UN AÑO ANTES

Tiene un culo perfecto. No solo es el amor de mi vida, sino que además tiene un culo perfecto. Dicen que el domingo es el día más aburrido de la semana, pero a mí me encanta: es el único que puedo disfrutar entero con mi chico. Llevamos ya diez años pero con nuestros horarios, si sumamos los momentos que pasamos juntos, nuestra relación no pasaría de tres meses. Quizá es por eso que tenemos la ilusión del que todavía está empezando.

Javi gira la cabeza, parece como si hubiera notado mis pupilas clavadas en sus nalgas y, con esa mirada que solo él tiene y que siempre me desarma, me sonríe. Está desnudo de cintura para arriba, y yo, medio dormida y hecha un bicho bola con el edredón, lo contemplo embobada desde la cama. No tiene un cuerpo espectacular, pero es mi chico y a mí me parece el tío más atractivo del mundo.

—¡Buenos días, cariño! —Se acerca y sus labios acarician mi frente—. ¿Qué tal has dormido?

—De maravilla —contesto estirándome como si fuera a desmembrarme—. ¿Y tú?

—Yo también, pero no demasiado. No quería perderme el precioso espectáculo que es verte durmiendo a mi lado —me dice, zalamero. Este quiere algo.

—Anda, eso se lo dirás a todas. Podrías inventarte algo más original conmigo —contesto bromeando.

—Pero ¡no a todas les traigo el desayuno! —Y, como por arte de magia, desliza una bandeja con café recién hecho, zumo de naranja y mis cruasanes favoritos de la pastelería de abajo. Decididamente, quiere algo.

—Pero ¿cuándo te has levantado, si no me he dado ni cuenta?

—Pues ya ves, los pesados del grupo de baloncesto, que no paraban de mandar wasaps porque les faltaba uno a última hora para jugar. Que les ha fallado Carlos. Seguro que salió anoche, como siempre, y se ha quedado dormido. Ya les he dicho que se busquen a otro, que hoy estoy con mi churri —dice con la boca pequeña. Ya sé lo que quiere.

—¿Y ya han encontrado a alguien? —No sé ni para qué pregunto si ya conozco la respuesta.

—Qué va, lo llevan crudo. ¿A quién se le ocurre montar un partido un domingo por la mañana?

—¡Ay, pobres! Oye, si quieres ir a jugar, no pasa nada. De verdad. Pero no te puedes quedar a las cervezas, ¿eh? —le digo mientras pienso que soy una santa.

—No, paso, que para un día que podemos estar juntos, sin nadie que nos moleste… —farfulla todavía con menos convicción que antes.

—De verdad, que no me importa, yo aprovecho y me veo un capítulo de Breaking Bad, que como nunca me esperas, me llevas ya tres de adelanto. Pero te vienes nada más terminar, ¿vale?

—Ummm…, bueno, lo haré por estos, que me dan pena. —Sus ojos se han iluminado de repente.

—Sí, por estos y por ti, que hace ya dos semanas que no juegas y tienes un mono de baloncesto… Eso sí, no gastes muchas energías, que luego te voy a dar cañita de la buena —le digo riendo.

—¡Uy, entonces me voy a mover menos que los ojos de Espinete! Pero ¿hoy no tenemos que ir a comer a casa de tus padres?

—Hoy no. Hoy te libras. Y hasta te dejo ir a jugar. Si es que claro, me traes el desayuno a la cama y me ablando… Pero ¡no te acostumbres!

—¡Pues salgo corriendo, que ya no llego! —Su cara es la de un niño al que le han dado permiso para salir al recreo.

—Si es que sabías que te iba a decir que sí. Me conoces demasiado.

—Y tú a mí…, y tú a mí.

Me regala un beso delicado y comienza a ponerse la ropa. Me encanta verlo vestirse, casi tanto como desvestirse. Cuando termina, me guiña un ojo desde la puerta y se marcha con su mochila al hombro a echar su partido de baloncesto. ¡Son tan simples! A veces pienso que nuestro perrito Genaro y él no se diferencian demasiado: son felices con un poco de comida, una pelotita tras la que correr y de vez en cuando a menear la cola.

Empiezo a desayunar mientras escucho Band Of Horses en el ordenador. Es mi momento del día y, sin embargo, soy tan gilipollas que ya echo de menos a Javi. ¡Mierda! Suena el teléfono. Y no es el móvil, que lo tengo apagado para que nadie me moleste. Es el fijo, por lo que no puede ser otra que la pesada de mi madre.

—¡Hola, cariño, buenos días! ¿Qué tal has amanecido? —me dice con su voz chillona.

—Hola, mamá… pues bien. —Hasta que llamaste tú—. Aquí, desayunando.

—Tan tranquilita con Javier, ¿no? ¿Por qué no venís luego a comer?

—Pero si ya te he dicho que no, que este finde lo queríamos entero para nosotros…

—Pero es que vienen todos tus hermanos y tú vas a ser la única que no estés… —Mi madre, como todas las madres, es una especialista en el chantaje emocional.

—Que no, mamá, que vamos todos los domingos. Por uno que no vayamos no pasa nada. Que al pobre Javi lo tengo hartito.

