LOS HOMBRES
Pido perdón a las mujeres por deshacer su cuento de hadas, y a los hombres por revelar un poco más de ellos.
Antes de comenzar con las primeras revelaciones, quiero dejar en claro de antemano que los hombres, al contrario de lo que muchas mujeres imaginan, son muy fáciles de comprender. Es que son seres completamente previsibles.
Imprevisibles somos las mujeres. Y complejas, además.
Una amiga mía, todavía dama de compañía, suele decirme:
—De ellos no tengo miedo, porque los conozco muy bien. Tengo miedo de mí misma, porque no sé de qué soy capaz.
Si los hombres y las mujeres fuéramos fórmulas matemáticas, seríamos algo así:
Hombres = 2 + 2
Mujeres = (x - y)° - z + 1000/10.5 (2 - x + z) - 4…
En realidad son ellos quienes más dificultades tienen para entendernos, y no nosotras. Sus recetas son muy básicas. Vamos a desmitificar a los hombres, de modo que aquel cliché de que nadie los entiende desaparezca de una vez.
1. ¿Por qué acuden los hombres a las damas de compañía?
Esta es sin duda una de las cosas que causan más curiosidad entre las mujeres.
Los motivos son de lo más variados. Yo me figuro que alrededor de un 50% de los hombres las contratan por una cuestión cultural. No creo en los argumentos científicos que afirman que la mayoría de los mamíferos es polígama y que los hombres no son la excepción.
A diferencia de todos los demás mamíferos y animales, los hombres son capaces de dominar sus instintos. Siendo la infidelidad socialmente inaceptable, ellos deberían ser perfectamente capaces de controlarse, conteniendo sus voluntades en nombre de la moral. La cuestión es: ¿no pueden controlarse, o no quieren?
Lo que ocurre es que muchos hombres han sido criados bajo la mentalidad machista de tener tantas mujeres como se pueda, con el propósito de probar su virilidad y, de ese modo, conquistar la admiración dentro de su grupo social.
Así, son muchos los hombres que terminan por incorporar el alquiler de una dama de compañía como un elemento rutinario de sus vidas, como ir al dentista cada 6 meses, al supermercado cada 30 días y al barbero todas las semanas. Los hay también más dependientes, créanme, que contratan una profesional todos los días, como si fuese una de las comidas del día o un vicio. Y eso pasa: la dama de compañía envicia.
Contratar una dama de compañía se ha vuelto costumbre para muchos hombres, al igual que el chocolate para muchas mujeres. Si nunca lo hubiesen probado, no lo echarían en falta —al igual que las mujeres podrían vivir perfectamente bien sin el chocolate si no lo conociesen—. No es una necesidad fisiológica masculina contratar muchachas, sino nada más que un hábito muy arraigado.
Una vez conocí a un cliente que contrataba muchachas casi todos los días. Era una rutina establecida: él tenía una casa principal y unas tres más de tipo «satélite» —que usaba solo de vez en cuando—, y lo normal para él era encontrarse con unas tres mujeres distintas en el mismo día. Esto se había convertido en un hábito a lo largo de más de diez años.
Pasemos ahora al segundo grupo, de cerca de un 20%. Estos son del tipo que trabaja lejos de casa, representantes comerciales las más de las veces. Fines de semana en casa y el resto del tiempo viajando. Estos hombres también tienen necesidades fisiológicas, y los desanima tener que masturbarse con frecuencia para continuar siendo fieles. Para ellos y para el resto de los hombres la siguiente máxima es verdadera: «Ojos que no ven, corazón que no siente».
De modo que lo que hacen es acudir a una dama de compañía, generalmente por medio de los recepcionistas de los hoteles en que se hospedan durante sus viajes. Prácticamente todas las recepciones de los hoteles de Brasil tienen books de acompañantes para ofrecer a los huéspedes. Esta práctica se extiende desde Oiapoque hasta Chuí.
Sin embargo, al contrario de lo que se piensa, esta no es una práctica que involucre a los propietarios de los hoteles. Este es un servicio «terciario» y sigiloso que los recepcionistas prestan a los huéspedes a cambio de una propina o de una comisión de la dama de compañía convocada. Normalmente las chicas pagan el 20% del valor del precio acordado en recepción, o el cliente da una propina conforme desee.
El tercer grupo de clientes, de un 10%, lo conforman los que siguen «la onda de los amigos»; amigos que, a su vez, suelen ser parte de ese 50% que conoce bien a las profesionales del sexo. Una vez atendí a un cliente que a los 42 años de edad nunca había recurrido a una dama de compañía, aun siendo, de hecho, representante comercial. Estaba hospedado en un hotel junto con otros cinco colegas y hacía 15 días que todos estaban viajando. Siendo su cumpleaños, sus amigos hicieron una colecta y me contrataron como su regalo. Aunque él nunca habría acudido a mí por sus propios pies, ellos le dieron un empujoncito.
Hay además un porcentaje que, al contrario de lo que la mayoría piensa, está lejos de conformar la mayor parte del montón. Son aquellos cuyo matrimonio está al borde de la ruina. Yo diría que también conforman aproximadamente un 10% de la clientela total. Llegan nerviosos, buscan poco sexo y mucha conversación, preguntan qué cree una acerca de lo que les sucede y cómo pueden resolver el problema, buscan cariño, lloran y, cuando se van, no regresan más, porque solo buscaban un apoyo durante un momento difícil.
El último 10% lo conforman los curiosos, que por lo menos una vez en la vida buscan experimentar, básicamente para no morir sin saber cómo es el asunto. Aquí se incluyen los vírgenes que van para debutar, los homosexuales que van a resolver su última duda respecto a su opción sexual, las parejas que buscan expandir su vida sexual mediante la exploración de nuevas maneras de practicar el sexo, los «ninfomaníacos» que buscan dar un descanso a sus compañeras, los solteros que no quieren ilusionar a nadie solo por un polvo, los impotentes que quieren corroborar la efectividad del milagroso Viagra, los hombres mayores que cuidan su salud y continúan siendo sexualmente activos mientras sus esposas ya cerraron esa etapa… y una gama infinita de muchos clientes interesantes, como los pastores evangélicos que vienen de otra ciudad para aliviar la tensión, o aquellos que mueren por probar un vibrador pero no cuentan con nadie que los inicie.
Lo más curioso, sin embargo, es que no todos son plenamente conscientes de por qué buscan a las profesionales.
Muchas veces, en el dormitorio, he oído el mismo cuestionamiento:
—No sé por qué vengo con una prostituta, si lo tengo todo en casa y mi mujer es maravillosa…
2. ¿Por qué prefieren los hombres contratar a una dama de compañía en lugar de tener una aventura?
Los hombres se figuran que así evitan problemas. Las damas de compañía no tienen crisis de celos en relación a las esposas, mientras que las amantes sí las tienen. Las damas de compañía no llaman por teléfono a sus clientes, mientras que las amantes sí lo hacen, y a las horas menos adecuadas. Las damas de compañía no se pavonean ante la ciudad entera por haber «conquistado» a un nuevo cliente, mientras que las amantes adoran fanfarronear su «éxito». Mientras que las amantes causan problemas, las damas de compañía suelen ser vistas como una solución.
