sobre el escenario se vio opacada como resultado de mi deficiente actuación, y la energía de la audiencia en respuesta a mi presentación se diluyó. Todo se sintió plano. Dejé el escenario sabiendo que había echado todo a perder y que había arrastrado al elenco conmigo. En vez de haber hecho una actuación buena en un show y excelente en el segundo, ambas habían sido terribles. Abatida, subí al camerino. Philip estaba sentado allí en el sofá en el rellano con las luces apagadas. Podía ver el dolor en mi cara, sabía que no había salido bien. Me detuve, y antes de que pudiera decir cualquier cosa, le ofrecí disculpas por haberlo echado todo a perder.

—Me siento mal. Te he defraudado —dije—. Lo siento mucho.

Él pensó por un instante, luego me miró con sus ojos reconfortantes.

—Patricia —dijo—, un actor nunca debe contenerse. Ni para un ensayo, ni para una presentación. Entre más te esfuerces, más lejos llegarás. Irás a lugares que ni siquiera sabías que existían, más allá de donde alguna vez esperaste llegar si te hubieras esforzado lo más que podías.

Le di un abrazo y nunca más volví a contenerme sobre el escenario, ni en cualquier otra actuación, después de eso.

Él me enseñó tanto durante ese show, pero fueron sus palabras sobre no contenerme las que resonaron más allá del escenario. En mi vida había perdido mucho tiempo sintiéndome triste. Parecía ser mi zona de confort. Podía tener que ver con el hecho de ser una actriz pero también con mi herencia. Somos luchadores y sobrevivientes, no víctimas, pero tenemos en nuestra sangre el ser sumisos. Algunas veces asumo ese rol muy sutilmente antes de volver a resurgir y a recordar que no estamos viviendo un ensayo. No hay espacio para contenerse. Algunas personas dicen que los días son largos. Yo digo que los días son cortos. El tiempo corre demasiado rápido como para guardar algo para más tarde. Eso no quiere decir que saber eso cambie totalmente la vida. No es para nada fácil en el mejor de los días. Se requiere trabajo. Pero saberlo ayuda.

***

Los intensos viajes fueron y probablemente siempre serán parte de mi vida; eso cobró su precio en mi relación con Lauren. En Los Ángeles las cosas iban muy bien, pero cada vez que surgía un viaje, había tensión entre nosotras. La comunicación nunca fue tampoco uno de nuestros fuertes, a pesar de todo lo que nos amábamos. Después de haber estado juntas por ocho años, Lauren y yo nos separamos, pero mantuvimos la custodia compartida de Maya. Cuando decidimos que ya se había acabado, duré un mes pasando lentamente mis cosas al nuevo apartamento. Renté todos los muebles —no estaba preparada para moverme sólo con un sofá—. Sabía que tardaría un poco en ordenarlo y ya era lo suficientemente perturbador mudarme a un apartamento vacío; pensé que eso me haría sentir peor. Lo había pintado antes de mudarme y, en alguna forma me ilusionaba un poco por todo. Estaba creando un segundo hogar para Maya y quería que se sintiera tan segura y feliz en él como lo hacía en su otro hogar. Decoré su cuarto de color violeta y rosado. En parte la razón por la cual me tomó tiempo llegar allí no fue otra distinta al hecho de que no resultara demasiado abrupto para ella. Pensé que quizá si tenía ese magnífico cuarto podría ayudar. No quería decirle a Maya que iba a irme y al día siguiente no estar ahí. Así que nos tomamos un tiempo, usando ese mes para que se acostumbrara. Me fui del todo un día cuando se encontraba en el colegio. Pensé que eso lo iba a hacer más fácil para ella. Pudo habérselo hecho fácil; espero que haya sido así. Pero, descubrí que para mí nada lo hacía más fácil, ni me preparaba para lo que iba a sentir esa primera noche.

Estaba acostada sola en la cama por primera vez en muchos años sin Maya bajo el mismo techo. Los muebles rentados lo hicieron peor. Allí estaba en una cama rentada, y me sentía perdida porque en ese momento supe que Maya era mi hija, pero era diferente de ser una mamá normal. Eso siempre había sido una preocupación en el fondo, sólo que hasta ese instante, esa noche, no había sido tangible. Resultó demasiado real, y me dolió. Pude haber quedado así por muchas noches, o incluso semanas, si mi amiga Evelyn no me hubiese sorprendido con una visita para ayudarme a seguir adelante. Apareció con una silla azul y una mesa roja para Maya. El gesto fue un rescate y un recuerdo de su verdadera esencia como persona.