—Pero si voy a preparar cocido, que sabes que le encanta.

—Que no, mamá, no insistas —añado firmeza al tono para dar por zanjada la cuestión.

—Está bien. Oye, dile a Javier que se ponga, que le quiere preguntar Miguel una cosa del ordenador.

—No está ahora, se acaba de ir a jugar al baloncesto.

—Hija, no te entiendo, o sea que no vienes para estar con él y se va a jugar con sus amigos. Tiene un vicio que no veas con el deporte ese. Yo creo que le consientes demasiado. —Ahí lleva razón.

—Y a ti, mamá. A ti sí que te consiento demasiado. Venga, un beso, que estoy desayunando. Dales recuerdos a todos.

—Está bien, hija mía, un beso, anda. Que siempre parece que molestamos. —Otra vez chantaje emocional. Si no, no sería ella.

—Un beso.

Vuelve la paz. Mi madre tiene una maravillosa capacidad para conseguir crisparme incluso cuando, como ahora, más tranquila estoy. Enciendo el móvil. ¡Cuarenta y ocho wasaps de Teresa! Comienzo a leer:

Tía, ¡qué fuerte! ¡Llámame cuando te levantes! Tengo que contarte lo que me pasó. Nunca pensé que haría algo así. / La verdad es que ha estado bien, pero no sé, ahora me siento rara. / Anoche se me fue todo un poco de las manos. Tenías razón en que no me sienta muy bien beber, que me descontrolo… (emoticono de risas) / Pero no sé si me arrepiento o no… Fue… diferente… / ¿Estás? / Llámame tía, ¡despiértate ya!

Y así, una y otra vez, sin ir al grano, como suele ser típico de mi amiga Teresa. Decido no continuar leyendo el testamento de wasaps, le pego un buen mordisco al cruasán, le doy un trozo a Genaro, que lo recibe la mar de contento, y marco su número. A ver por dónde me sale hoy.

—¡A ver, guapi!, ¿qué te pasa? —le pregunto con la boca llena.

—¡NO TE LO VAS A CREER! No sé si contártelo por teléfono o ir mejor a tu casa esta tarde y contártelo en persona.

—Pues mejor por teléfono, porque esta tarde estamos Javi y yo solos y nadie ni nada va a impedirlo.

—Tú y tu Javi. La verdad es que me das envidia. Bueno, te cuento. ¿Te acuerdas de esa noche que estuvimos hablando sobre los tríos, y el estar con otra chica y esas tonterías?

—Sí, claro. El día que estuvimos de cervezas en el garito nuevo.

—¡Pues ayer Víctor y yo estuvimos con una chica! —Casi se me atraganta el cruasán.

—Pero ¡qué me estás contando! ¿Tú, otra chica y Víctor? Si eres ultra celosa… Y Víctor…, pensaba que era de los formalitos. ¡Si es el tío más soso del mundo!

—Pues, maja, no sé cómo ocurrió, pero acabamos los tres en la cama.

—¡Joooooodeeeer! ¿No estarás de coña, no? ¿Y que no sabes cómo ocurrió? A ver, ¿qué te tomaste?

—Que no, tía. Mira, te cuento… Ayer salimos con estos, como siempre, pero Víctor y yo teníamos ganas de pasarnos un rato por El Perro de la Puerta de Atrás, porque hacía mucho que no íbamos por allí, y eso que está al lado de casa. Y como a estos no hay quien los saque de Huertas, pues nos fuimos nosotros dos para terminar la noche. Tampoco queríamos volver muy tarde. Llegamos y ponían una música de lujo: Franz Ferdinand, Kings of Leon, Cristal Fighters…

—Continúa… —Tere tiene una gran habilidad para salirse del tema y no ir nunca al grano.

—Pues nada, todo era normal hasta que Víctor decidió ir al servicio. Resulta que el baño de chicos estaba estropeado y lo habían cerrado, así que todo el mundo tenía que ir al de las chicas, con lo que había una cola que no veas. Víctor se tiró por lo menos media hora esperando y mientras, yo me quedé sola en la barra, bebiendo mi copa y observando al personal. Estaba distraída pensando en mis cosas cuando me giré y una chica que iba mirando a otra parte se chocó conmigo y me tiró media copa en el vestido.

—Vaya.

—La chica me pidió disculpas mil veces y me quería dar dinero para la tintorería. Tenía acento francés. Bueno, es que era francesa, de Lyon. Yo le dije que no hacía falta, pero al final ella se empeñó en que por lo menos me pagaba la copa. Y bueno, tanto insistió que tuve que aceptar.

»Ya que me había invitado y al ver que estaba sola le di un poco de conversación, mientras regresaba Víctor. La chica era majísima y muy guapa, y me contó que había venido a disfrutar de unos días de turismo en España y a practicar el idioma, porque era profesora de español, y que se iba al día siguiente.