Al contratar a una profesional, tendrán sexo rápido, sin pérdida de tiempo. Serán atendidos de manera objetiva y no precisarán preocuparse del placer ajeno. Las más de las veces, además, acudir a una profesional del sexo sale más a cuenta en tanto no hay que pagar una comida previa y el hotel no tiene que ser el mejor de la ciudad.
No hace falta que rindan cuentas acerca de su vida amorosa, que se queden conversando, ni que pierdan el tiempo esforzándose en seducir a la mujer y conseguir que acceda a tener sexo: con una dama de compañía se tiene la certeza de que aquello sucederá de todos modos, lo que deja al hombre muy tranquilo. Un hombre calenturiento es un hombre tenso.
Existen hombres que no tienen paciencia para los juegos de la seducción, y no todos tienen la disponibilidad para sentarse en bares con el objetivo de conquistar a una mujer (el 90% de los clientes no tiene esta disponibilidad porque son casados). Para ellos, la comodidad y la practicidad están en primer lugar.
Entre una dama de compañía y su cliente no se crean vínculos afectivos. Si esta rareza llegara a acontecer sería porque ella ha salido de su condición de profesional y se ha convertido en amante.
Si la traición del esposo fuera descubierta y la otra fuera una dama de compañía (visto que esto raramente sucede), probablemente habrá discusión pero la traición será perdonada. Socialmente es menos condenable acudir a una profesional que salir con una amante.
Amante significa vínculo afectivo y también significa, en la visión de la mujer, comparación y preferencia, es decir, es un ataque directo al ego femenino. Ir contra el ego femenino es meter la mano en un nido de cobras. Cuando una mujer descubre que su pareja recurrió a una dama de compañía, lo primero que piensa es que solo fue sexo. Lo segundo que piensa es: «No voy a deshacer mi relación solo por esto. Si fuese una amante, por supuesto, ¿pero por una prostituta?».
De modo que, por lo general, los hombres no ven el alquiler de una muchacha como infidelidad, pero sí sentirían que engañan si buscasen una amante.
3. ¿Qué hace que los hombres sientan fascinación por las damas de compañía?
El fetiche de la profesional del sexo se basa en que ellas representan para los hombres el misterio, lo prohibido y la dominación sexual.
Si ellas fuesen desmitificadas, socialmente aceptadas y no «dominaran» la situación en el dormitorio, no tendrían mayor gracia. Lo que pasa es que todavía permanecen muchas dudas y tabúes con respecto a la profesión, y por eso tanto los hombres como las mujeres se encuentran atraídos por el asunto.
4. ¿Por qué engañan los hombres?
Los motivos por los cuales los hombres traicionan son de lo más variados, pero podemos dividir la explicación de forma elemental entre dos grupos bien diferenciados: los que se encuentran «muy bien, gracias» en sus relaciones y aquellos cuyas relaciones no van tan bien realmente.
A fin de cuentas, ¿por qué engañan los que están «bien casados»?
Engañan porque esa es la cultura en que crecieron. O se les enseñó a actuar así o cambian para actuar igual que los demás. Aprenden con los amigos y al integrarse a la sociedad, como si fuera una comprobación de su masculinidad, Pueden tener la mejor mujer del mundo e igual la van a engañar, y eso nada tiene que ver con el hecho de amarla o de tener afinidad sexual con ella o no tenerla.
Muchas veces, los clientes me han dicho en la alcoba que eran sexualmente felices con sus esposas y que las amaban, pero que simplemente disfrutaban contratar damas de compañía. Es mentira la creencia de que solo engaña quien se encuentra en una relación que no funciona. Aún después de casados o involucrados en una relación estable, resulta difícil cambiar la crianza (aunque hay quien lo consigue), de modo que ellos continúan con sus «peripecias».
La cultura, después de adquirida, es muy difícil transformarla, pero existe una posibilidad. No será, sin embargo, una mujer la que cambie la cultura del hombre. Tienes que entender que nunca vas a cambiar nada en un hombre. El cambio se dará solo si él quiere cambiar.
Muchas mujeres creen que al estar con un hombre pueden cambiarlo y hacerlo mejor. Si eres mujer, olvídalo. El no va a cambiar porque alguna mujer vaya a enseñarle nada. Si él cambia una manera de pensar por otra es porque así lo prefiere. La presión psicológica no afecta a los hombres; lo más que puede suceder es que sigan haciendo lo que quieren, solo que con más cuidado.
Y si fuera una cuestión de carácter y no de cultura, de todas maneras olvídalo, porque la esencia de las personas no cambia.
¿Y los que no están tan bien en sus matrimonios? ¿Cuáles son los principales motivos que los llevan a traicionar?
La causa principal: la rutina del matrimonio.
Es la queja que más oído de mis clientes.
Otras causas:
• Necesidad de reafirmar su masculinidad porque han dejado de sentirse deseados por su compañera: Ellos no se sienten deseados y, buscando mejorar su autoestima, intentan pegarla de Don Juan. A menudo acaban por volverse infieles compulsivos.
• Falta de afinidad sexual con su compañera y ausencia de diálogo que pueda mejorar la relación: Es por esto que siempre digo que hay que conversar y buscar saber del otro y de sus expectativas, y discutir qué está bien y qué no está bien dentro de la relación. De este modo, las posibilidades de resolver el problema de forma directa mejoran mucho. Hay que tener en cuenta que la infidelidad de ninguna manera resuelve los problemas de la relación. En un primer momento, la relación puede mejorar, pues la culpa del infiel lo llevará a compensar en atenciones, gastos y disposición sexual. Pero esa fase no dura para siempre.
• Deseo de realizar fantasías y no conseguir la colaboración de la otra parte: Sea porque él mismo es machista y no se admite en determinadas situaciones frente a su esposa (muchos de ellos desean usar accesorios, pero les preocupa la posibilidad de que sus parejas cuestionen su masculinidad), sea porque ella no da a su marido la libertad de hablar sobre lo que realmente le gusta.
• Búsqueda de la pareja ideal: Por increíble que parezca, algunos hombres no tienen la madurez suficiente como para convivir con una mujer en la cual descubren unos pocos defectos. Nosotras las mujeres, a pesar de nuestra esencia romántica, convivimos sin problema con «príncipes» que con el tiempo se transforman en «sapos». Una barriguita, la caída del pelo o la pérdida de un diente no son razones para la infidelidad o la pérdida del interés afectivo. Pero hay hombres definitivamente incapaces de vivir con la imagen de una «princesa» que con el pasar de los años pierde algunos de sus atributos. De modo que pasan años en la búsqueda de una imagen que será eternamente vista como un ideal, aunque todos sabemos que el ideal es una utopía. Esos son los hombres que necesitan terapia.
Ahora, ¿sabes por qué engañamos las mujeres?
Por increíble que parezca, lo hacemos por dos motivos distintos a los de los hombres.
Las mujeres somos infieles porque no recibimos afecto suficiente o porque queremos venganza. Eso mismo: una mujer engañada tendrá necesidad de vengarse.
