EL COITO
El falo embiste con furia salvaje o penetra con cautela tanteando y jugando en ese espacio que lo reclama vibrando acompasadamente al ritmo de los latidos del pene.
Si la mujer no consigue tener orgasmos durante un período prolongado de su vida sexual activa y, por vergüenza o deseos de complacer, no lo confiesa optando por fingirlos, no sólo limita las posibilidades del amante que puede ayudarla a llegar al clímax, sino que se impide a sí misma acceder al placer supremo de la sexualidad completa.
Este punto del viaje sexual, que para él representa la ansiada meta de la penetración, es para la mujer una más de las múltiples etapas del erotismo, por lo que la vive de forma diferente. Sólo si está intensamente excitada por los estímulos y caricias previamente comparados, la desea y disfruta con ella.
Ella está muy encendida al notar que él ha alcanzado el punto máximo de erección, lo que hace subir aún más su libido, la vagina se Inunda con los jugos que surgen desde lo más profundo y le indican que todo su cuerpo está dispuesto a recibirlo para llegar juntos al éxtasis. El glande tenso se adelanta buscando la humedad de esa caverna en la que el pene desea amarse entero y ser abrazado con ardor. Ese primer Instante de la penetración es de una sensualidad mágica, un encuentro único en que se acoplan las paredes de la vagina a la forma y tamaño de él como si un guante lo cubriera para abrigarlo y acariciarlo al mismo tiempo. El falo embiste con furia salvaje o penetra con cautela tanteando y jugando en ese espacio que lo reclama vibrando acompasadamente al ritmo de los latidos del pene y comienza uno de los momentos eróticos en el que más imaginación pueden liberar los amantes para disfrutarlo.
Ella, despojada de inhibiciones, dirige la acción; su cuerpo se mueve eligiendo la cadencia y la fuerza que desea de cada embestida, exige mayor rapidez, desea más lentitud, quiere que él juegue profundamente dentro de ella o que se aleje como si la abandonara y vuelva a entrar con más fuerza; este ritmo va renovando su deseo y haciendo crecer su ansia sin límite. Entonces, rendida y sudorosa, con el corazón desbocado, los músculos tensos y el cuerpo febril, comienza a imprimir una cadencia acompasado, cada vez más veloz, que ya no se detendrá hasta que él se derrame entero y ella toque una vez más el techo de su placer.
Según la postura elegida para el coito, se obtienen sensaciones diferentes; para que la mujer disfrute al máximo y se cree el morbo que intensifica el deseo, uno de los dos debe estimular el clítoris mientras se produce la cópula. También es de lo más excitante dejar por unos momentos el falo en reposo y que éste crezca al calor de los vibrantes latidos de la vagina, para incrementar la pasión.
A diferencia de lo que muchos amantes suponen, no es esencial que el estallido del orgasmo se produzca al mismo tiempo; no cabe duda que es placentero que él retarde la eyaculación para esperarla si su ritmo es más lento, pero la mujer disfruta igualmente si llega al clímax antes o después.
Uno de los momentos de mayor Intimidad y, para ella, de Intensa emotividad durante el coito, es el «después», cuando ambos, agotados pero plenos, siguen estrechamente abrazados sin desear desprenderse y el pene va reduciendo su tamaño en el interior de la vagina.