Maya es mi hija por amor y también lo es legalmente, por supuesto. Es el espíritu tanto mío como de Lauren, compartimos muchos rasgos, incluyendo mi interés por los idiomas. A pesar de ser rubia, se parece a mí. Pero Lauren siempre será —y esto lo respeto ciento porciento— su primera mamá. Ella la llevó en su vientre. Y yo seré su segunda mamá. Me di cuenta de ello esa noche. Supongo que siempre lo supe, pero no de una manera tan brusca. Cuando tomábamos decisiones, siempre fui cuidadosa de respetar a Lauren. Nunca me llevé a Maya cuando viajaba, aunque me habría encantado, pero no hubiera sido justo. Era una lucha muy grande, y perdí muchos trabajos porque quería estar cerca de Maya. Estar lejos era demasiado perturbador para ella.

A pesar del dolor de no estar con Maya, algo asombroso e inesperado sucedió luego de mi separación de Lauren: nuestra relación como pareja terminó, pero nuestro amor creció. Se volvió un tipo de amor diferente. Ahora somos más una familia, más de lo que nunca antes nos habríamos imaginado. Separarnos no fue un fracaso. La relación fue una victoria porque había sucedido lo más importante: tuvimos juntas una hija. Terminar una relación siempre había sido muy trágico para mí en el pasado, pero aun cuando fue muy doloroso con Lauren, mi vida no se agotó excepto porque me hacía falta estar con Maya todo el tiempo. Mi vida con Lauren se volvió más rica durante los años después de habernos separado. Nuestro amor ya no era romántico, pero era más grande que eso. Todo resultó bien, y ese fue el asombroso e inesperado resultado para todas. Tanto así que Lauren me motivó a empezar a conocer personas online, lo que nos parecía gracioso cuando lo pensamos desde una perspectiva muy práctica, porque yo nunca podría publicar una foto ni describir lo que hacía, debido a mi fama.

No estar con Maya duele, pero todo va a estar bien. La parte más dura es que Maya siempre ha sentido el dolor de la separación de una manera diferente a como un niño puede haberla sentido si su padre se hubiera ido. Si yo fuera heterosexual, yo habría sido la mamá número uno y mi hijo hubiese estado conmigo cuando viajaba. Lo digo sabiendo que no hay nada que hacer, pero aun así es doloroso, incluso con la perspectiva que dan los años. Es diferente la relación entre una mamá y una hija, y Maya me siente como una mamá, por eso cuando una mamá se va, es una situación de agonía extrema. Recientemente dijo: «es muy difícil tener dos mamás».

Lucho con mi situación porque ahora no vivo con Maya todo el tiempo, y viajo con frecuencia, como un padre lo haría, pero soy una mamá. Mi hija siente la ausencia de una madre, y la extraño porque soy su mamá. Las emociones que estoy experimentando, a la luz de la separación son universales a todas las mujeres, gais o no, pero las realidades de la situación son crueles y dolorosamente únicas.

Recuerdo a mi mamá diciendo alguna vez, cuando nos veía juntas a Lauren, Maya, y a mí, que estaba viviendo una vida prestada. Esas palabras sonaron verdaderas esa noche en mi nuevo apartamento, y desde ese momento había tratado de ser consciente de ello. Había tomado esa vida prestada, y luego de repente tenía que entregarla. Nunca esperé ese dolor. Frecuentemente pedía prestadas las vidas de otras personas. La vida de Lauren no había sido la primera.

No podemos cambiar nuestra realidad, pero podemos encontrar la forma de vivir nuestras propias vidas. Durante dos años, traté de darle a Maya un hermano o una hermana, por mi propia cuenta. Como muchas mujeres que luchan por quedar embarazadas, hice inseminación natural, tratamientos de fertilidad —inyecciones, píldoras, hormonas, y luego in vitro— pero fue en vano. Quedé embarazada y perdí el bebé. La combinación de estar lejos de Maya y haber comprendido que, en ese momento, no podía traer otro niño al mundo para ella, me destrozaron. Entre Navidad y año nuevo de 2013, me sentí extremadamente deprimida. Fue casi tan doloroso como la primera noche lejos de Maya. Todo se había ido para abajo, hacia una tristeza inconsolable. La sensibilidad se había apoderado de mí, y algo había roto ese caparazón que había construido alrededor de mi corazón para esconder la tristeza de estar lejos de mi hija durante las fiestas, tal vez, además de no haberle podido dar un hermano. Esa semana en particular fue muy dolorosa. Por primera vez llegué a considerar la posibilidad de tomar medicamentos para salir de la crisis. El doctor me diagnosticó depresión. Apenas podía levantarme del sofá. Mi amigo Alfonso de Dallas estaba en la ciudad para esas fechas. Me llamó y me dijo que debía conocer a su amiga Lekha. Era insistente. Acordé invitarla a yoga. El día de la víspera de año nuevo, me esforcé por levantarme, vestirme e ir a clase, más que todo porque me sentía extrañamente interesada en conocer a esa mujer. Fue la única razón por la que me levanté. Mirando hacia atrás, me sorprende que fuera capaz de moverme, pero lo hice. Fui al estudio de yoga de Russell en Los Ángeles, Hot 8 Yoga.