Muchas veces he conocido mujeres que conseguían un amante luego de haber sido engañadas, y me contrataban con el objeto de hacer todavía más grande su venganza. Digo y repito: atentar contra el ego femenino es meter la mano en un nido de víboras.
5. Sé su mujer, no su madre
Una de las alertas que siempre doy cuando una mujer conoce a un hombre y desea saber quién es verdaderamente y a fondo es la siguiente: nunca demuestres una postura rígida en relación a la moral. En otras palabras, la «pose de santa» puede ser un gran error.
Me baso en el siguiente razonamiento: todo el mundo quiere ser aceptado en la sociedad y ser reconocido en algún grupo.
Las personas necesitan sentirse incluidas y por lo tanto rechazan las críticas contra su imagen, por recelo de que estas críticas los alejen de los demás. Lo siguiente que voy a decir es triste pero también es muy cierto: a menudo, las personas acabamos por adoptar determinadas actitudes solo para agradar a los que tenemos a nuestro alrededor, aun si estas son contrarias a nuestras actitudes naturales y suponen camuflar nuestra verdadera identidad.
Hoy en día muchas personas encuentran difícil ser auténticas. Ser abierto, decir lo que se piensa, se desea y se prefiere, manifestar las verdaderas intenciones, miedos y fantasías es algo que todos medimos mucho, ya que puede comprometer nuestra aceptación en determinados grupos. Y el simular ser lo que no se es acaba por ser también una herramienta de conquista. Es la venta de una idea: el producto ofrecido es moldeado de acuerdo a lo que al otro le gustaría que fuese. Los hombres se aprovechan mucho de esto, inclusive más que las mujeres. Ellos intentan vender una imagen que agrade a la mujer que intentan conquistar.
Cuando una mujer tiene una postura muy rígida acorde a las normas de la moral común de la sociedad, existe una gran posibilidad de que el hombre que la acaba de conocer no demuestre ser quien es realmente; de modo que se camuflará para ser aceptado por ella.
Esto lo vi mucho en el tiempo en que fui dama de compañía. Mis clientes tenían esposas serias, y el miedo a su reacción los hacía no comportarse naturalmente al hablar de ciertos temas, especialmente el sexo. Ellos tenían miedo de causar peleas en casa por causa de opiniones que ellas podían no aprobar.
Por ejemplo, la reacción normal de la mayoría de las mujeres al ver que su esposo está viendo a una mujer bailar seductoramente en la televisión es soltar un discurso moralista y amenazar con apagar el aparato a menos que él cambie de canal. La mayoría de las mujeres cree estar educando a sus esposos de esta manera, cuando en realidad solo los están llevando a hacerlo todo a escondidas. De una forma u otra, ellos van a ver la televisión, así sea a espaldas de sus esposas. Eso es lo que sucede.
¿Y por qué hacen esto las mujeres? Porque fueron educadas para ser las «madres» de sus esposos, y no sus mujeres. Y es todavía un hecho que las mujeres educan a sus hijos de la manera en que fueron educadas; existen variantes, pero la raíz es por lo general la misma. Ellas fueron educadas para obedecer y ellos definitivamente no. Las mujeres deben dejar de pensar que los hombres piensan o reaccionan de la misma forma que ellas.
Lo que pasaba en el dormitorio era que mis clientes llegaban y me hablaban abiertamente de lo que les gustaba, de lo que habían hecho recientemente, describían sus preferencias sexuales, me contaban sus fantasías y su pasado también.
¿Y por qué hacían aquello estos hombres? Porque no tenían recelo de que yo los criticara, les soltara un discurso, dejara de atenderlos ni les impusiera una pauta moral. Sencillamente, ellos eran conmigo lo que no podían ser con sus esposas. No porque no quisiesen, sino porque ellas no los dejaban. Así, muchas veces no es el machismo lo que hace a los hombres ocultar cosas de sus parejas, sino el moralismo femenino.
Los bandidos no se confiesan con la policía, sino con otros bandidos. Por lo tanto, una mujer debe ser la cómplice de su marido en vez de tener actitudes de investigador. Dentro de la misma policía existe el recurso de disfrazarse de bandidos en prisión de vez en cuando para extraer información útil de los presos.
Esa es una estrategia que las mujeres deberían adoptar: dar espacio para que los hombres hablen, se expresen y muestren quienes verdaderamente son. ¿Has conocido a un hombre interesante hoy? Entonces sé y demuestra ser una mujer de mente abierta, capaz de discutir diversos asuntos sin oponer peros morales. ¿Sabes algo? Los hombres huyen de la moralidad.
De hecho, un hombre se puede casar con una mujer «moralmente correcta» pero ella será de seguro la última en conocerlo de verdad. Después suceden esas cosas sorprendentes de las relaciones, tales como: «¡Descubrí que mi marido salía con un travesti!», «¡Tiene una colección de pornografía escondida en su escritorio!», o «¡Mi marido andaba con prostitutas!». Y nadie se entiende. Lo que sucede en estos casos es fácil de explicar: faltó diálogo y sobró moralismo.
Las mujeres necesitan despertar con urgencia y darse cuenta de que hoy en día los hombres ya no quieren casarse con sus mamás. Sí, es cierto que antiguamente querían eso, pero la situación ha cambiado.
Esto lo oí mucho en la intimidad de las cuatro paredes; por lo general, la conversación comenzaba un rato después de que el sexo terminase. Yo preguntaba:
—¿Y el matrimonio?
Y ellos hablaban abiertamente de su situación, precisamente porque la mayoría de los hombres no tienen una persona con la cual pueden hablar, desahogarse y llorar. (Llegan a tener amigos, pero la conversación avanza en «ritmo diplomático masculino» y las palabras son medidas, a no ser que el sujeto esté completamente desesperado. A esa hora pierde el «sentido de hombre», se desboca, confiesa que ama a esa mujer y llora en el hombro del amigo. Y este con certeza extenderá el brazo hasta que le parezca que el abrazo está durando más de lo apropiado y que el gesto empieza a parecer gay).
La respuesta que más comúnmente oía era: «Mi esposa cree que es mi madre». Por más increíble que pueda resultar la frase, es la más pura verdad: ellos ya no quieren esposas que laven, se ocupen de la ropa, la casa, los hijos y el perro.
«El problema del matrimonio es que toda mujer es, en lo intimo, una madre».
E. V. Lucas.
Ellos quieren una mujer que sea su cómplice. No tienen interés en casarse con un ama de casa, sino que quieren una mujer de mundo. Créelo: los hombres han cambiada.
Si la casa ordenada, la comida bien hecha y la ropa lavada fueran cosas primordiales, no habría empleadas domésticas solteras. Los hombres correrían tras ellas y no tras las damas de compañía.
Otra respuesta que oía era: «A mi esposa el sexo no le gusta tanto como a mí». Las razones por las cuales a algunas mujeres el sexo puede no gustarles tanto como a sus hombres son muchas, pero con la que más me encuentro es el «bendito tabú». Ellas no se involucran de verdad con el sexo. Tengo la certeza de que las más de las mujeres acaban por morir sin descubrir cuán placentera puede ser una relación sexual. Ya hace mucho es hora de que acabe esa vieja cultura de mantener la imagen de moralidad.
