RESACA

«Tú que decidiste que tu vida no valía,
que te inclinaste por sentirte siempre mal,
que anticipabas un futuro catastrófico,
hoy pronosticas la revolución sexual».

(«La Revolución Sexual», La Casa Azul)

Al final no han sido solamente las de la piscina, sino unas cuantas más las copas que han caído. Aunque pensábamos irnos enseguida, al entrar para despedirnos todo el mundo nos ha rogado que nos quedásemos y hemos decidido alargar un poquito la noche.

La temperatura ha ido subiendo de nuevo con el dichoso juego, que ha terminado adquiriendo toques circenses y derivando en lo que estaba previsto: pronto el salón se ha convertido en escenario de una orgía general donde Marcos y yo damos rienda suelta al estrés acumulado por el suceso anterior y nos comportamos de un modo verdaderamente animal.

Ver a Marcos con otras mujeres no me pone celosa en absoluto. No sé si es porque desde el comienzo nuestra relación se ha ido desarrollando en este mundo o porque realmente mi cabeza se ha dado la vuelta como un calcetín y es cierto que mi concepto del sexo y la infidelidad ha cambiado radicalmente. El caso es que me gusta verlo disfrutar, incluso me pone, y gozar yo también de esa libertad de hacer lo que quiera y con quien quiera me parece algo extraordinario. Aunque con quien más me gusta estar es con él, por supuesto. Es algo completamente distinto cuando estoy con él. Es algo indescriptible. Aunque solo sea un mero roce, me estremezco desde la yema de los dedos hasta lo más íntimo. Cuando hago algo con los demás, solo es divertido y placentero.

Marcos le lleva dedicando sus energías a dos jóvenes y macizas treintañeras buena parte de la noche y a la vez. Mientras, yo estoy dejándome hacer por la chica de las gafas de pasta ayudada por un chaval muy jovencito y superdotado, y no me refiero a su intelecto. Su vigor sexual no parece tener fin. En ocasiones mi mirada se cruza con la de Marcos, a veces nos tocamos…, y de vez en cuando nuestros cuerpos se encuentran y se funden con más deseo si cabe.

Un par de veces, agotada, he pedido un descanso, y me he acercado a la cocina a beber agua. De paso, he echado un vistazo al resto de la casa y cada habitación es una escena de sexo distinta. Por un lado están los moteros con Marisa, una cincuentona guerrera de abundantes carnes y de gran lujuria, ante la atenta mirada de su cornudo y feliz marido; por otro lado Andrea y Bego, dos veinteañeras con cuerpo de sirenas componiendo un artístico espectáculo con su sesenta y nueve; más adelante la pequeña Bea cabalgando a su chico mientras este, aficionado a los juegos bisex, succiona con verdadera devoción el pene de otro hombre…

Muy celebrado ha sido también el momento squirt de Rocío, una preciosa mujer ataviada con un modelito transparente y un llamativo piercing en uno de sus pezones. Gracias a los sabios y diligentes movimientos de los dos dedos de su pareja, su cuerpo ha convulsionado en múltiples contracciones, aderezadas con profundos gemidos, lo que ha hecho que los que estábamos cerca y más o menos desocupados acudiésemos para presenciar un espectáculo similar al de las fuentes de Montjuic, con su vagina expulsando un auténtico chorro de algo parecido a agua.

—Mira, es insípido y no huele, para que veas que no es pis. Es que yo me corro así —me explica la propia Rocío, mientras me tiende uno de sus dedos mojados y lo acerca a mi boca. Lo chupo y compruebo que es cierto.

—No, si al final, en lugar de vicio, todo esto va a acabar siendo pasión por el empirismo —le digo riendo—. Es curioso, yo pensaba que mojaba mucho, pero al lado de esto es insignificante. Nunca había visto algo semejante —le confieso—. Bueno, en realidad nunca había visto a otra mujer correrse ni hacer nada de nada hasta hace poco. He sido casi una monja.

—¿Una monja? ¿De verdad? ¿Y de qué convento? Calla, que a mí eso me pone muchísimo —me dice Rocío entre risas.

Me explica que ella tiene dos tipos de orgasmos, uno clitoriano, y otro vaginal, y que cuando experimenta el segundo es cuando expulsa el chorro. Me dice que de adolescente le daba mucha vergüenza, y en sus primeras relaciones lo pasó verdaderamente mal. Su particular y acuática forma de correrse se convirtió en un problema, y le hizo retraerse mucho a la hora del sexo. Era ponerse a tener relaciones y dejarlo todo perdido, con la consiguiente explicación posterior. Hasta que entendió que era una función más de su cuerpo. Es más, cuando descubrió que muchas otras mujeres también expulsaban gran cantidad de líquido, y que incluso eso a los chicos por lo general les excitaba mucho, comenzó a pensar que quizá, en lugar de una maldición y un problema, tenía un don especial y apreciado.

Eso sí, me dice que prefiere ir a fiestas en casas de amigos porque dejar esos charcos en los locales no es plan, y que hay gente que no lo entiende y se molesta.

Ha sido una noche de mucho desenfreno, donde si me quedaba alguna duda de si me gustaba el mundo liberal, se me ha despejado. He estado muy a gusto con todo el mundo, y no solo ha sido fantástico el momento del sexo, sino las conversaciones en grupo, todos sentados en el suelo, desnudos, relajados, como una especie de hermandad pacífica y secreta, como los primeros habitantes de un planeta recién repoblado por gente de pensamiento limpio, claro, sin hipocresías ni estupideces.

—Ahora mismo, al vernos a todos así, creo que recordamos a una tribu que lleva tu nombre: la tribu de los Zoé. Es una tribu que vive aislada en la Amazonia, viviendo en armonía con la naturaleza y donde mantienen relaciones sexuales los unos con los otros sin ningún tipo de problema —me comenta Andrés, un chico naturista y naturalista.

—Si es que estaba predestinada a todo este mundillo. ¿Sabes lo que significa Zoe?

—Ah, pues no, pero seguro que algo bonito.

—Mi nombre significa «vida». Es de origen griego y los judíos alejandrinos lo tradujeron por Eva, que es la madre de toda la humanidad, símbolo de vida. También se dice que significa «llena de vida».

—Desde luego, tú lo estás.

Pese a lo mal que empezó, la noche se está desarrollando de forma perfecta. Lo que más me ha gustado ha sido que, a pesar de que no se ha privado de nada, Marcos está cada segundo muy atento a mí, como siempre, y que disfruta al ver que yo también lo hago. Creo que se siente eufórico al comprobar que ahora pertenezco a su mundo, que no solo no censuro su modo de vida, sino que lo aprecio y lo disfruto, y que podríamos compartirlo.

Incluso de vuelta a casa, y a pesar de que vamos rendidos, hemos tenido un momento de pasión extra en mitad de unas naves industriales. No es el sitio más romántico del mundo, pero la música de Autum Comets, las primeras luces del amanecer y lo que nos hemos dicho los dos al oído, y que guardo para mí, han hecho de ese momento uno de los más inolvidables de mi vida.