Estuve llorando en el carro antes de entrar a clase. Me recompuse y me encontré con Lekha en el lobby. Nos presentamos y fuimos a clase. Podía oler el eucalipto del vapor que salía suavemente del techo. Acomodé mi estera, cerré los ojos, y aguanté algunas lágrimas antes de empezar. Lekha era de la India. Era alta y tenía un largo y hermoso cabello rizado. Sentí inmediatamente su presencia y su sentido de la calma mientras se acomodaba a mi lado. No hizo preguntas, pero pudo ver que estaba triste, así que se acercó y tomó mi mano. Su gesto me hizo sentir compasión por mí probablemente por primera vez. Eso es algo que no consideramos posible; todos mostramos compasión hacia los demás pero nunca hacia nosotros mismos. Descansé en ese momento, dándome cuenta de que estaba bien sentirse roto o vencido, que no era perfecta. Ninguno de nosotros es perfecto. No podemos darle todo a nuestros hijos, y no podemos darnos todo a nosotros mismos. Sólo podemos hacer lo mejor y darnos el mismo nivel de compasión que le damos a otros. Fue una revelación milagrosa: esa mañana me llevó a tomar la decisión de dejar de tratar de quedar embarazada y aceptar que así estaba bien. Había una energía colectiva, como si las estrellas se alinearan con el espíritu de Lekha, con la energía del cuarto de yoga, era el final y el comienzo de un nuevo año. Todo contribuyó al cambio. Tuve que tocar fondo en los días antes de esa clase para encontrar el punto más alto. Eso vino de mi interior. Para el momento en el que salí de yoga, mi cabeza estaba despejada y me sentía liviana. Mi tristeza y soledad se evaporaron. Me sentía lista para lo que estaba en frente de mí, pero por sobre todo me sentía en paz.

***

Había aprendido tanto de mis experiencias pasadas, buenas y malas, y no cambiaría ni siquiera las peores partes por nada. Soy más fuerte y mejor por haber caminado por todas ellas. La Kabbalah me ha ayudado con todo eso. La Kabbalah te enseña a asumir la responsabilidad de tus acciones. Se trata de actuar. Nos enseña que el universo nunca nos dará nada que no podamos soportar. Aprendí de mis errores con el paso de los años, superé mucha angustia, tumbé muchos obstáculos, pero finalmente fue la verdad lo que me liberó. Mi vida se siente auténtica y sin cargas ahora. Mi franqueza se volvió mi verdadera felicidad y me dio una segunda oportunidad para encontrar paz, amor y libertad real, y me dio la oportunidad de compartirlo con los que amo.

Muchas personas me han preguntado: ¿Por qué ahora? ¿Por qué no revelar al público mi sexualidad durante todos esos años y luego de repente sentir la urgencia de decírselo al mundo? El mundo de la moda, en el que se trata siempre de ser fresco, único y creativo, era por supuesto muy abierto y aceptaba a la comunidad gay incluso décadas atrás, pero la ironía de ser una belleza internacional y un símbolo de la feminidad nunca se había perdido en mí. Una vez que empecé a actuar, permanecí callada para proteger mi oficio. También estaba Celebrity Apprentice, y todos sabemos cuánto ama Donald Trump a una mujer hermosa. Los actores y las actrices de Hollywood tienen derecho a compartir hasta el punto que ellos mismos elijan. Con frecuencia deben asumir muchos roles en su carrera, y algunas veces esto significa no dejar que el público conozca mucho de ellos, lo cual es un reto para las súper estrellas. Respeto a aquellos que se guardan las cosas para sí mismos y los animo a que continúen haciéndolo si lo necesitan.

Revelar mi secreto a mi círculo cercano cambió algo más dentro de mí. Antes de salir del clóset, solía ocultar mi atractivo a menos de que me estuvieran pagando para mostrarlo. Me sentía avergonzada y confundida por ello, probablemente porque estaba viviendo una mentira. Mi lado sexy solamente estaba a la venta como modelo. Esta noción me hizo verlo como algo feo, y me esforzaba por ocultarlo cada vez que era posible. Mirando atrás, era un esfuerzo probarle a la otra parte de mi mundo que yo era, de hecho, gay. Pero una vez que dije la verdad y no tuve que probarle nada a nadie, comencé a ser la dueña de mi apariencia y de mi belleza. Una vez que fui honesta sobre ser gay, también fui honesta sobre disfrutar el ser sexy. Siendo capaz de aceptar que todas las gais no tenían que mantener un estatus masculino, aunque algunas veces había una grande y tosca lesbiana en mí, no sólo una lesbiana de lápiz labial. Ahora podemos aceptar nuestro lado masculino y femenino, y eso está bien. Las mujeres gay son hermosas, así que sin nada que probar ni a mí misma ni a nadie más, me sentía libre sólo de ser. Amo a los hombres por su capacidad de ser honestos con sus deseos. Sabiendo esto, ahora me permito disfrutar mi feminidad también. Los tacones y las faldas ya no son solamente para trabajar. La verdad me dio opción de elegir. La verdad desbloqueó la desconfianza.