Fin de los tiempos para quien cree que entregarse sexualmente es lo mismo que perder el carácter y no tener valor. La gran verdad es que, en condiciones normales de vida, tanto los hombres como las mujeres tenemos deseos, solo que por lo general las mujeres los reprimen. A fin de cuentas, ¿qué irá a pensar su «hijo» si ella expresara su voluntad de, por ejemplo, salir con dos hombres a la vez? ¿O si propusiera una posición sexual un poco más osada que le agradase?
Todo el mundo tiene dentro de sí deseos y fantasías que, de ser explorados, siempre acabarían por sobrepasar o rozar el límite de lo que la sociedad impone como normal. Y, en el fondo, todo el mundo es un poco sinvergüenza; algunos más, pero en realidad nadie se escapa. Ni siquiera los líderes religiosos.
Entonces, si es normal que todo el mundo los tenga, ¿por qué hacemos del sexo y de las fantasías sexuales bichos de siete cabezas? Pasa que a pesar de que practicamos el sexo, a pesar de que sabemos que todos lo practican, a pesar de que los brasileños somos un pueblo erotizado, desde nuestras danzas hasta nuestra manera de caminar, a pesar de que vemos revistas con hombres y mujeres desnudos, acabamos por no hablar de todo eso. De modo que EL SEXO SE MISTIFICA, las personas no cuentan con mucha información y construyen en sus cabezas cosas que no existen. El sexo es complejo, pero no es complicado. Es simple de practicar, muy placentero y tiene un secreto básico: NO TENER MIEDO DE ENTREGARSE.
Y a los hombres les gustan las mujeres que se entregan.
6. Sé el objeto de caza, no la cazadora
«The Chase is better than the Catch».
Motorhead.
Es decir, la cacería es mejor que la atrapada. Para muchos hombres esta es una filosofía.
¿Quieres que un hombre comience a correr tras de ti? Entonces empieza por huir de él. A ellos no les gusta ser perseguidos. De hecho, es cierto que puedes aprovechar la oportunidad y facilitar la caza para él, pero si actúas así difícilmente pasará de eso.
A los hombres no les gustan las mujeres fáciles. Entiende bien lo que estoy diciendo. Digo que no les gustan las mujeres fáciles, pero no que les gusten las santas.
Definitivamente no les gustan las santas. Fingen que les gustan, y a menudo se casan con una por miedo a encontrar alguna otra que consideren capaz de engañarlos. Pero la verdad es que cuando se casan con una santa acaban por tener una relación doble o contratan damas de compañía para poder satisfacerse sexualmente.
7. Nunca te vayas a la cama con un hombre la primera vez que salgas con él
Ese es un gran error. No hablo de ello por una cuestión de valoración de la mujer; por el contrario, creo que poner en práctica los propios deseos está directamente relacionado al hecho de amarse y valorarse. Del otro lado y lamentablemente, los hombres no suelen ser lo suficientemente maduros como para lidiar con una mujer que es honesta respecto de sus sentimientos y su voluntad.
Siempre creí que las personas debían ser abiertas y hablar sin tabúes sobre sus intenciones, pero durante las conversaciones que se suelen tener con los clientes durante el servicio, aprendí que eso no es posible al comienzo de una relación. Puede inclusive haber personas que logren escapar de esta regla general, pero créeme si te digo que no vale la pena arriesgarse, porque es prácticamente una lotería. «Presa fácil es carne descartada».
¿Y sabes por qué? Porque al contrario de nosotras, los hombres se demoran mucho más en llegar a gustar realmente de una mujer. Cuando logran un objetivo rápidamente, pasan al siguiente.
Por esa razón, además, una mujer nunca debe declarársele a un hombre antes de que él diga cuán importante es ella en su vida. De hecho, una vez que lo haga, ella debe esperar un tiempo antes de responder de forma recíproca.
¿Y esto quién me lo dice? Los hombres, precisamente.
8. Echándolo de la casa
Al discutir con la pareja a mitad de la madrugada, la mujer nunca debe echarlo de la casa. El hecho es que la mayoría de los hombres buscará una mujer para pasar la noche. Por lo general, acaban por contratar una dama de compañía. A diferencia de las mujeres, quienes en primer lugar irán a llamar a su mejor amiga.
Cuando mi teléfono sonaba hacia las dos de la mañana y el número del identificador de llamadas era de uno de los moteles en que atendía, me imaginaba lo que me esperaba: un hombre que había sido echado de su casa a mitad de la noche.
En la noche, ellos no van a tocar la puerta de un amigo, sino que van a reclamar que les escuche de una dama de compañía.
Y lo peor es que esta cantinela no cambia nunca: la pareja pelea a mitad de la noche, él sale y busca a una chica de alquiler, ella mientras tanto enfría las tensiones en casa, al día siguiente despiertan, se reconcilian y la vida continúa de la misma manera, hasta la próxima discusión de madrugada.
De modo que, por favor, si fueras a echarlo de tu casa, hazlo durante el día. Así por lo menos sabes que irá a trabajar mientras tú enfrías la cabeza y piensas mejor qué hacer.
9. Hombres que llaman a mitad de la madrugada
Si un hombre que acabas de conocer te llama a mitad de la madrugada, ten por seguro que no es porque esté loco por ti, ni porque se sintió solo, ni porque de pronto descubrió que te amaba a las 3 de la mañana. Lo que en realidad sucedió es que se encontraba en un momento en que tuvo ganas de tener relaciones con alguien y a esa hora nadie más estaba disponible; entonces te llamó, en el intento de conseguir alguna cosa. Lamento destruir la ilusión, pero el hecho es ese. A no ser, claro, que él y tú ya tengan mucha intimidad.
Cuando a un hombre le gusta mucho una mujer, ten la certeza de que no irá a llamarla a mitad de la noche —a no ser que tenga ya un vínculo afectivo establecido con esa mujer y haya desarrollado la intimidad suficiente para eso. Un hombre al que realmente le importa la otra parte lo pensará mucho antes de llamar a una hora inadecuada en la que tal vez será reprendido por la inconveniencia. Quien llama a las 3 de la madrugada para decir que tuvo ganas de verte siente poca preocupación por la posibilidad de no gustarte, pues para él solo existe la posibilidad de un encuentro. Si no se da, todo bien para él.
Ahora me preguntas cómo sé eso.
Porque muchas veces que fui a atender clientes a mitad de la madrugada, me decían:
—Intenté buscar a unas tres amigas, pero no resultó con ninguna. Así que decidí llamar a una profesional.
Experto él, y boba la mujer que creyó que él tenía un crisis de amor en la madrugada.
Los hombres saben que las mujeres creemos en los castillos de arena. Y las mujeres lo hacen por las ganas de vivir un cuento, pues íntimamente ese es el gran deseo de muchas de ellas: encontrar un príncipe que las ame. Sabiendo eso, los hombres usan tácticas de conquista que se apoyan en el sueño del castillo.
No quiero ser pesimista. Solo soy realista.