»Empezamos a hablar de los tópicos de cada país, de la comida, las costumbres… Ya sabes. Y al final, como estaba un poco borracha se me ocurrió comentarle que aquí en España llamábamos “francés” al sexo oral. Y le pregunté que cómo se llamaba en Francia. Me dijo una palabra francesa de la que ni me acuerdo, pero el caso es que comenzamos a hablar de sexo y a reírnos y, bueno…, te resumo: no sé por qué, me fijé en sus labios y me dieron como ganas de besarla.

—¿Qué dices?

—Eso. Fue algo bastante raro. Como el bar estaba a tope de gente y la música muy alta nos hablábamos casi al oído, y me encantaba cómo olía.

—Buenoooo… Pero ¿desde cuándo te gustan las mujeres?

—Yo qué sé. Si no me gustan. Es que esta chica era muy especial, teníamos como un feeling extraño. Y, bueno, la culpa fue suya porque debió de notar algo y en mitad de la conversación se lanzó, se acercó a mi boca y me besó. Yo me quedé como paralizada, sin saber qué hacer, pero ella siguió haciéndolo y me gustó. ¡Cuando quise darme cuenta me estaba besando con una chica!

»Yo me morí de vergüenza y le dije que no sabía cómo había podido ocurrir aquello, pero ella me contestó con ese acento tan bonito que no pasaba nada, que tampoco habíamos matado a nadie. Que si dos personas se gustan un sábado por la noche tampoco hay que darle más vueltas.

»E inmediatamente después ¡me estaba invitando a acompañarla a la habitación de su hotel!

—¡Hala! No puede ser.

—Pues créetelo. Le contesté que había dos impedimentos: uno, que nunca había estado con una mujer; y dos, que tenía marido y que estaba esperando a que saliera del servicio. Y va ella y me contesta que lo mande a casa, que no pasaría nada por un día.

—Joder, sí que era lanzada la francesita.

—Y tanto. Y eso que al principio parecía tímida. Yo le dije riendo que no. Y nada, llegó Víctor, se la presenté y estuvimos un rato charlando los tres. Él, claro, ajeno totalmente a que nos habíamos enrollado. Víctor dijo que estaba cansado, que si nos íbamos a dormir. Ya sabes que se ha hecho mayor. La chica, que se llamaba Sophie, nos dijo que ella también se iba al hotel y salimos todos juntos del bar. ¿Sigues ahí?

—Sí.

—Bueno, pues al despedirnos, Sophie le dijo a Víctor: «Hace un rato casi te la robo. Pero solo por esta noche». Víctor se quedó extrañado, le preguntó qué quería decir y yo le conté lo de nuestro beso. Entonces se quedó como alelado. Y ahí se me fue la olla y le dije a Sophie: «Oye, ¿y si te vienes un ratito a casa a tomar algo? Que vivimos aquí al lado».

—No me lo creo.

—Ni yo —me dice riendo—. Pero así fue. Tampoco pensaba hacer nada, solo quería continuar un poco la noche. Y ella respondió que sí ante la sorpresa de Víctor, que me miraba como si me hubiese vuelto loca.

—Jo-der. Si es que eres como los gremlins, no se te puede dar de beber después de las doce.

—Jajaja. Ya ves. Pues llegamos a casa y…, en fin. Ya te lo contaré tranquilamente, que no quiero que esto parezca el teléfono erótico, pero pusimos un poco de música, empezamos a hacer el tonto y la cosa acabó que no veas.

—Pero ¿Víctor también?

—Sí, con Víctor también. Al principio se suponía que él no iba a hacer nada, pero luego le dejamos participar un poquito. Total, que la tía se ha ido ya a Francia y no creo que la volvamos a ver.

»Oye, que te dejo, que precisamente Víctor me está llamando al portero, que nos vamos a dar una vuelta. ¡Tiene una sonrisa tonta que no se le va a quitar en un mes por lo menos!

—Me quedo flipada. —Hasta Genaro parece haberlo escuchado todo y tiene cara de alucine y las orejas de punta, jajaja—. Venga, pásatelo bien.

—Chaoooooo. ¡Ya te contaré más detalles!

No me lo puedo creer. Teresa y Víctor haciendo un trío con una francesa aparecida sabe Dios de dónde. ¡Teresa y Víctor! Pero si son la pareja más tradicional que he conocido. La palabra «convencional» no es lo suficientemente apropiada para definirlos. Tere es un poco locuela, eso sí es verdad, pero la he visto despellejar a muchas tías con la mirada solo por preguntarle la hora a su chico. Nunca se sabe.

La verdad es que su historia me ha sorprendido mucho y, he de decirlo, también me ha dado cierta envidia. El sexo con Javi es estupendo y yo no necesito nada más, pero puede que él se aburra un poco, aunque no me lo diga… Quién sabe, igual no sería tan malo probar algo nuevo a modo de aventura… ¿Y si le propongo un día un trío con una desconocida? Pero tendría que ser con una chica como la francesa, alguien que luego desaparezca de nuestras vidas, claro. ¿Y cómo será estar con otra mujer? La verdad es que tengo curiosidad. Ahora parece que está de moda… Pero me da un poco de asco, ufff… No, mejor, no… Voy a ver un par de capítulos de Breaking Bad a ver si se me va de la cabeza esta historia.