Desbloqueó también para mí un nuevo mundo profesional. Aprendí que no solo soy brillo y glamour y piernas. También tengo buena cabeza para los negocios. Ayudé a crear una exitosa compañía de belleza llamada Taya Beauty que hace productos, cuyos ingredientes vienen de programas que son sostenibles, orgánicos y buenos para el medio ambiente, provenientes de comunidades indígenas del Amazonas. No fue fácil lograr que esta compañía saliera adelante. Mi primer intento de empezar una compañía me dejó arruinada y desilusionada. Cometí un gran error al iniciar, pero fue un error que se convirtió en una lección para mí. Una vez que me di cuenta de lo que había salido mal, me vi forzada a tomar una decisión: luchar y perpetuar una mala decisión, o confiar en mi instinto y alejarme de una masiva inversión emocional y financiera. Me alejé. Cavé desde lo más profundo, sabiendo que estaba en mí reconstruir. El universo y mi fe me dijeron que todo iba a estar bien. Fue una decisión que cambió mi vida porque me enseñó mucho acerca de mí. Además, lo perdí todo. Todo lo que tenía se lo había dado a esa compañía. Mi poder de decisión y la confianza en mí misma me dijeron que si lo había podido construir una vez, podía hacerlo nuevamente. Hoy, Taya Beauty se vende alrededor del mundo y es una de las marcas de belleza más importantes de HSN y QVC.

También inicié la Fundación Wayúu Taya, una obra benéfica que ha tenido un impacto tremendo en las vidas de los pueblos indígenas de Latinoamérica. Evelyn fue una fuerza muy positiva para poner a funcionar la fundación. Yo pensaba en pequeño; ella pensaba en grande. Ella me impulsó a hacer más de lo que imaginaba posible. La fundación a través de nuestros valientes voluntarios alimenta y educa a cientos de niños y empodera a las mujeres a través de proyectos sostenibles para mejorar sus vidas y sus comunidades. Al mismo tiempo, mi trabajo revitaliza el espíritu de un grupo de buenos amigos afluentes e influyentes de Nueva York que están interesados en unirse a nuestros esfuerzos, para donar y ser parte de un círculo que apoya nuestra labor.

Es importante empezar un diálogo entre las mujeres de todas las culturas, gais o heterosexuales, que las motive a ser abiertas y seguras. Invito a todas las mujeres de todas las culturas, no sólo latinas, a que se muestren como son. A que sean escuchadas. Es muy importante especialmente en Venezuela, donde las discusiones sobre religión, política o la familia se han opacado. Me entristece profundamente ver cómo mi país se ha deteriorado en todos los frentes. La lucha de los venezolanos es inimaginable. Espero poder inspirar a todas las personas de mi país y de cualquier lugar del mundo, para que se sientan orgullosas de sí mismas y que puedan gritar sus sentimientos desde los techos. Yo creo, a través de mi seguimiento espiritual de la Kabbalah, que hablar no solamente sana a la persona que lo hace, sino, también, a aquella que la escucha. Siento que esconder secretos hace daño, no ayuda, y que algunas veces tratar de proteger a la gente de la verdad es un terrible perjuicio para ellos. La verdad libera a las personas para vivir su camino. Quiero al menos empezar un diálogo acerca de ser latina y gay. La marea está cambiando. Es tiempo de actuar, específicamente en las comunidades hispanas, las cuales llevan mucho tiempo evitando el tema.

Hay muchas razones por las cuales escribí este libro, pero principalmente lo escribí por mi hija, Maya. Quiero que Maya sea libre para ser lo que ella quiera ser y que viva en un mundo libre sin prejuicios ni parcialidades. Si puedo decirle al mundo un secreto que mantuve por tanto tiempo, del cual me sentí avergonzada durante muchos años, tal vez eso le va a dar a ella la fuerza para vivir una vida honesta y auténtica también. Quiero que mi hija sea fiel a su naturaleza y que se sienta orgullosa de todo lo que hace y es. No importa si alguien está saliendo a decirle que es gay o no; esto se resume en estar orgullosos de cualquier cosa que hagamos en nuestra vida.