Otra táctica que los hombres usan mucho al engañar a sus esposas es la de decir a la otra que son casados pero infelices y que ya se están separando. (La verdad la cuentan a las damas de compañía, pues al no existir entre ellas y sus clientes juegos de conquista, ellas no los van a recriminar). Lo peor es que hay mucha mujer tradicional que cree en eso.
Los hombres son comodones, y solo se separarán si la situación llega realmente a la categoría de infierno doméstico. En el caso contrario, se quedarán y acabarán aprovechando el argumento para justificar sus infidelidades. Y como conozco la otra parte, la del desahogo, entiéndase que tienen motivos para ello. Ellos saben que las mujeres somos desunidas y que probablemente iremos a culpar a la esposa por el matrimonio arruinado, que de seguro no trató bien a su esposo.
¿Qué hacer, entonces, si un hombre casado e interesante aparece en tu vida y dice querer entablar una relación contigo? Le dices que primero resuelva su relación matrimonial y que, según lo haga, conversarán en el futuro. De otro modo corres el riesgo de salir herida de esa historia.
Ah, un detalle: nunca creas en los hombres que digan «Te amo» fácilmente. De seguro será mentira. Ellos demoran mucho tiempo en decirlo, y aun así lo sientan, lo ocultarán.
Y cuando un hombre diga estar confundido, puedes estar segura que no sufre un conflicto amoroso interno, sino que le gustaría el valor para decir una de las siguientes frases:
—No estoy listo para ningún compromiso.
O:
—Estoy interesado en otra mujer.
Si lo que sucede en realidad fuera lo segundo, lo cierto es que ya decidió por ella.
Por último, los hombres nunca aman a una mujer sin antes haberse acostado con ella.
10. ¿Tener sexo o hacer el amor?
Los hombres pasan más del 90% de sus vidas practicando el sexo sin amor. Quienes actúan de forma distinta son las mujeres. Ellos consiguen desvincular el sexo del amor fácilmente.
En la vida de un hombre, el sexo es algo primordial
«Solo existen dos cosas importantes en la vida. La primera es el sexo y de la segunda no me acuerdo».
Woody Allen
Y entre hacer el amor y tener sexo, ellos han de preferir, las más de las veces, la segunda opción.
Sí, he aquí la vieja historia de que las mujeres hacen el amor mientras los hombres tienen sexo: ¿qué hacer si ambos tienen deseos diferentes? Lo que se hace es variar: un día la relación sexual será un intercambio de caricias, besos y palabras dulces, y el otro la relación será más camal, sin mucho romanticismo.
11. Cómo saber si realmente le gustas
Eso solo lo sabrás cuando le llegue el momento del orgasmo.
Si realmente le gustas, ten la seguridad de que se quedará a tu lado. Si fue solo deseo, no demorará en encontrar una razón para irse de inmediato.
¿Por qué crees que un encuentro pagado dura, en promedio, una hora? Porque ese es todo el tiempo que un hombre tiene ganas de quedarse en el cuarto. No porque la muchacha tenga que salir corriendo a atender a otro cliente, sino también porque luego de terminar el cliente no tiene mayor interés en quedarse por ahí; después de todo, no hay sentimiento alguno involucrado en la situación. Realizado el servicio, calabaza, calabaza.
Los hombres no se enamoran a primera vista: lo que sienten a la primera mirada es deseo. Esa fantasía corre por cuenta de las mujeres, que somos capaces de amar a la primera mirada.
Los hombres demoran mucho más en amar a una mujer de lo que una mujer demora en amar a un hombre. Excitación pueden sentir de inmediato, y pueden pasar inclusive los primeros seis meses de relación sin que les guste realmente la persona con quien mantienen relaciones sexuales satisfactorias. Los sentimientos profundos solo se desarrollan con el tiempo.
Cuando un hombre encuentra a una mujer en la calle y se le declara de manera precipitada, puedes tener por seguro que solo vio en ella a un objeto del deseo o apenas un blanco fácil. Nunca se trata de amor a primera vista.
Al saber que las mujeres tienden a creer en el romanticismo, lo aprovechan como estrategia de conquista. Muchas mujeres caen y terminan por frustrarse, preguntándose cómo pudo tanto amor desmoronarse en tan poco tiempo. En verdad, ese sentimiento que les fue «demostrado» nunca existió. Entonces la mujer se queda ahí, atónita, tratando de entender lo que pasó sin respuestas satisfactorias. En realidad la respuesta es simple: FUE USADA.
Y hay algo que hace falta enfatizar: no todos los hombres tienen, en realidad, intención de usar a las mujeres, pero muchos acaban por hacerlo. Lo que ocurre es que ellos tienen sentimientos más volubles y por lo tanto se les enfrían con mayor rapidez. Tampoco es que tengan intención de que el «sentimiento» se acabe tan rápido, pero el hecho es que así ocurre. Por lo tanto, nada de entregarse fácilmente a un hombre. Con el tiempo, me lo agradecerás.
12. Fantasías sexuales de los hombres
Lo que más desean es tener dos mujeres juntas en la cama, verlas tocarse mutuamente y, sobre todo, que ambas le practiquen sexo oral en simultáneo, es decir, juntas, como si se pelearan por su pene.
Cuando trabajaba como profesional del sexo, yo tenía varios tipos de anuncios, cada uno con una finalidad diferente. Uno de ellos era bastante solicitado: el anuncio que ofrecía sexo con dos mujeres y escenas lésbicas. Era precisamente eso lo que los clientes más querían y pedían: un oral de ambas en simultáneo.
Es saludable tener fantasías sexuales, siempre y cuando aquello no interfiera con la rutina diaria de la pareja o de la persona que las tiene. La fantasía sexual no es una enfermedad, pero si uno llega a obsesionarse con la idea y llegara a pasar las 24 horas del día pensando en ella, entonces sí hace falta buscar tratamiento.
Hemos sido criados dentro de una cultura de raigambre judeocristiana, llena de tabúes y prejuicios respecto del sexo. A pesar de que el hecho de tener fantasías es común a la mayoría de las personas, son pocas las que tienen el coraje para hablar de ello y de aceptarlas naturalmente.
La fantasía sexual es a menudo un secreto tan bien guardado que, dentro del matrimonio, uno no sabe la del otro. De modo que cada miembro se queda con la suya escondida, cada cual avergonzado y convencido de que la suya es más bizarra que la del otro.
La verdad es que LOS HOMBRES ADORAN HABLAR SOBRE SUS FANTASÍAS SEXUALES, pero ya que no hay un espacio para hacerlo dentro de la mayoría de las relaciones, se callan o van a hablar con quienes pueden entenderlos: las damas de compañía.
Te doy un consejo: a la hora de tener una relación sexual con tu compañero, pregúntale cuál es su fantasía sexual. Es durante el momento de mayor excitación que ellos tienden a hablar y a mostrar sus deseos sin miedo ni represión. La libido habla más alto que el buen sentido.
