Capítulo Quince
La Agencia Neo me había pedido con frecuencia que fuera a París mientras me encontraba en Madrid. Habíamos trabajado juntos, pero mudarme para allá no parecía ser la mejor opción, sobre todo porque en esa época mi relación con Ernesto pendía de un hilo y no estaba dispuesta a dejarla morir. Justo antes de que llegara mi hermano, pude, finalmente, realizar una portada, a pesar del percance de Ibiza. Fue para la revista Ragazza, cuya directora, con el tiempo, pasó a dirigir Elle. Su nombre era Susana.
Hicimos las fotos en Cuba que, por demás, fue el destino más lejano al que había viajado hasta entonces para una sesión de modelaje. Resultó ser una portada muy difundida que se exhibió en todas partes; en los grandes anuncios publicitarios y en los paraderos de autobuses de todo el país tenían mi cara como la imagen más importante del momento. En la foto se me veía con un pañuelito azul alrededor de la cabeza que hacía juego con el cielo y el mar. Era una imagen impactante. Por ese entonces, Neo había comenzado a presionarme aún más, pidiéndome que me uniera a ellos en Francia. Mientras mi foto para Ragazza seguía en todas las vallas y anuncios publicitarios, una mujer llamada Iris Minier de Ford Models llegó a la ciudad. Más tarde me contaron que, después de salir de un casting que había dirigido ese día, Iris iba en un taxi cuando vio en una parada de autobús la portada que yo había hecho en Cuba. Entonces decidió seguirme el rastro de agencia en agencia hasta que finalmente me encontró e insistió en conocerme, pero tropezó con un obstáculo: mi agencia se negó a contactarla conmigo. Por supuesto, Iris no iba a aceptar un «no» por respuesta. Con una llamada telefónica sorprendente y esclarecedora me cambió la vida. Estaba en nuestro pequeño apartamento del hotel la noche en que sonó el teléfono.
—Hola, ¿Patricia?
—Sí, hola —respondí.
—Mi nombre es Iris. —Hablaba español. Me dijo que se había criado en Nueva York, pero que era de República Dominicana—. Soy de Ford Models. Recluto modelos, y estoy en Madrid, me gustaría reunirme contigo de inmediato, sólo estaré hasta mañana en la ciudad.
—¿Deberíamos hablar a través de mi agencia? —Le pregunté por protocolo.
—No, lo intenté. A ellos no les interesa contactarte conmigo, por lo que sería imposible reunimos. Tuve que indagar por tu paradero con algunas chicas que te conocían. Es por eso que te estoy llamando a tu casa. Tu agencia te está haciendo algo que no te gustará. Quiero hablar contigo en privado. Sólo tienes que encontrarte conmigo.
Me encontré con ella en el Hotel Wellington de Madrid, llevaba puesto, recuerdo, un mono de una sola pieza y mis botas negras. Iris, que era muy pequeñita de estatura, con una cara redonda y brillante, dientes grandes, y una gran sonrisa, era dulce, bonita, y más joven de lo que esperaba. No perdió tiempo ni palabras: Ford me quería en París con ellos. Fue directa y al punto, me explicó abiertamente que la agencia no me conectaría con ella porque me habían comprometido con otra agencia sólida en París. Me indignó que mi agente no me mostrara todas las oportunidades que tenía. Las agencias, al parecer, hacían tratos que eran en su mayoría de acuerdo a lo que a ellos más les convenía, y así habían ocurrido muchos regateos trastienda.
Además de simplemente confiar en Iris porque había sido tan honesta, nos caímos bien de inmediato, y ella se convirtió en una de las mujeres más importantes e influyentes de mi vida; fue como una hermana para mí a partir de ese momento. Estaba muy emocionada de que ella estuviera con Ford, por supuesto, pero no era lo más significativo; me hubiera ido con ella sin importar para quién trabajara.
—Escucha —dijo mientras tomábamos a sorbos un café en el lobby del hotel—, eres impactante. Ford nunca ha sido conocida como la agencia que tiene chicas exóticas. Será un desafío y mucho trabajo duro, pero creo que tienes lo que se necesita.
—Me sentaría en la parte trasera del autobús, Iris, con tal de trabajar en Ford. No hay problema, voy a luchar y a abrirme un camino a través del estándar rubio. El hecho de que quieras que yo vaya a París justo ahora es un sueño para mí.
—Tomará tiempo, pero vamos a tenerte allá.
—Neo ha llamado muchas veces —le dije.
—Patricia, ve con ellos por ahora. Llega a París. Les voy a hacer saber que vas a trabajar para Neo durante seis meses o lo que sea, pero que tú finalmente vendrás con nosotros una vez que estemos en pleno funcionamiento.
Esa noche le dije a Fernando lo que me habían ofrecido y que probablemente me iba a mudar a París.
—Este sitio es asqueroso. He pasado demasiado tiempo en España. Creo que ya es suficiente —le dije.
Se veía triste, casi derrotado.
—¿Qué pasa? —Le pregunté.
—No quiero volver a Venezuela.
Lo miré y le contesté:
—Pues no lo hagas.
—¿Puedo mudarme contigo? ¿Podemos mudarnos juntos a París?
—No veo por qué no.
Llamé a Neo y les dije que me interesaba ir a París, pero con la condición de que nos llevaran a ambos, a mi hermano y a mí. Respondieron que así lo harían, y nos fuimos a empezar algo nuevo. Juntos.