Si estuvieran, digamos, almorzando, él pensaría: «Mejor no digo nada, porque se va a poner a pelear conmigo y yo solo quiero comer en paz. Probablemente solo me está probando». A la hora de la relación, sin embargo, estará tan ocupado con el placer que hablar de ello se volverá parte del encuentro. Ahora, por favor, no tengas un ataque en cuanto te hable de su deseo; por más socialmente inaceptable que sea, no cierres la puerta del mundo interior que tu compañero acaba de abrir para ti, porque puede que nunca más se abra.
Si lo que te cuenta es compatible con tus propios deseos, vale la pena intentarlo. Si no lo es, piénsalo dos veces. No lo hagas solo para complacerlo. A no ser que él vaya a satisfacer alguna fantasía tuya a cambio; entonces considera si el intercambio es razonable.
Quiero aprovechar este momento para revelar un secretito: los hombres fantasean mucho con la cuñada y con la mujer del hermano. ¿Te quedó la boca abierta? Ciérrala. No sientas rabia de tu pareja, no tengas celos de tus hermanas y no te sientas mentalmente violada si tuvieras cuñados. Una fantasía es solo una fantasía, lo que quiere decir que no intentarán ponerlo en práctica. Recuerdo que me aprovechaba de eso para ponerlos locos a la hora de las relaciones conmigo. Los hacía imaginar que estaban con ellas y no conmigo al punto de que los había quienes me llamaban por los nombres de sus deseadas al momento del orgasmo.
La cuñada y la mujer del hermano difícilmente los tentarán. Por lo general, los hombres tienen un sentido de la ética en lo que respecta a la mujer ajena. En algún punto de la vida, sin embargo, sí intentarán poner en práctica las fantasías de estar con una mulata, con una oriental y con una embarazada en gestación avanzada. Esas tres forman parte del «currículum» de sus deseos sexuales. ¡Y de qué manera!
13. Cómo saber si él ha salido con otra mujer
No es tan difícil saber si él ha salido con alguien o no. Voy a contar aquí las tácticas más usadas por mis clientes para camuflar un encuentro extramarital.
La mayoría de los hombres que saben que sus mujeres no confían en ellos y se imaginan que harán alguna cosa incorrecta usa la táctica del «ataque como la mejor defensa». Por ejemplo, él sabe que se pasó de su horario, que su esposa lo ha reprendido por eso muchas veces y que él no ha hecho caso. Por lo tanto, ella debe vivir en desconfianza.
¿Qué hace él, entonces? Llega a casa buscando pelea por algún otro motivo, ya sea algo que ella haya dejado de hacer o alguna prenda que ella esté usando y que él no apruebe. Es decir, él crea un problema y pasa a discutir sobre él.
Invierte los papeles y convierte a su esposa en la acusada. De este modo logrará que ella calle su desconfianza para no prolongar la pelea. Y la historia acaba siendo pasada por alto.
Muchos me confesaron que hacían eso, o que usaban esta táctica para poder salir con otra mujer a una hora en la que debían estar en casa. Lo más común es llegar a casa calmadamente, inventar una pelea por causa de algo como la ropa sin planchar, dar cuerda para que la discusión aumente y de esa forma lograr una justificación para salir de la casa y encima con razón, muchas veces azotando la puerta y sin hora de regresar, visto que necesita enfriar la cabeza.
Los hay quienes traicionan y mientras más traicionan más acusan a su compañera de «indecente» y cosas por el estilo. De este modo el hombre dirige la atención sobre ella y la vuelve objeto de cualquier sospecha. El foco de sospecha en la relación pasa de ser él a ser ella. ¿Se la pasa tu marido, novio o compañero hablando de tu comportamiento? Bien, existe el proverbio que dice que piensan el santo y el ladrón que todos son de su condición…
Te voy a contar otro secretito de los hombres: cuando tienen una relación extramarital con vínculos afectivos más estrechos, acostumbran pasar por aquello que yo llamaría una fase de compensación doméstica. Me explico. Un hombre tendrá poco cargo de culpa si sale a relacionarse con otra mujer que no es aquella con la que tiene un compromiso, pues para él se trata solo de una relación sexual, que nada tiene que ver con sus sentimientos. Pero cuando se da cuenta que está traicionando sentimentalmente a su compañera, la consciencia le pesa, ¿y sabes qué hace entonces? Trata de compensar en casa, sea por el lado financiero o por el lado sexual. Se vuelve más generoso, procura compensar su desempeño en la cama, busca agradar a su compañera y, como consecuencia, ella lo acaba tratando mejor también. Es por eso que muchas veces los he oído decir:
—Tengo una amante, y mi matrimonio está mejor que nunca por eso.
La verdad es que solo mejora en un primer momento, durante el cual él pasa a esforzarse más en casa como forma de compensar la traición, pero esta situación no durará para siempre. Es apenas una primera fase: si los vínculos afectivos se estrecharan más todavía entre él y su amante, su siguiente paso será volverse irritable y agresivo en casa. Es como si inconscientemente estuviera tratando de salir de la relación y de quitarse el cargo de culpa que le causaría saber que fue porque él se interesó en otra mujer, convenciéndose así de que fue porque la relación había dejado de ser satisfactoria. De modo que empieza a causar cada vez más conflictos domésticos, aun si las más de las veces no tiene plena consciencia de estar haciéndolo.
¿Sabes qué hacen muchas veces cuando es la hora de decidir si quedarse con la amante o quedarse con la esposa? Buscan una prostituta para desahogarse.
Otro secretito que es muy importante saber acerca de la rutina sexual de un hombre: siempre me he fijado en el semen que quedaba en los preservativos de mis clientes, y de ese modo sabía si tenían una vida sexual activa, poco activa o prácticamente inexistente.
El semen denso y espeso quiere decir que él eyacula poco, y el semen traslúcido y ralo quiere decir que él eyacula a menudo. Trata de fijarte en la cualidad del semen de tu compañero y verás que cuando más relaciones tengan más líquido será y mientras menos eyaculen será más viscoso. Pero cuidado, que la masturbación no cuenta como infidelidad, y es perfectamente posible que él esté recurriendo a ella como recurso para satisfacerse. De modo que si no tienes una rutina sexual con él y su semen es de cualidad menos densa de lo que debería ser normalmente, ten por seguro que no está sexualmente satisfecho y que, de una forma u otra, está resolviendo sus problemas con sus propias manos o con la mano de otra.
14. Ataques femeninos
Existen mujeres que creen que tener ataques como de película es lo más efectivo cuando quieren demostrar que no están satisfechas con alguna cosa que hacen sus compañeros.
El estar furiosa no es algo que necesariamente deba demostrarse con actitudes y palabras ofensivas. Es cierto que ellos a veces cruzan el límite, que toda mujer tiene derecho de estar furiosa en algún momento y que ese momento debe ser respetado. Lo que digo aquí no tiene el objetivo de que se lo traguen todo, se queden calmaditas o finjan no estar molestas, sino de que no vean en los ataques de furia la solución para que los hombres vean cuánto reprueban ellas determinadas actitudes y palabras, ni crean que por eso ellos van a pensárselo dos veces antes de hacer otra vez lo que molestó a sus parejas.
Un ataque de furia puede resolver algunas cosas, sí, pero solo las primeras tres veces y no más que esa. Los hombres no prestan mucha importancia a los ataques de furia femeninos. En un inicio podrán impresionarlos y hacerlos detenerse a pensar si lo que están haciendo es tan terrible o no. Pero si los ataques se vuelven constantes, el hombre pasará a menospreciar los ataques de su compañera —aun si pretende que todavía le importan, cosa que probablemente hará con el único fin de que la discusión termine.
Las mujeres que tienen por hábito armar constantemente escenas de celos, insultar vehementemente a su compañero y mezclar a la familia en peleas conyugales solo lograrán que la relación se agote. Eso no resuelve nada. Imagina la siguiente situación: encuentras a una amiga llorando. Lo que harás será detenerte a prestar atención a lo que tenga que decir y a cuáles son los motivos de su tristeza. Es decir, prestarás atención porque su actitud resulta atípica.
Si al segundo día la encuentras llorando nuevamente, se entiende que irás con ella y conversarán, le prestarás más atención y la consolarás. Si al tercer día sigue llorando, la consolarás otra vez. Para el cuarto día prácticamente no le darás importancia a su llanto, pues se ha vuelto una constante y por consiguiente una parte normal de su vida. Quizás simplemente le guste vivir llorando.
Los hombres acaban por pensar lo mismo. Presenciar un ataque deja de ser una situación atípica y por lo tanto deja de ser necesario prestar atención a la mujer atacada. Aguantan, para no empeorar la situación, y continúan con sus vidas tranquilamente, sin dar mayor importancia al ataque. Innumerables veces he vivido la misma escena: él contratando mis servicios o los de alguna amiga y el teléfono sonando incesantemente —hasta más de diez veces—, con la esposa teniendo ataques de furia al otro lado de la línea, sus gritos exigiendo saber dónde estaba él y qué estaba haciendo.
¿Y sabes qué hacían ellos? No prestaban la más mínima atención. Cuántas veces los oí decir:
—Déjala que hable. Allá se queda ella con sus ataques y nunca hace nada, no se separa. Llego a casa, escucho un poco, veo una escena y luego me voy a dormir. Al día siguiente ya se enfrió. Está loca, no le doy importancia.
¿Sabes de qué tienen miedo los hombres? De las conversaciones cortas, maduras, sin amenazas, en tono calmado, con explicaciones coherentes y comportamiento maduro. Da tus razones, pero sin dar pie a una discusión que se arrastre por mucho tiempo, pues muchas veces los hombres se quedan discutiendo y haciendo de cuenta que no entienden lo que la mujer dice, a fin de desgastar la conversación y hacerla desistir del asunto.
«Si no puedes convencerlas, confúndelas».
Harry Truman
Son muchos los hombres que se hacen los desentendidos para salir bien parados.
Una mujer nunca debe entrar en el hábito de amenazar constantemente a un hombre, porque es una completa pérdida de tiempo. Las amenazas deben hacerse una única vez, y una vez hechas deben ser cumplidas. Si alguna vez en la vida una mujer fuera a tener un ataque, que sea el único y por un buen motivo que lo justifique, pues si fuera injustificado perderá la credibilidad de su compañero.
Los hombres respetan a las mujeres que tienen actitud de hacerse respetar.
15. Qué hacer cuando otra mujer se interesa en tu hombre
No hagas nada que pueda hacer ver a esa otra mujer que has descubierto su interés en tu pareja. No demuestres celos ni sospecha alguna. Métete eso en la cabeza.
No caigas en la trampa de armar una competencia femenina para demostrar que tú puedes más; esto lo digo porque muchas mujeres tenemos un sentido de la competencia muy desarrollado y es muy posible que una quiera competir con otra por el puro placer de decir que pudo más. La competencia involucra el ego de las mujeres, y solemos entender el que un hombre prefiera a una sobre la otra como que una es mejor que la otra.
¿Quieres hacer que una mujer pierda el interés por un hombre? Estar dispuesta a disputárselo es admitir que él ya no está precisamente a tu lado. De modo que no debes buscar la guerra. Deja de lado tu ego y no intentes demostrar que la otra no puede, precisamente porque si demuestras interés en su existencia estarás demostrando indirectamente que ella representa alguna cosa en tu vida afectiva.
Las mujeres inteligentes no se pelean con las posibles amantes, sino que se superan a sí mismas. La otra no es alguien a quien haya que superar. Lo mismo para las personas que culpan haber perdido una relación por culpa de otras personas. Eso es una mentira; cuando uno pierde una relación en realidad lo pierde para sí mismo y no para los otros. Pero no nos vamos a olvidar también de las personas que descubren que su relación, aunque satisfactoria, no es realmente lo que quieren para sí mismas. Entonces parten en busca de algo que las haga más felices, aun si la otra parte se ha esforzado para que la relación resulte, pues esa es una decisión unilateral, es decir, de uno de los dos compañeros.
Me entristece ver que un pensamiento prolifera en la sociedad: que cuando un matrimonio se separa y el hombre se va de casa para vivir con otra mujer, se cree que el motivo fue la ineficiencia sexual de la mujer. Por el contrario, como ya he dicho, la infidelidad masculina forma parte de nuestra cultura y ella puede darse independientemente de la sintonía y la frecuencia sexual dentro del matrimonio. Y lo peor es que cuando sucede que una mujer tiene un amante y se va de casa para vivir con él, a ella se le condena y se dice que no valoraba al «esforzado» y eficiente esposo que tenía… La sociedad es un tanto machista, prejuiciosa y ambivalente.
Otra táctica, no siempre eficaz, pero que puede ayudarte a lograr que la otra mujer pierda interés en tu hombre: tratar bien a tu oponente. Existe algo interno llamado ética y moral que todavía rige la manera de muchos de nosotros de proceder en la vida. Las personas tienden a tener carácter y el hecho de ser bien tratadas muchas veces hace que la persona se avergüence de sus pensamientos e intenciones, se reprima, y termine retirándose del combate antes de que nada comience.
Las mujeres inteligentes ganan sin tener que recogerse las mangas.
Ah, y recuerda algo muy importante: si él decidió quedarse con ella y terminó la relación contigo, no vayas tras él. El no va a regresar porque tú fuiste a rogárselo, pues se sentirá seguro respecto del sentimiento de su antigua pareja y tendrá la certeza de que estarás allí en caso de que cambie de idea luego de experimentar la novedad. Un hombre debe conservar para siempre una cierta incertidumbre en relación a la mujer que está con él.
Suena difícil, pero en ese momento solo queda dar tiempo al tiempo y hacer que te pierda de vista, para que sienta inseguridad y se pregunte por dónde estás, y si estarás con alguien… Solo entonces se cuestionará si la elección que realizó fue la correcta, y con eso puede que surja el miedo de perder definitivamente a la persona con la que rompió. Damos valor a las personas y a las cosas de acuerdo al precio que nos costaron. De modo que no debes dar la impresión de estar disponible.
No te quedes con tu compañero si él continuara involucrado con la otra; quiérete a ti misma en primer lugar. ¿No contribuirías a que esa situación de a tres continúe si fuera contra tu voluntad, verdad?
Trátalo con educación y clase, pero déjale la impresión de que quizás no significa tanto para ti. La otra no tendrá tantas motivaciones para querer quedarse con él si demuestras efectivamente que no te interesa. A menudo no es el amor lo que está en juego, sino el orgullo, simplemente.
Si actúas de ese modo serán muchas las posibilidades de que la situación se invierta. A partir de ahí tú decides si retomas la relación con él.
Chica, escúchame: si algo así te ha pasado o si llegara a pasarte algún día, no te pases la vida recordando la traición y dándole vueltos. O lo superas y pasas por encima de ello, volviéndolo un mero detalle del pasado, o te separas de una vez, porque tu vida se puede transformar en un infierno de recuerdos.
¿Era ella tu amiga? Bien, eso te da por lo menos el derecho de reconsiderar el valor de la amistad que tenían. Las amigas no se traicionan. ¿Era una desconocida? Entonces nada de pedirle cuentas: no fue ella quien caminó hacia el altar contigo sino él, de modo que ella no te debe explicación alguna. A no ser que haga de su vida privada algo público, claro.
Cuando yo era dama de compañía y no traía ningún anillo de compromiso en el dedo, es decir, cuando era a todas luces una mujer soltera, era libre para involucrarme con quien quisiera. Quienes debían explicaciones por lo que hacían eran mis clientes… ¡Ellos, que eran casados!
16. Palabras que tienen el efecto contrario en los hombres
¿Entienden ellos lo que queremos decir cuando hablamos?
Definitivamente no.
Existen frases, aún cortas y claras, que todo hombre interpreta al contrario de buenas a primeras, o que prefiere «entender» de manera inversa.
La frase más comúnmente oída durante una relación sexual que difícilmente será interpretada de forma literal: «Para, que me duele». Cuando una mujer dice eso al hombre durante una relación sexual, puedes estar segura de que él querrá continuar y de que probablemente lo hará. Que la mujer pronuncie esa frase lo excitará, y mucho. De modo que él continuará actuando de la misma forma por algún tiempo.
Indirectamente, es como si le estuviese diciendo: «Tu pene es tan grande que me está haciendo daño». A los hombres les obsesiona su tamaño y se imaginan que la satisfacción femenina está directamente relacionada con él.
Otra más que es interpretada de forma distinta es «¡No termines todavía!». Psicológicamente, él pasa a sentirse complacido y entonces no consigue frenarse, tanto como cuando se le dice: «No pares ahora, todavía no, espera un poco más». Esta última frase para un hombre es tan excitante que acaba terminando rápido, y eso porque es como si estuviera recibiendo el siguiente mensaje de su compañera: «¡Todavía no, querido, quiero disfrutar de tu pene un poco más!».
Una frase a la hora del encuentro que tiene un gran efecto en el hombre es «¡Para, que me duele; me estás rompiendo por dentro!». ¡Listo! Con esa frase, él ganó la noche.
Los hombres aman cualquier comentario positivo en relación al tamaño de su pene y sus capacidades sexuales.
17. Los hombres son completamente previsibles
Lo que quiero decir es que es muy fácil lidiar con ellos, porque sus actitudes prácticamente no salen de las reglas generales, salvo una u otra excepción. Después de que hayas terminado de leer este libro y de asimilar la información que te estoy dando, estarás totalmente convencida de esta verdad que digo. Algunos hombres podrán molestarse conmigo por las revelaciones que estoy haciendo, pero al final del libro me lo agradecerán, pues las mujeres estarán más preparadas para el sexo, para las relaciones y para ellos. ¡Los hombres son previsibles, sí, las mujeres no! Ellos son tan previsibles que la receta según la cual conducen sus vidas amorosas prácticamente no tiene variaciones. Mal hijo = mal compañero; traicionó una vez, traicionará otra…
Un consejo: al comienzo de la relación, si un hombre pisa el palito estando contigo, sea en forma de una infidelidad o de cualquier otra actitud que demuestre falta de carácter, no lo aceptes. Ten por seguro de que lo hará nuevamente. Después de que ellos son infieles y la mujer perdona, puedes estar segura de que otras infidelidades seguirán, de modo que si la relación tuviera esa clase de problemas desde el inicio, es mejor arrancar el mal de raíz. ¿Por qué vas a permitirte seguir adelante con alguien en quien no confías más?
Nuestra cultura está muy relacionada a la religión, que nos enseña a perdonar. Pero perdonar es distinto a aceptar. Lo que puedes perdonar, puedes decidir no aceptarlo más.
Ten esto en mente: LAS MUJERES NO TENEMOS EL PODER DE TRANSFORMAR A LOS HOMBRES. Nunca. Las mujeres no hacemos a los hombres. Si alguna vez un hombre se vuelve un mejor hombre, es porque él así lo quiso. Tú no vas a cambiar nada en nadie.
No es que detrás de todo hombre haya habido una gran mujer, sino que hubo UNA PERSONA QUE SE OLVIDÓ DE SÍ MISMA. Yo creo que ya hace tiempo es hora de que cese esa entrega incesante de las mujeres a los hombres y esa ilusión que tienen muchas de que irán cambiándolos.
¿Estoy diciendo entonces que ellos son unos crápulas? No. Somos nosotras las que fantaseamos demasiado. ¿Son ellos unos santos? Ni con una banda de música… Ellos utilizan nuestras fantasías y se aprovechan de ellas. ¿Pero saben cuándo fue que lo aprendí? Después de hacerme dama de compañía. Entonces el sueño acabó, desperté y pasé a vivir en el mundo real. ¡Y fui más feliz por ello! ¿Estoy diciendo entonces que las mujeres que quieren ser felices deben dedicarse a la profesión? No hace falta, siempre que leas lo que escribo y aproveches cada pedacito de información.
Bien… ¡es hora de que también tú despiertes, Cenicienta!
Otra cosa que aprendí siendo dama de compañía fue a no condenar a la «tribu de los hombres» ni querer salvar a la «tribu de las mujeres» o viceversa. Ni todas somos santas ni ellos son todos bandidos.
¿Pero existen los hombres buenos?
Existen los buenos hombres, créelo; aunque son una minoría, por supuesto. Sin embargo, las culpables de ello somos nosotras mismas, que todavía no nos volvemos lo suficientemente exigentes. Si fuera de otro modo, ellos existirían en mayor cantidad: después de todo, es el grado de exigencia del consumidor lo que determina la calidad del producto ofrecido en el mercado.
Las mujeres no tenemos la capacidad de cambiar la manera de ser de un hombre. Sí él no tiene carácter, desiste de quererlo o desiste de intentar satisfacer lo que necesitas, acostumbrándote a vivir con él como a él mejor le parezca. Hay gente que se acostumbra a una vida mediocre, a un círculo vicioso de sufrir y matarse de a poco, achacándolo todo al que «un hombre» sea un fenómeno raro en el mundo, difícil de encontrar, al que las mujeres sean una gran mayoría en el planeta y que no hay para todas, de modo que las más se tienen que contentar con hombres a medias. ¡Por favor! ¿Nos vamos a conformar ahora con poca cosa? ¿Aceptar un plato mal hecho porque el resto del pueblo pasa hambre?
—Mesero, ¡tráigame el banquete!